Sandro Botticelli, Nacimiento de Venus, 1485

Si tuviéramos que elegir entre las pinturas más famosas de la Historia del Arte, seguro que no faltaría El nacimiento de Venus de Sandro Botticelli, su obra cumbre y uno de los símbolos de la Florencia Renacentista, que sigue fascinando a amantes del arte del mundo entero. La belleza perfecta de su protagonista ha inspirado un sinnúmero de pintores y poetas del Quattrocento italiano y se convirtió en una especie de obsesión creativa y sentimental de Botticelli, quien continuó pintándola hasta el final de su vida.

La “Bella Simonetta”, la “Sin par”- estos son los dos apodos de Simonetta Vespucci (1453-1476), objeto de admiración de muchos hombres ilustres de Florencia de mediados del siglo XV, considerada la mujer más bella de su época y cuya muerte prematura contribuyó a su idealización como símbolo de perfección renacentista.

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Piero di Cosimo, Retrato de Simonetta Vespucci como Cleopatra, c. 1480

No se sabe con exactitud ni la fecha ni el lugar de su nacimiento. Según algunas fuentes fue en Génova en 1453, según otras, un año antes en Porto Venere, lugar asociado al nacimiento de la diosa Venus. Provenía de una destacada familia, su padre, Gaspare Cattaneo Della Volta era un noble genovés dedicado al comercio marítimo y actividades políticas.

La casaron joven, de tan sólo 15 años, con Marco Vespucci, de ilustre y rica estirpe florentina, primo del futuro explorador Amerigo Vespucci, que dio nombre al continente americano.

El matrimonio se instaló en Florencia justo cuando acababa de subir al poder Lorenzo Medici, el Magnífico. La belleza de Simonetta se convirtió en el blanco de las miradas de todos, fue considerada un modelo de gracia, elegancia y bondad y la situó en el epicentro de la vida cortesana y artística de la ciudad, ganando la protección de la poderosa familia. El mismo Lorenzo Medici fue impactado por su personalidad: “Su cutis era extremadamente claro, pero no pálido; rosado, pero no rojo. Su porte era serio, sin ser severo; dulce y placentero, sin asomo de coquetería o vulgaridad. Sus ojos vivos, no manifestaban arrogancia ni soberbia. Su cuerpo era finamente proporcionado, y entre las demás mujeres aparecía de superior dignidad. Paseando, bailando o en cualquier otro ejercicio, se movía con elegancia y propiedad. Sólo hablaba cuando era conveniente y dando opinión tan acertada, que no se podía añadir o quitar a lo que iba diciendo”.

El hermano menor de Lorenzo, Giuliano, quedó profundamente enamorado de ella y la declaró su dama de honor. En 1475, coincidiendo con el cumpleaños de Simonetta, se celebró el torneo galante, La Giostra, organizado con motivo de la alianza de Florencia con las ciudades rivales de Milán y Venecia. En el desfile previo al combate Giuliano alzó un estandarte pintado por Botticelli, en el que la diosa Minerva estaba representada con el rostro de Simonetta y acompañada con el lema “La Sans Pareille” (La Sin Par).

Giuliano fue uno de los vencedores del torneo y Simonetta fue coronada como “Regina della bellezza”, lo que consolidó su estatus como símbolo de perfección femenina. Lamentablemente, murió al año siguiente, a la edad de 23 años, probablemente de tuberculosis. Giuliano Medici moriría el mismo 26 de abril, solo dos años después de su amada, asesinado en la Conjura de los Pazzi.

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Botticelli, Retratos de Simonetta Vespucci, c. 1480

La relación entre Simonetta Vespucci y Sandro Botticelli durante siglos ha sido objeto de fascinación y especulación. Aunque no existen evidencias históricas contundentes que demuestren un vínculo amoroso entre ambos, la persistencia de su imagen en la obra del pintor ha dado lugar a numerosas interpretaciones. Lo cierto es que Sandro Botticelli no volvería a tener un amor conocido ni nunca contrajo matrimonio y siguió pintando a Simonetta de mil maneras hasta el final de sus días. En los rostros de sus Madonnas y sus diosas reconocemos los rasgos de Simonetta, sus cabellos rubios delicadamente entrelazados en trenzas bellamente elaboradas, sus finos rasgos, su belleza serena, dulce y melancólica, todavía de niña destinada a morir joven.

La leyenda, además, se alimenta del hecho de que Botticelli pidió ser enterrado a su lado en la iglesia de Ognissanti en Florencia, deseo que se cumplió cuando él falleció 34 años más tarde que ella, en 1510.

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Lápida de Sandro Botticelli en la iglesia de San Salvador de Ognissanti en Florencia.

Y allí, desde hace siglos yace todavía Botticelli junto a la mujer que amó y que inmortalizó en innumerables obras que han trascendido hasta nosotros.

Elena Litvinenko de Vásquez

Historiadora del arte

Elena Litvinenko es licenciada en Historia y Teoría del Arte, con grado de maestría en Bellas Artes y especialización en Pedagogía y Psicología de Educación Superior. Es egresada del Instituto Estatal de Artes de Kiev (Ucrania). Ha llegado al país en 1986 y se ha dedicado a la carrera docente, impartiendo diferentes asignaturas relacionadas con la Historia del Arte, Arquitectura, Artes Aplicadas, Diseño gráfico, Moda, Museología y Museografía en las principales universidades del país: UASD, APEC, INTEC, Universidad Católica Santo Domingo entre otras. Es autora de varios libros, artículos, folletos, cursos didácticos y programas. Ha impartido cursos especializados y diplomados en varias instituciones culturales del país y ha participado como ponente en conferencias científicas y simposios realizados en el país y el extranjero. Es miembro fundadora de la Asociación Dominicana de Historiadores del Arte ADHA y forma parte de su junta directiva.

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