(A Soledad Álvarez, porque Rosa de tierra es su poema favorito)

Resulta curioso que en la historia de la poesía dominicana abunden tanto los poemas de largo aliento o extenso. Pienso en Rosa de tierra, Hay un país en el mundo, Yelidá, Poema de la hija reintegrada, El fuego, Los inmigrantes o Las piedras del ábaco. También, la escritura de obras poéticas extensas: Compadre Mon, por ejemplo. De modo que, con Domingo Moreno Jimenes, Manuel del Cabral, Pedro Mir, Tomás Hernández Franco, Rafael Américo Henríquez, Manuel Llanes, Norberto James y Medar Serrata, se sigue una aspiración común, una meta o un desafío lírico: un proyecto o una utopía, una epopeya o una obsesión. Hijo del también poeta Enrique Henríquez, Rafael Américo Henríquez se inició en el Postumismo y luego se pasó a la Poesía Sorprendida. Poeta de giros modernos o vanguardistas y arcaizantes, impuso con el poema Rosa de Tierra (1944), un estilo surrealizante único, con el que fundó un mundo imaginario, personal y sensorial. Dice Manuel Rueda que dicho texto lo elaboró y corrigió en la mente durante mucho tiempo, antes de escribirlo.

Rosa de tierra como poema se sitúa –como se suele decir— entre el surrealismo y el creacionismo – o sea: entre Breton y Huidobro. El sueño y la creación lo alimentan y le inyectan fantasía, libertad creativa e imaginación. La mar y la luna le irradian al texto dosis de representación. Rosa de tierra es la metáfora de la creación humana. Encarna en personaje femenino: mitad pez y mitad mujer (o diosa), como una sirena mitológica. El exordio del poema representa el ascenso, la elevación y la definición de las cosas, mientras que el final representa la caída y el descenso: de la consumación de la carne al pecado original. Es canto y celebración de la vida y el amor. El personaje es pez que sale del mar y se eleva a la luna, arrastrado por el viento: va de pez de la mar a pez de la luna. Si bien, rosa de tierra es pez, también deviene en “pájaro y sombra de pájaro”. Como la rosa representa la pureza de la flor, asimismo fue el símbolo del romanticismo: la flor más perfecta. El personaje rosa de tierra es, a la vez, pájaro  que bebe agua en la luna –o de la luna. En efecto, rosa de tierra es, al mismo tiempo, pez y sombra de pájaro. El poema depara en múltiples contradicciones  ex profeso, a partir del juego creativo: lo lúdico le inyecta, al sueño creador, la fantasía que lo alimenta. Rosa de tierra es vuelo, y de ahí que la metáfora del acto de volar, encarna la sombra de la rosa y del pájaro. Así pues, el poema representa el cuerpo de la mujer y del deseo de volar. Rosa de tierra es, por consiguiente, el personaje protagonista del poema, es decir, en tanto sujeto poético a quien le canta el yo del autor: Rafael Américo Henríquez. El yo biográfico y el yo del personaje poético del poema se miran como espejos de creación y fuerza de atracción y repulsión: representa la ficción lírica como personaje-objeto del sujeto-autor. “Rosa de tierra es pura ficción como personaje cierto, concreto, sensible a palpo de playa con bulla de veraneante”, dice. El personaje poético  traza un bosquejo –o esbozo– de la realidad y la memoria: raíz sensible y concreción de los recuerdos. Funda un halo místico y misterioso: una aureola –o aura– de la ensoñación y el delirio. La mujer encarnada en pez como metáfora del sueño sin lógica ni orden. Más bien: inventa un reino de caos y fantasía. Rosa de tierra es a la vez pez, pájaro y sombra de pájaro en vuelo: el pez vive al mismo tiempo en el mar y en la luna. Se trata de una metamorfosis, transformación o transmutación de su ser carnal en espíritu y deseo. “Y el pez era pez de la mar y de la luna. El pájaro y la sombra de pájaro no fueron sino canto de tierra. Canto de la tierra tomado por pájaro y sombra de pájaro”.  El poema simboliza un canto telúrico y marítimo, es decir, lunar. Representa a la mujer que se niega a ser pájaro, y por tanto a volver a la mar. Y de ahí que sueña con viajar a vivir a la luna. Pero también, simboliza el origen mitológico de la vida, que nace de un pez. O de la mar, o del agua, como en Tales de Mileto, en tanto principio de todo lo existente.

