El miércoles, el mundo financiero fue testigo de un giro dramático. El Dow Jones se disparó 2,600 puntos. El S&P 500 subió un 6.8%. El Nasdaq se elevó un asombroso 8.5%. La razón: una jugada audaz del presidente Donald Trump, quien anunció una pausa de 90 días en sus aranceles recíprocos y una reducción inmediata al 10% para la mayoría de los países.

El anuncio fue celebrado como un respiro para los mercados… con una excepción notable: China.

“Basado en la falta de respeto que China ha mostrado hacia los mercados del mundo, elevo el arancel a sus productos al 125%, con efecto inmediato”, escribió el presidente en redes sociales.

Una jugada de alto riesgo

La decisión genera alivio para muchos socios comerciales de Estados Unidos —desde Europa hasta América Latina— pero intensifica el conflicto con Pekín. Trump extiende una rama de olivo al mundo, mientras empuña un garrote contra China. Y en el corto plazo, los inversionistas aplauden.

Pero ¿es esto parte de una estrategia calculada? ¿O una respuesta desesperada ante la amenaza de una recesión y un mercado bajista inminente?

Hasta hace 24 horas, el ambiente era sombrío: el S&P 500 acumulaba una caída del 17% desde su pico en febrero, y crecía el temor de que la guerra comercial se convirtiera en una crisis financiera. Hoy, ese temor fue desplazado —momentáneamente— por la euforia.

Celebración en Wall Street, dudas en Washington

Peter Navarro, principal asesor comercial de Trump, sigue hablando de un “renacimiento industrial estadounidense”. Pero incluso dentro del Partido Republicano, hay confusión. ¿Qué se busca exactamente: reducir el déficit, castigar a China, repatriar empleos?

“El mensaje está roto,” comenta un estratega conservador. “Y eso deja espacio para que los críticos ganen terreno.”

La reducción arancelaria parece ser una señal de que la presión política y económica estaba comenzando a ser insostenible. Pero el aumento unilateral contra China sugiere que la confrontación estructural continúa.

Una tregua parcial, no la paz

El alivio parcial puede suavizar el impacto inmediato en los precios de productos importados. Sin embargo, la guerra con China podría escalar. Pekín ya ha calificado la medida como “una agresión sin precedentes” y promete represalias.

Además, los mercados —aunque optimistas hoy— no son inmunes a la volatilidad política. “La imprevisibilidad no es estrategia,” advirtió un economista. “Es adrenalina. Pero a largo plazo, agota.”

América Latina: expectación con cautela

Los países latinoamericanos —algunos beneficiarios indirectos de la reconfiguración comercial con China— observan con atención. México, Brasil,, República Dominicana y Honduras podrían encontrar oportunidades si EE. UU. busca proveedores alternativos. Pero la incertidumbre generalizada y el efecto dominó en los mercados globales pueden frenar inversiones y exportaciones clave.

¿Y si esto no es sostenible?

Incluso si la bolsa sigue en alza, la economía real —empleos, cadenas de suministro, consumo— tarda mucho más en ajustarse. Reconstruir capacidad industrial y sustituir importaciones lleva años. Y el ciclo electoral no ofrece ese margen.

Un asesor republicano lo resumió con brutal honestidad:
“Esto puede funcionar a largo plazo… pero muchos de nosotros no vamos a sobrevivir políticamente para verlo.”

Conclusión: la jugada está hecha

Peter Navarro dice que 2025 será recordado como el año en que América renació.
Sus críticos temen que será recordado como el momento en que la economía colapsó por exceso de confianza.

Hoy, los mercados celebran. Mañana, podría comenzar el verdadero juicio.
La historia dirá si este giro es una genialidad estratégica… o una pirueta peligrosa en el filo del abismo.

Ronald L. Glass

Diplomático

Exdiplomático estadounidense | Líder de Desarrollo Internacional | Experto en Gobernanza, Seguridad Nacional, Estado de Derecho y protección de los Derechos Ciudadanos | Impulsando los intereses estadounidenses y la resiliencia institucional en Centroamérica.

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