Cinco gigantes de la tecnología. Un desierto cargado de ambición. Y una jugada estratégica que escapa al libreto de la diplomacia convencional. Riad acaba de convertirse, silenciosamente, en el nuevo eje de una alianza que podría marcar el rumbo del siglo XXI.

NVIDIA, OpenAI, BlackRock, Amazon y SpaceX coincidieron en el mismo escenario, convocados por un propósito mayor que cualquier interés comercial aislado. Con Mohammed bin Salman (MBS) como arquitecto y Donald Trump como puente, se empezó a tejer un entramado sin precedentes: una alianza que mezcla defensa, inteligencia artificial, infraestructura, energía y minería espacial. No fue una reunión. Fue una declaración de poder.

El acuerdo inicial contempla una inversión saudita de mil millones de dólares en proyectos estratégicos dentro de Estados Unidos: fábricas, desarrollos de IA, vehículos eléctricos. A cambio, Washington ofrece más de 100 mil millones de dólares en armamento, respaldo a un programa nuclear civil saudita y acceso a tecnología de frontera. Pero esto no se reduce a un simple canje de intereses. Se trata de un rediseño profundo de las reglas del juego global.

Para Estados Unidos, el acuerdo representa una jugada doble: por un lado, capitaliza la narrativa del “America First” con dinero extranjero que impulsa empleos e innovación; por el otro, refuerza su posición en el Golfo como contrapeso a la creciente influencia de China. Para Arabia Saudita, es una vía rápida hacia el sueño de MBS: transformar al reino en una potencia tecnológica capaz de liderar desde el desierto. El nombre ya circula con fuerza: Silicon Dune.

Los próximos días serán decisivos. En la llamada “Fase 1” se anunciarán proyectos por más de 500 mil millones de dólares, que incluyen desde sistemas de defensa hasta iniciativas vinculadas al hidrógeno verde, exploración de tierras raras, plataformas de inteligencia artificial y un acuerdo entre Trump y Elon Musk para desarrollar infraestructura aeroespacial y minera con base en Qatar.

Todo indica que estamos ante una reconfiguración de poder que escapa a los marcos tradicionales. Aquí no hay organismos multilaterales, ni cumbres diplomáticas. Hay datos, chips, satélites y servidores. Hay dinero. Y hay ambición.

Detrás del telón, la pregunta incómoda persiste: ¿hasta qué punto es prudente compartir tecnología crítica con aliados volátiles? ¿Dónde se trazan los límites entre la colaboración y la dependencia? Y, sobre todo, ¿quién garantiza que este nuevo orden no sea gobernado sólo por quienes controlan el capital, la computación y la codificación?

Mientras tanto, China observa. Sin estridencias, pero con atención quirúrgica. El dragón asiático no se quedará cruzado de brazos. Cabe esperar una respuesta que combine inversión en semiconductores, diplomacia energética y consolidación de rutas estratégicas en África y América Latina.

Estamos presenciando algo más que una carrera tecnológica. Es una disputa silenciosa por la arquitectura del futuro. El poder, como lo conocíamos, está mutando. Ya no depende de ejércitos ni de territorios, sino de servidores, algoritmos y dominios invisibles. Las fronteras no se cruzan: se compilan.

Riad ya no es solo arena y petróleo. Es el centro de una red donde el capital compra acceso, influencia y soberanía tecnológica. Y mientras los camellos desaparecen del paisaje, reemplazados por grúas, cables y centros de datos, emerge una certeza inquietante: el próximo imperio no será una nación, sino un sistema. Uno que no se elige en las urnas, sino que se instala, se ejecuta… y se actualiza.

Jimmy Rosario Bernard

Tecnólogo y educador

Catedrático universitario, investigador, Doctor en Ingeniería Informática por la UPSAM de España, experto en Cybercrimen Forensic Investigator y Certified Network Defense Professional (Ethical Hacking). Ha publicado numerosos artículos y trabajos de investigaciones en revistas científicas e indexadas y en congresos nacionales e internacionales. Director del Instituto Global de Educación a Distancia (IGED) y coordinador de un grupo de inquietos en República Dominicana, llamado Materia Gris.

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