Etnoganadería

No caben dudas que la ganadería en toda su extensión (vacuna, ovina, caprina y equina), igual que todas las especies del reino animal que han sido domesticadas, forma parte de lo que Víctor Manuel Toledo y Barrera Bassol han llamado la memoria biocultural, ya que esta deja ver “… las relaciones que la humanidad ha establecido con la naturaleza, que es el soporte y referencia de su existencia…” (La Memoria Biocultural, 2008:15)

La ganadería en la memoria de la humanidad está asociada al descubrimiento de la horticultura o agricultura inicial. Los textos básicos de la antropología social nos permiten conocer numerosos pueblos pastores en el Asia Central, alrededor del río Nilo en África y del sur de Europa. En estas latitudes, estudios arqueológicos que remiten a los inicios del neolítico, así como estudios etnográficos de tiempos recientes revelan la existencia de culturas pastoriles de mucho arraigo.

Cabe señalar que, en término estricto, la dominicana no fue una sociedad pastoril, tal como se describen en los textos etnográficos, ya que en esta sociedad tuvieron también relevancia otras formas de actividad económica, tal como la producción agrícola, sobre todo de la caña, así como formas mercantiles de intercambio. Debe precisarse, sin embargo, que a partir de la ganadería, en particular la vacuna, se forjaron, de manera fortuita, rasgos distintivos de nuestra ideosincracia.

Mostrar la influencia de la ganadería en nuestra cultura es el interés de estas notas. De ella se han escrito pocos ensayos e interpretaciones, a pesar de existir montañas de textos e informes en los archivos, que hablan de dicha actividad en esta isla, durante cinco siglos.

Por eso nos identificamos con los historiadores que plantean que la “ganaderización” de la sociedad dominicana marcó parte del pensamiento social y político de esta sociedad, tanto, que podría atribuírsele a ella, en gran medida, la cultura del dominicano.

Bosch, con su enfoque de etnohistoriador, subraya en su ensayo sobre la composición social del país, la relevancia del hato ganadero en los procesos históricos que dieron origen a la sociedad dominicana; describiendo el proceso por el cual una parte significativa de la población se organizó social y políticamente en torno a la ganadería asilvestrada y su cacería, así como la crianza o ganadería propiamente dicha.

Bosch, dice sobre la sociedad humana que esta, en su “estado natural”, se organiza en torno a las fuerzas económicas que se van desarrollando en su seno.

…cuando se dejan abandonada a sus impulsos naturales, las sociedades se congregan en torno a las fuerzas económicas; allí donde hay metales se forman sociedades mineras, donde lo que rinde beneficio es la agricultura se forman sociedades agrícolas, y en Santo Domingo, una vez extinguida la riqueza del azúcar, lo que quedó como fuente de negocios fue el ganado. (Composición Social Dominicana. Décimo séptima edición de Alfa y Omega. Santo Domingo, 1991: 47),

Bosch, Moya Pons, Cassá, autores con quienes nos formamos en asuntos de historia básica dominicana, dedican, hasta lo que conozco, relativamente, pocas páginas al asunto. Ellos, en gran medida, tratan la cuestión de manera descriptiva. La Historia Colonial de Santo Domingo (1977) del segundo, es excelente historiografía, la que más recurre a describir a la ganadería y al hato, entre los autores, aunque debe decirse que el análisis e interpretación del primero, en Composición Social Dominicana, nos introducen a una comprensión del ADN del dominicano.

Esta metáfora sobre el ADN del dominicano es abordada con más detalles por el antropólogo Fernando Ferrán, en su libro Los Herederos, publicado por el Banco Central de la República Dominicana en 2019. En este libro, su autor desvela aspectos etnográficos dignos de atención para conocer los rasgos, no solo de la subcultura ganadera o hatera, en sí, sino, la del dominicano en general, lo cual es el objetivo de su trabajo.

Lo que llamo etnoganadería son las manifestaciones propias del ganadero o hatero. Es lo que lo define en la historia, lo identifica y autodefine, diferenciándolo de los demás productores agropecuarios y forestales, sobre todo e históricamente, de los cultivadores de tabaco. Al hatero corresponden expresiones mínimas y coherentes (étnoses y étnonimos) dentro de la cultura dominicana. Estas expresiones culturales prevalecen cinco siglos después de haber iniciado en esta isla.

Aunque el propósito de estas entregas no es hacer un tratado de antropología, ni siquiera un artículo específico, es de utilidad detenerse un poco y recurrir a Fernando Ferrán, el nuestro caribeño, antropólogo, profesor e investigador, quien ha hecho grandes aportes para el conocimiento de la sociedad dominicana actual.

Ferrán, en Los Herederos, plantea que la sociedad hatera llega al presente con sus “…características clientelares, siempre dominante de manera vertical transfigurada al presente en diversos actores que se imponen-sobre todo- en el mundo político y en el de los negocios debido a la dependencia de tipo patrón-cliente.” (2019:127). Este estudioso de la sociedad y la cultura dominicana contrapone la subcultura del hatero a la subcultura productiva del conuco de tabaco, donde “…cada propietario interactúa con sus iguales y con una larga cadena de familiares y de intermediarios que ligan cada conuco con el resto de la sociedad y con el mercado internacional” (Ibidem. Pág.128).

Ferrán sitúa la proximidad social de los actores en el hato ganadero dominicano, a cuatro fenómenos culturales, que trataré de resumir:

  1. Solidaridad interétnica de corte paternalista, que favoreció el cruce racial distinto, creando una comunidad mulata.
  2. Dominio de un solo idioma como el español.
  3. El recurso tiempo en la jornada de trabajo no estaba sometida al ritmo y al rigor capitalista.
  4. Relación de poder afectada de subordinación y paternalismo clientelar, lo que el investigador llama “relativo ocultamiento del autoritarismo que atraviesa de manera unidireccional la relación patrón-cliente, de aquel hacia éste.” (Ibidem. Pág.130).

Para Ferran, esa cultura hatera se refleja en el presente “… en el terreno de la política y la administración gubernamental y del Estado” (Ibidem. Pág.131) .

A modo de conclusión, a partir de las descripciones sobre el tema de nuestros historiadores y de los análisis e interpretaciones de algunos de ellos, se puede afirmar que la ganadería y el hato constituyen, 5 siglos después, uno de los elementos distintivos que definen la cultura dominicana, en particular, nuestra mentalidad social y política. Una mejor comprensión de ella nos ayudará a construir una mejor sociedad.