Con Gaza y Beirut en el corazón

Las palabras del escritor Miguel de Unamuno en la Universidad de Salamanca el 12 de octubre de 1936 fueron una respuesta directa al discurso del oscuro personaje Millán Astray, quien minutos antes había proclamado en el Paraninfo universitario: “¡Muera la inteligencia! ¡Viva la muerte!”. Y la muerte vivió en la Guerra Civil española (1936-1939), un triste recuerdo de lo que la ideología fascista puede producir. Aún hoy, hay decenas de miles de personas represaliadas desaparecidas, cuyos restos yacen en lugares indignos como fosas comunes, perpetuando así el resultado de una ideología tan cruel como nefasta.

Al revisar las expresiones cotidianas y el sentir de algunos grupos se evidencia un deterioro alarmante, una verdadera muerte de la inteligencia al expresarse o al exponer dudas. Nada es banal en estos tiempos; no debemos olvidar la historia.

Vivimos en la era tecnológica más avanzada y, paradójicamente, en la más profunda y soberbia ignorancia. Todos tienen una teoría, cada una más descabellada que la otra. Se emiten juicios de valor desde convicciones sin fundamento, con hipótesis propias que generan tendencias. Todo lo que se expresa es una tesis prejuiciosa contra la ciencia: teorías conspirativas sobre industrias que fabrican sustancias para someter a las masas, supuestos planes ocultos para esclavizar y controlar… Estas ideas carecen del más mínimo sustento y reflejan la incertidumbre más primitiva: el miedo a todo lo normativo. Vivimos en la Era de la Ignorancia. Y lo más grave es que quienes la representan no se consideran ignorantes en absoluto.

Toda esta campaña de descrédito contra la medicina y la ciencia es inadmisible. El dolor físico causado por enfermedades o traumatismos ha sido transformado gracias a la analgesia. La anestesia marcó un antes y un después en la historia de la humanidad, permitiendo intervenciones quirúrgicas sin sufrimiento. La poliomielitis, una de las enfermedades que más secuelas físicas y motoras dejó, fue erradicada gracias a la vacuna de Sabin.

Que en 2025 sea necesario enumerar los logros médicos y avances en salud es realmente triste. Se entiende el agotamiento del gremio sanitario al intentar convencer a los negacionistas de la realidad. La característica común de estos grupos es su falta de filtro al expresar lo que les pasa por la cabeza, sin un mínimo de reflexión, autocrítica o intención de comprender. La soberbia los ciega, haciéndolos creer dueños absolutos de la verdad y defensores de sí mismos, sin que quede claro a quién quieren salvar o qué colectivo representan.

Todos debemos reflexionar, porque este ruido es el eco de una ola fascista que arrasa en estos tiempos. Qué tristeza más grande: un mundo donde el enemigo a batir es el otro, donde el odio, el racismo, el antifeminismo y todo lo que se considera subversivo se convierte en blanco de ataque o es tildado de “ideología woke”.

No es un asunto banal. Un saludo nazi en estos tiempos no es un gesto inocente; es el mismo símbolo del que se alimentaron personajes tan siniestros como Trujillo, Hitler, Mussolini, Balaguer, Pinochet, Videla y Franco.

El odio solo genera más odio; es un sentimiento altamente contagioso. No nos dejemos arrastrar por los conspiradores. Escuchemos más, reflexionemos sobre todo y hagamos preguntas. Volvamos a los clásicos: un poco de lectura no nos vendría mal a ninguno de nosotros.

Clara Melanie Zaglul Zaiter

Doctora en Psiquiatría

Resido en Madrid de forma permanente desde 1999. Actualmente trabajo como Médica en la Consejería de Asuntos Sociales y Familia (COMUNIDAD AUTONOMA DE MADRID). Formada como Médica en UNIBE promoción 1996. Doctorada en Psiquiatría por la Universidad Complutense de Madrid 2001. Alumna del Doctor Juan José López Ibor y Juan Coullaut Jáuregui. Desde la Psiquiatría paso al estudio de la Demencia y el Deterioro Cognitivo Precoz. Experiencia profesional en el área de Demencias sector asistencial en grandes dependiente para las actividades básicas de la vida diaria por más de 20 años.

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