El miedo puede parecernos algo negativo, casi como un defecto que “traemos de fábrica”. Obviamente no es una sensación o emoción agradable. Pero, aunque hay emociones agradables y desagradables, realmente no existen las emociones positivas o negativas, porque todas son necesarias. Podemos estar felices y relajados, pasándola bien y si en un momento, nos llenamos de miedo se interrumpe nuestro bienestar hasta que desaparezca el miedo.
Ahora bien, sería peligroso nacer sin miedo, resultando difícil alcanzar una larga vida, ya que las situaciones de peligro: no las reconoceríamos, no le daríamos importancia y nuestros cuerpos no se pondrían en condiciones para el esfuerzo extra necesario para superarlas. Si algún mecanismo pudiera suprimirte totalmente el miedo, tu vida seguramente sería muy corta.
Tener muy poco miedo te lleva a arriesgar tu vida a veces más de lo necesario, pero un miedo excesivo, te impide vivir verdaderamente tu vida.
Realmente todas nuestras emociones, tanto las que nos gustan como las que nos desagradan, son indispensables para nosotros. Pero el miedo está adquiriendo una importancia mayor a la necesaria.
El hipocampo es una estructura cerebral vinculada al aprendizaje y también a la gestión de emociones complejas como la ansiedad, miedo, estrés y melancolía, aunque también a los recuerdos alegres. Solemos prestarle mayor atención a informaciones que producen emociones fuertes en nosotros y el miedo es uno. Si algo no te emociona difícilmente lo aprenderás.
La promoción del miedo la usan los medios de comunicación que se rigen por algoritmos que registran el interés de las mayorías, ya que sus metas se enfocan en mejorar el rating o índice de audiencia. Los gobiernos, lo usan para que los ciudadanos aprueben medidas drásticas contra otras naciones o acepten apoyar restricciones a la calidad de vida y fuertes medidas impositivas. Se utiliza también el marketing del miedo para vender seguros de todo tipo, servicios médicos y mecanismos de seguridad. En fin, la psicología social establece como una población asustada (sin llegar al pánico) es más manejable. Como sabemos un colectivo humano que entra en pánico, sus integrantes pueden llegar a hacerse daño entre ellos.
Se ha comentado que más del 95% de los temores que solemos tener de posibles eventos negativos, nunca pasarán. Evidentemente, si temo tener un accidente, pero estoy guiando a 200 km/hora y bajo efecto del alcohol, por lógica, mi nivel de riesgo o probabilidad de lesionarme o morir es muy superior. Pero en líneas generales, vivimos asustados, preocupados, tensos, ansiosos, la mayoría de las veces sin razón. Obviamente, un día moriremos, pero el resto de nuestros días debemos ocuparnos de vivir, no en sufrir de forma anticipada por nuestra muerte.
Necesitamos equilibrar nuestras emociones. Si tienes un cáncer terminal y los médicos te han dicho que morirás pronto, pero hoy estás vivo y no tienes dolor, si realmente valoras tu vida, aprovecha el día de hoy para: hacer algo que te guste, decirle a alguien algo que siempre le has querido decir, escribir o crear algo que quieres que esté cuando ya no estés, darte ese baño en bañera que muchas veces has deseado, dedicarte a disfrutar del atardecer, en fin, hacer aquello por lo que crees que vale la pena estar todavía vivo. Es la famosa expresión de los poetas y filósofos: “Carpe Diem”, que te invita a aprovechar el día de hoy de la mejor forma posible, (sin importar cuántos días has desperdiciado ni cuántos días tal vez ya no tengas).
En el futuro podría perderse el empleo, disminuir las ganancias en los negocios, ser abandonado por la pareja o los hijos, enfermarse, volver una pandemia, morir algún ser querido, tenerse una gran pérdida material, estrellarse un gran meteorito en nuestro planeta, desatarse una guerra nuclear devastadora, etc. Pero si hoy estamos vivos, debemos demostrarnos a nosotros mismos que verdaderamente nos interesa seguir viviendo. Conviene que sepas que tu energía vital y tu salud podrían depender de qué tan bien te demuestres que verdaderamente quieres estar aquí.
El miedo a perder lo que tenemos puede hacer que no podamos disfrutarlo. Así vemos que, a nivel de la relación de pareja, el miedo excesivo a perder la pareja puede hacer que la convivencia sea insoportable. El miedo a que a tus hijos le pase algo negativo te puede llevar a conductas que los traumatizará y en algunos casos, incluso pueden llegar a odiarte o a perder la autoestima. Todas nuestras emociones son positivas y convenientes, pero cuando se manifiestan de forma desproporcionada o irracional, pueden ellas solas, sin necesidad de algún elemento externo, destruirnos.
Si puedes y quieres vivir, asegúrate de estar realmente viviendo, muchos tienen tanto miedo a la vida que escogen una muerte anticipada sin saberlo. Cuando el miedo se presente, no lo ignores, pero tampoco le prestes una atención excesiva.
Compartir esta nota