La pregunta con que iniciamos suena un poco dura, pero es sumamente realista y más importante de lo que parece.
Alguien puede sentir orgullo por: su belleza, su inteligencia, su posición económica, sus apellidos, su preparación académica o su nacionalidad, inmediatamente diría: ¡claro que sirvo! Pero podrías impresionar a todos por lo que tienes y sin embargo no servir.
Para hablar con propiedad debemos comenzar determinando qué quiere decir: Servir. Podemos encontrar diversas definiciones, pero todas nos hablan en función de las atenciones o detalles que se tienen a favor de otra persona. Es la capacidad de poner a la otra persona en primer lugar y ser capaz de olvidarte de tus prioridades. Todos nos dedicamos a realizar actividades que nos resultan placenteras, pero el que sirve, hace aquello que agradará o beneficiará a otro. Hace alusión a convertirse en esclavo, sirviente, guardián o protector de alguien.
El primer ejemplo de servicio lo conociste poco después de nacer, pudiste descubrir cómo hubo personas que se dedicaron a ti, sin cuya ayuda no habrías sobrevivido.
Si piensas que sirves, la próxima pregunta sería a quién sirves. Luego habría que evaluar cómo, cuándo y por qué sirves.
Si un alto funcionario de gobierno, con mucho poder, solamente piensa en su bienestar y provecho, utilizando su autoridad o responsabilidad que se le ha confiado para lucrarse injustamente, realmente pese a la oportunidad de poder dar un servicio valioso, ciertamente no sirve. Y no sirve, aunque sea importante, rico y admirado. En cambio, una pobre anciana que en su pueblo es famosa por los consejos que a menudo ofrece a los jóvenes que buscan su orientación, indudablemente sí sirve.
Obviamente gran cantidad de los servicios que recibimos tienen un precio y los servidores que los proveen reciben su salario o compensación por su aporte. El que trabaja, da un servicio ayudando a otros y tiene derecho de ser recompensado de alguna manera.
Es común notar que los políticos, cuando gana su partido, entienden que hay una deuda con ellos y que deben usarse los fondos de la nación para recompensar su trabajo durante la campaña. Sin embargo, el país no tiene ninguna deuda con ellos, sólo la tiene su partido. Algunos incluso no quieren funciones en el nuevo gobierno sino beneficios sin trabajar.
Quien sirve puede tener dos objetivos: lograr algo para su beneficio personal o simplemente esperar producir bienestar en la otra persona. Por ejemplo, los padres habitualmente se dan a los hijos sin la esperanza de que eventualmente ellos puedan retribuirles sus aportes, porque la felicidad de sus hijos suele ser compensación suficiente a sus esfuerzos, considerando que con cierta frecuencia estamos viendo hijos incapaces de reconocer y agradecer lo que recibieron de sus padres.
En una pareja, la relación ideal es la de servirse mutuamente en todos los niveles, podríamos decir: que cada cual aporte el 50%. Lamentablemente las relaciones suelen ser muy desiguales, a menudo uno de los dos inclina la balanza a su favor y suele creer que tiene mucha habilidad por haberlo logrado y de que nadie lo note, pero ciertamente cuando la relación es desproporcionada afecta a los dos, aunque de manera diferente y también a los hijos. En la intimidad sexual, la relación perfecta se presenta cuando cada cual participa con la esperanza de disfrutar, pero de manera especial, espera complacer a su pareja.
Con todas las personas que nos relacionamos, conscientes o no, hay cierto nivel de servicio mutuo. A los que tienen una relación más distante contigo, tu servicio podría ser simplemente un saludo o una sonrisa.
Sé que sirvo como amigo, en la medida en que le aporte algo a mis amigos. Podría considerar que alguien en mi familia no sirve porque no llena mis expectativas, pero es más importante que analice cuáles son mis aportes a ese familiar que pienso que no sirve.
Servir crea lazos especiales y refuerza el sentido existencial. En condiciones extremas, en las que sobrevivir se hace difícil, se ha podido comprobar que las personas con vínculos fuertes, esos seres queridos funcionan como un poderoso motor para luchar por la vida. En cambio, cuando sólo motiva el bienestar personal, puede resultar más fácil rendirse y considerar que no vale la pena seguir luchando.
La humanidad necesita más personas que sirvan, es de vital importancia aprender de qué manera podemos servir, recordando que cuando no servimos a los primeros que dañamos es a nosotros mismos.
Cuando el agua de un río se estanca tiende a contaminarse y se hace turbia, de igual manera cuando nos cerramos a los demás nos corrompemos internamente.
Quien no sea creyente podría reconocer que el servicio, además de proporcionar sentido existencial, le ayudará socialmente. El creyente sabe además que en la medida en que sirve se integra al plan de Dios y se vincula con el poder supremo del Universo, transformando y transformándose.
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