La frase “Dios depositó nuestros recursos naturales en otros países” evoca una visión histórica que ha justificado la intervención y el control de recursos estratégicos por parte de Estados Unidos. Este enunciado, extraído del análisis de Jorge Majfud en La frontera salvaje: 200 años de fanatismo anglosajón en América Latina, sintetiza el legado de intervenciones en nombre de un supuesto destino manifiesto. La retórica que emana de esta idea se traduce en la práctica, que históricamente ha busca posicionar a Estados Unidos como “dueño y policía del mundo”, y que se observa en acciones que trascienden épocas.

El presente análisis toma este postulado como punto de partida para examinar la continuidad en la apropiación de recursos, desde el carbón japonés del siglo XIX hasta el litio de América Latina en la era moderna. Asimismo, se inserta en el marco de la "Agenda América Primero", estrategia central de la administración Trump, que reconfigura la política exterior estadounidense en función de asegurar los intereses nacionales. Con este ejercicio se invita a reflexionar sobre la persistencia de una mentalidad interventora que, bajo la apariencia de seguridad y prosperidad, perpetúa relaciones desiguales en el escenario internacional.

Contextualización Histórica

La concepción de que los recursos naturales han sido “depositados” para beneficio de Estados Unidos se remonta a episodios históricos que han marcado su política exterior. Un ejemplo paradigmático es la advertencia pronunciada el 10 de junio de 1851 por el entonces secretario de Estado, Daniel Webster:

“El carbón es un regalo de la Providencia, guardado por el creador de todas las cosas en las entrañas de Japón para el beneficio de la familia humana… La cantidad de carbón que posee ese país es tan abundante que su gobierno no tiene ningún argumento válido para no proporcionarnos de ese recurso a un precio razonable.”

Esta declaración no sólo ilustra la lógica interventora del siglo XIX, sino que también establece un precedente retórico para justificar la imposición de la voluntad estadounidense sobre otros territorios. La idea de que los recursos “están depositados” en el exterior se utilizó para legitimar la intervención y la extracción, fundamentando la acción en un supuesto mandato divino.

La retórica anglosajona ha evolucionado, pero el fundamento subyacente permanece: la creencia de que Estados Unidos tiene la misión de explotar y administrar recursos externos para mantener su hegemonía. Este legado se ha mantenido vivo en el discurso, trascendiendo el tiempo y configurando la forma en que se entienden las relaciones internacionales y la intervención en otros países.

Visión Contemporánea

En la era moderna, la "Agenda América Primero" se erige como la directriz que prioriza los intereses nacionales por encima de compromisos multilaterales. Bajo este lema, la administración Trump ha promovido políticas destinadas a asegurar el acceso a recursos estratégicos, reorientando la política exterior en función de una visión de seguridad y prosperidad interna. Este enfoque se traduce en una reinterpretación contemporánea de la idea de que los recursos naturales, de alguna forma “depositados” en otros países, deben estar al servicio de los intereses estadounidenses.

Esta estrategia se evidencia en declaraciones de altos mandos, como las de la ex jefa del Comando Sur, generala Laura Richardson, quien desempeñó ese cargo entre diciembre de 2016 y diciembre de 2019:

“A Washington le urge aprovechar al máximo la diversidad y riqueza en recursos naturales con que cuenta América Latina. Con todos sus ricos recursos y elementos de tierras raras, tienes el triángulo de litio, que hoy en día es necesario para la tecnología. El 60% del litio del mundo está en el triángulo de litio: Argentina, Bolivia, Chile.”

La reiteración de este discurso refleja una estrategia de apropiación y control, que busca canalizar los recursos estratégicos hacia Estados Unidos. Así, la "Agenda América Primero" se nutre de una lógica histórica, reinterpretada para justificar medidas en el ámbito de la seguridad energética y minera, con implicaciones directas sobre la soberanía de los países proveedores.

Soberanía versus Intervención: Un Legado persistente

La tensión entre la soberanía nacional y la injerencia de una potencia hegemónica es el eje central de este debate. Por un lado, el discurso que justifica la intervención —basado en la idea de que los recursos naturales “están depositados” para el beneficio de una nación predestinada— ha permitido a Estados Unidos actuar de forma unilateral en múltiples escenarios. Este modelo, heredado del pasado, se presenta hoy como un mandato para intervenir en asuntos internos de otros países, bajo la justificación de una misión civilizadora o de progreso.

Por otro lado, la creciente interdependencia global y la reafirmación de la autonomía de las naciones ponen en evidencia las contradicciones de este paradigma. La insistencia en “aprovechar al máximo” los recursos, como lo manifestó la generala Laura Richardson, se contrapone a las demandas contemporáneas de equidad y respeto a la soberanía. Esta dicotomía refleja un conflicto que ha marcado la historia de las relaciones internacionales y que continúa configurando un escenario en el que el poder se ejerce a expensas de la autonomía y el desarrollo propio de otros países.

El legado de la intervención y la apropiación se traduce en prácticas que perpetúan desigualdades y favorecen intereses unilaterales. La confrontación entre la lógica de la providencia y la necesidad de un orden internacional basado en la equidad se plantea como uno de los desafíos más importantes de la política contemporánea, evidenciando la persistencia de un modelo que, a pesar de los cambios en las formas de gobernar, sigue siendo el motor de la intervención.

Reafirmación la lógica interventora

La reinterpretación de la frase “Dios depositó nuestros recursos naturales en otros países” permite evidenciar cómo una visión histórica se ha traducido en la práctica, orientando políticas exteriores que perpetúan la hegemonía de Estados Unidos. Tanto las palabras de Daniel Webster en 1851 como las declaraciones de la generala Laura Richardson compaginan fielmente con la era Trump, al constituyen un corpus retórico que reafirma la lógica interventora y la idea de que los recursos externos deben estar al servicio de un supuesto destino manifiesto.

La "Agenda América Primero", en este contexto, se configura como la continuación de una tradición de apropiación y control que ha marcado la política exterior estadounidense durante siglos. Este análisis invita a repensar la legitimidad de un modelo basado en la intervención y a considerar la necesidad de construir un orden internacional que respete la soberanía y promueva la equidad en el aprovechamiento de los recursos naturales. En un mundo cada vez más interconectado, el desafío reside en superar paradigmas que favorecen el unilateralismo y en promover una política global que reconozca el derecho de cada nación a decidir sobre sus propios destinos.

Rafael Méndez

Periodista

RAFAEL MENDEZ. -Periodista de profesión. Diputado al Congreso durante 14 años. Director Ejecutivo-Internacional Antimperialista de los Pueblos. Coordinador-Capitulo Dominicano-Internacional Antifascista. Miembro Dirección Central-Partido Fuerza del Pueblo. Ex presidente del Colegio Dominicano de Periodistas. Pasado Secretario General de los Sindicato Nacional de Periodistas Profesionales y del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Prensa, así como miembro de los Consejos Directivos de la Federación Latinoamericana de Periodistas (FELAP) y de la Organización Internacional de Periodistas (OIP). Político, ex diputado durante 14 años.

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