El matrimonio históricamente ha contado con la marca de la transacción económica. Durante muchas décadas a la mujer se le ha impuesto un modelo de relación afectivo-sexual que supone ausencia de placer-sexual antes del matrimonio para llegar “virgen”. Esta categoría tiene origen religioso y favoreció  la desigualdad de género desde uno de los ámbitos del ejercicio de poder masculino, el placer sexual.

A pesar de ello, la misma sociedad permitió y favoreció el que existieran mujeres con ofertas de servicios sexuales para los hombres fortalecer su machismo y su virilidad. Estas mujeres estuvieron relegadas a espacios con fronteras claras de dedicación exclusiva a los servicios sexuales que las convirtieron por mucho tiempo en “prostitutas” “cueros” cuando en realidad son “trabajadoras sexuales”. Las relaciones entre mujeres “trabajadoras sexuales” y aquellas catalogadas como “serias” estuvieron por mucho tiempo prohibidas aun cuando probablemente los conyugues de las “serias” pagaban servicios sexuales a las “cueros” o trabajadoras sexuales.

Las trabajadoras sexuales reivindican su actividad  económica como un trabajo e indican en diferentes diálogos y entrevistas que “es mejor ser trabajadora sexual que trabajadora doméstica”. La actividad del trabajo sexual es de las pocas actividades en  las que mujeres en condiciones de vulnerabilidad pudieron acceder históricamente a cierta autonomía económica, en la actualidad se convierte en una de las fuentes de ingresos de muchas mujeres en condiciones de vulnerabilidad.

En los últimos años se han producido cambios significativos en las modalidades de sexo transaccional en el país y se han incorporado modalidades de sexo transaccional en el que se genera una cierta relación de pareja afectiva temporal que mezcla el modelo de “amantes” o “queridas” con el de trabajadoras sexuales, que son las denominadas “chapeadoras”.

El término surge desde la respuesta de muchos hombres que se han sentido supuestamente “engañados” por mujeres que logran condiciones estéticas optimas desde los modelos mercantilizados de los cuerpos de las mujeres y ellos buscan tener un cierto “control” de su vida afectivo-sexual que no logran.

El análisis de estas dinámicas nos enfrenta a la lectura del mercado sexual desde una gran complejidad donde las fronteras entre trabajo sexual, sexo transaccional y placer no están claramente definidas

Muchas jóvenes han desarrollado ciertas resistencias a las relaciones de pareja fija en las que el compromiso y el control juegan un papel determinante y se convierten en ejercicio de poder desde la masculinidad hegemónica.  Lo que ha fortalecido las prácticas de sexo transaccional y relaciones temporales.

La presencia de la violencia de género en las relaciones de pareja fija ha provocado reacciones significativas en jóvenes que reclaman libertades que buscan libertades, ejercicio de derechos sexuales y reproductivos y autonomía en el manejo de su cuerpo sin correr el riesgo de ser víctimas de prácticas de violencia y abuso.

El desarrollo tecnológico ha favorecido a la promoción de alternativas de interacción y relaciones afectivo-sexuales desde plataformas con ciertos mecanismos de seguridad e información que permitan prever riesgos. Aunque, tienen la dualidad de la vulnerabilidad en el manejo de la confidencialidad y discrecionalidad.

El análisis de estas dinámicas nos enfrenta a la lectura del mercado sexual desde una gran complejidad donde las fronteras entre trabajo sexual, sexo transaccional y placer no están claramente definidas e igualmente los cambios en la reproducción del patrón de mujer objeto-sexual y subordinación que tradicionalmente se le ha atribuido al trabajo sexual.

Todas estas dinámicas enfrentan a un modelo patriarcal que se perpetua favorecido por los modelos conservadores que incrementan su incidencia política, social y religiosa y que buscan revertir los avances de las mujeres y jóvenes en la consecución de sus derechos sexuales y reproductivos y en la autonomía sobre su cuerpo.

Este articulo fue publicado originalmente en el periódico HOY

Tahira Vargas García

Antropóloga social

Doctorado en Antropología Social y Profesora Especializada en Educación Musical. Investigadora en estudios etnográficos y cualitativos en temas como: pobreza- marginación social, movimientos sociales, género, violencia, migración, juventud y parentesco. Ha realizado un total de 66 estudios y evaluaciones en diversos temas en República Dominicana, Africa, México y Cuba.

Ver más