Carcunda, este término, que significa avaro, mezquino, egoísta, jorobado, se usó en Portugal para designar a los absolutistas en las luchas políticas de ese país lusitano a principios del siglo XIX y, desde entonces, se emplea como sinónimo de conservador, retrógrado.

Es, pues, para complacer a los sectores más conservadores del país que el presidente Abinader promulgó ayer, contra la mayoría de los dominicanos (incluyendo su esposa y sus hijas) el afrentoso Código Penal recientemente aprobado por los legisladores de su partido y de otras parcelas de la fauna política nacional.

Este nuevo Código Penal, que sigue siendo viejo, pasará a la historia como la más clara negación del cambio prometido por Abinader y su PRM.

Una vez más, han complacido a los reaccionarios de nuevo y de viejo cuño, que han hecho suya la idea de las iglesias de que un embrión es ya “un ser humano”, y que la vida humana debe ser respetada desde el momento de la concepción hasta la muerte natural. “Verdad tan rotunda” como muchas otras de la Iglesia Católica, tales como la inmaculada concepción, la resurrección de los muertos y la conversión del agua en vino.

No hay más verdad en la idea de que un embrión es un ser humano que la que tienen estos dogmas.

En uno de mis artículos, aparecido en este mismo medio (Padre, perdona a Francis Kaplan*, 05-04-21), comenté, basándome en los argumentos de este filósofo francés de origen judío, la absurdidad de pensar que un embrión es ya un ser humano.

El hecho de que un embrión sea vida no hace de él desde el inicio un ser vivo y mucho menos un ser humano.

“No puede ser un ser humano, porque ni siquiera es un ser vivo”, dice Kplan, con toda justeza.

Y a seguidas explica la diferencia entre vida y ser vivo. “El embrión es ciertamente vida, un conjunto de tejidos y células, igual que un pie o una oreja, pero no es todavía un ser vivo, un individuo dotado de unidad, identidad e independencia. La idea de ser vivo presupone una suficiente independencia, un funcionamiento y un desarrollo autónomo. Todavía más, un ser vivo no se define solo por sus funciones, también es necesario que estas funciones le permitan vivir, sin que necesariamente sea totalmente autárquico, esto es contrario al concepto de la vida, pero de ninguna manera debe depender de una o varias funciones de otro ser vivo para asegurar su existencia”.

Las principales funciones del embrión, prosigue Kaplan, son aseguradas por el cuerpo de la madre. Por ejemplo, son las secreciones de ciertas células de la madre las que suministran al embrión los metabolismos necesarios al funcionamiento de los suyos. El aire le llega por la función respiratoria de esta, la función renal, evacua sus excrementos, etc. Ciertamente, el embrión realiza algunas funciones, pero depende en mucho de la actividad biológica de la madre para mantenerse vivo.

Consciente de las objeciones que podían hacerle a su tesis, Kaplan no se queda en esta dimensión biológica, sino que toma también en cuenta el argumento del ser humano en potencia y establece la diferencia entre dos acepciones del concepto de potencial: el potencial como simple posibilidad (un pedazo de mármol en estatua) y el potencial como necesidad (la semilla en la planta), si se entiende que el embrión es un ser vivo en el sentido de una posibilidad, él no sería más un ser vivo que un pedazo de mármol es una estatua, su determinación se mantiene del exterior, depende del agente que la realizará, él no es por sí solo un ser vivo. Si, por el contrario, se entiende el potencial en el sentido de una necesidad de transformarse, habría que mostrar que el embrión podría convertirse en un ser vivo por sí mismo, por su desarrollo interno, pero su dependencia funcional de la madre impide concebirlo como un ser vivo en potencia.

De manera, que el argumento de que un embrión es ya un ser humano, aun considerándolo solo como ser humano en potencia, carece de base científica. Es, pues, uno más de los muchos dogmas de la Iglesia, no compartido por todos sus miembros, que los legisladores dominicanos, atados a los poderes fácticos, han hecho suyo, sin pensar en el interés colectivo, pero sí en sus conveniencias políticas.

*Francis Kalan, L’embryon est-il un être vivant?, ed. Félin, 2008.

Carlos Segura

Sociólogo

Master en sociología, Université du Québec à Montréal, estudios doctorales, Université de Montréal. Ha publicado decenas de artículos en revistas especializadas nacionales y extranjeras, sobre inmigración, identidad y relaciones interétnicas. Es coautor de tres obras sociológicas, La nueva inmigración haitiana, 2001, Una isla para dos, 2002 y Hacia una nueva visión de la frontera y de las relaciones fronterizas, 2002. También es autor de tres obras literarias, Una vida en tiempos revueltos (autobiografía) 2018, Cuentos pueblerinos, 2020 y El retorno generacional (novela), 2023.

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