Ningún sacramento erradica la ideología de un hombre o mujer. Sacralizar posturas políticas, sociales y económicas, incluso patrones culturales, es perverso por definición en el ámbito de la Fe. Por eso es absurdo hablar de filosofía cristiana o católica, postular partidos políticos con la etiqueta de cristianos y rayando en lo herético definir gobiernos como cristianos.

Todo ese repertorio gira en torno al pecado de la adicción al poder que el mismo Jesús tuvo que enfrentar al ser tentado por el demonio. “…lo subió el diablo a una montaña muy encumbrada y desde ahí le mostró todos los reinos del mundo y la gloria de ellos.  Y luego le dijo: «Todas estas cosas te daré si, postrándote delante de mí, me adoras». Entonces Jesús le respondió: «Apártate de ahí Satanás, porque está escrito: Adorarás al Señor Dios tuyo, y a él sólo servirás».

Con el empuje de la extrema derecha a escala global se develan planes, acciones y liderazgos de grupos religiosos, católicos y protestantes, que, desde organizaciones secretas hasta discursos públicos impulsan agendas autoritarias y neoliberales en México, Argentina, Brasil, Estados Unidos y España, y sus tentáculos procuran anidar en muchos países iberoamericanos. Son profundamente hostiles al liderazgo de Francisco y promueven a políticos como Trump, Milei, Bolsonaro, Bukele o Abascal. Las divinidades que adoran son el poder político, el acceso a miles de millones de dólares o euros, y la promoción del integrismo político y religioso. Odian visceralmente a las mujeres, los migrantes, los pobres y todos los que no sean blancos.

Cuando Hitler ascendió al poder en 1933 en Alemania muchos intelectuales y líderes religiosos simpatizaban y hasta militaban en el partido nazi. El caso de Martin Heidegger es paradigma de esta alineación con la agenda nacionalsocialista. El beneficio inmediato de su militancia partidaria fue su designación, en el mismo año de la llegada Hitler al poder, a la rectoría de la Universidad de Friburgo el 21 de abril de 1933. Al año presentó su renuncia, es decir el 27 de abril de 1934, lo cual es interpretado -con benignidad para el filósofo- como una ruptura con el nuevo ordenamiento político implementado por el régimen que afectaba a muchos de sus colegas y las limitaciones a la libertad académica.

Heidegger no rompió con el nacionalsocialismo al renunciar de la rectoría ya que su vinculación con el nazismo venía de su etapa formativa y gran parte de su círculo de amistades tenían compromisos políticos con el régimen. A la vez, la otra parte de sus amistades, incluso algunas muy íntimas, fueron represaliadas por las autoridades o tuvieron que escapar de Alemania, basta con mencionar a su maestro Husserl, a Edith Stein o Hannah Arendt.

Una influencia clave en Heidegger, tanto en su vocación filosófica, como en su filiación con la ideología fascista, una suerte de mentor, lo fue el P.  Conrad Gröber. Este sacerdote despertó el interés de Heidegger en la filosofía al regalarle un libro de Brentano. Eso no niega lo que afirma Hermann Mörchen al visitar a la pareja Heidegger Bäumers en el 1932, que era Gertrud Bäumers -la esposa- la verdadera adicta al nacionalsocialismo, y Heidegger no entiende mucho de política, pero ya para ese entonces Heidegger era nazi.

Gröber se formó en filosofía y teología, tanto en Alemania, como en Roma, hasta alcanzar el doctorado en Teología. Luego de varias experiencias pastorales es consagrado como arzobispo de Friburgo en 1932. Respaldó la votación por los nazis y con el ascenso de Hitler al poder impulsó el diálogo con el nuevo gobierno y se distanció de quienes le hacían oposición. Esto fue muy evidente durante los primeros dos años, justo cuando Heidegger era rector. Hitler estaba en la Cancillería, Heidegger en la rectoría y Gröber en el Arzobispado.

El arzobispo respaldó con una exhortación la salida de Alemania de la Sociedad de Naciones, mostrando que operaba como una herramienta del nazismo con mitra. Se convirtió en el principal promotor del Concordato entre la Santa Sede y el régimen nazi (firmado el 20 de julio de 1933), lo que le ganó el distanciamiento de muchos compañeros obispos que no respaldaban ese acuerdo. Cuando apoyó el saludo nazi en las actividades de la iglesia también comenzó a distanciarse de sus fieles y parte de su clero. En ese tiempo llegó su decisión, junto con algunos hombres de la catedral, de convertirse en "miembro de apoyo" de las SS. Abogó por "el derecho nacional a mantener impoluto el origen racial de la nación y hacer lo que sea necesario para garantizar este fin". Ese era el gran amigo y tutor de Heidegger.

El Viernes Santo del 1941 proclamó desde el púlpito que: “Como fuerza impulsora detrás del poder legal judío se encontraba el agresivo fanatismo y la malévola perfidia de los fariseos. Ellos se desenmascararon más que nunca como archienemigos de Cristo, enemigos mortales… Sus ojos estaban vendados por sus prejuicios y cegados por la lujuria judía por el dominio del mundo ". El antisemitismo del arzobispo se mostraba públicamente cuando ya los campos de exterminio estaban operando a plena capacidad.

Esa es una cara de la moneda de lo que hizo el Arzobispo Conrad Gröber, la otra fue de enfrentamiento con el régimen Nazi. Semejante, con sus diferencias, a Monseñor Romero en El Salvador, que comenzó siendo un clérigo conservador y terminó respaldando a su pueblo oprimido por los militares, la burguesía y el imperialismo…hasta llegar al martirio.

David Álvarez Martín

Filósofo

Doctor en Filosofía por la Universidad Complutense de Madrid. Profesor de la Pontificia Universidad Católica Madre y Maestra (PUCMM). Especialista en filosofía política, ética y filosofía latinoamericana.

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