Rosa de tierra vive, entonces, como personaje ficticio en el agua; es flor que sueña con la luna y las estrellas: canto y música que nacen de la sombra y del silencio. Es música que brota del mar: sinfonía que mora en la luna. Así pues, cielo y mar, luna y agua se reflejan en actos de amor y deseo. El pez es mar y es luna.  O vive entre ambos espacios y moradas. El pájaro vive en la sombra y se oculta bajo la luz de la luna: nunca del sol. De modo que, en el mundo que funda Rosa de tierra, nunca hay sol sino luna: tampoco día, sino noche. El personaje protagonista combate y lucha entre la realidad y la fantasía, el mar y el sueño, la luna y sol. No hay horizonte sino crepúsculo. El alba y la aurora se disipan como sombras. “Para que Rosa de Tierra sepa cómo es la lucha y cómo son las estrellas, será menester que Rosa de Tierra sea realidad y estímulos de recuerdos”, dice la voz poética. La belleza de la rosa nace cuando nacen la memoria y el recuerdo. Entre la sombra de la flor –o de la rosa—la luna danza con la música de las estrellas y del mar. Rosa de tierra es así personaje protagónico, atravesado por el azar. Su simetría entre el mar y la luna hace de ella un ser que dialoga, en correspondencia con las tonalidades musicales y los movimientos marítimos. De suerte que se produce una lucha entre los recuerdos y la realidad visible y viviente.

“Habiendo sido pez de la mar y pez de la luna, pájaro y sombra de pájaro, le había dado cumplimiento a las leyes de la preceptiva. Había quedado lograda la fantasía que ha de alcanzar a cualquier personaje de poema”, dice.

Rosa de Tierra-personaje encarna en “realidad y estímulo de recuerdo”, cuyos ojos y manos se convirtieron en “persona de hembra ventanera”. El personaje Rosa de Tierra de carne y hueso es un ser paradójico, inarmónico y ficticio, que logra su perfección a base de múltiples imperfecciones. Es decir, es un sujeto de matiz poético solitario: “soledad sola, realidad sin presencia de personas ciertas”, afirma el poeta. Tras el exordio y las extensas divagaciones, con espléndidas reflexiones y meditaciones fantásticas, el poema da un giro hacia una zona conversacional y narrativa, en una suerte de monólogo, en un soliloquio de sesenta afirmaciones, donde el personaje poético se vuelve narrador: duda y afirma, sobre su boca, sus ojos y sus manos. Y dice:

–“Serás lo que eres. Tierra, polvo de marina, traído aquí por el sol y vientos de sequía”.

–“Polvo… Seguiré volando”.

–“Hasta la luna… que conozco. Es como una hembra. Hermana única para mí que no he tenido hermana. Ella va mudando en las cosas que yo voy imaginando. Es criatura con conciencia, con gozo de ser criatura; esto es, criatura desnuda, porque ya que el alma no tiene cosa que la cubra, las carnes inocentes han de ir descubiertas”, afirma. Así, vemos la luna como hermana, criatura mutante y desnuda. La muerte se refugia en la noche. O, más bien: es la noche, mientras el amor se aposenta en el día; representa el día, lo claro, la luz y la transparencia. “La muerte es noche cuando el amor es día.

–“La muerte engaña siempre. Ha sido invento mío para que la mentira quedase inventada”, afirma. Se postula así un diálogo metafísico entre Rosa de Tierra y el poeta, entre el personaje y el yo poético.

–“Pensaste lo que soy. Soy la que tú has enterrado y la que han enterrado y han de enterrar todos los hombres”, sentencia.

Rosa de Tierra es flor enterrada: flor lunar que nace de la mar y florece en el cielo. La metáfora de la vida y del nacimiento. El origen de la mujer y del amor. La primera Eva (o Lilith): primera mujer. La encarnación de la carne: centro de gravedad del amor, el erotismo, el deseo y la lujuria. El beso como origen del amor, la sexualidad, el erotismo, la seducción y la cópula.

–“Los besos no recuerdan. Por eso se besa de nuevo”: hermosa afirmación y definición del beso. Así, vemos la relación imaginaria que posibilita la creación, y que es el circuito cósmico del poema: luna, tierra, mar y estrellas, en un diálogo entre el personaje poético y Rosa de Tierra. O el yo lírico y Rosa de Tierra. Pero también, la luna y las estrellas actúan como personificaciones celestes, como la Tierra y el mar se transforman, además, en personificaciones o prosopopeyas. Es decir, en entes vitales, en personajes que habitan el mismo espacio cósmico y telúrico: piensan, viven, sueñan y sienten. La sinestesia aquí actúa como figura retórica, que trasiega y transfiere sensaciones y percepciones de un sentido al otro, en un cruce de caminos entre la tierra y el mar. Como se ve, Rosa de Tierra es un largo poema circular, cuya estructura compositiva está integrada por prosa y versos, narración y descripción, diálogo y ensayo. Es a la vez poema-ensayo y poema-relato: hay una metafísica y una mística, una teología y una cosmogonía. Es decir, un poema que canta y cuenta. Es un soliloquio entre el poeta-autor, y un diálogo entre Rosa de Tierra y el personaje-poético: prosa poética y poema en prosa surrealista. Hay argumento, descripción y diálogo. El poema poetiza y filosofa. El poeta filosofa y poetiza, y al hacerlo, se despersonaliza en sujeto ficticio, que dialoga con un ser ficticio; a saber, una criatura que habita en el mundo de la fantasía y el deseo, el delirio y el recuerdo. Es decir, se produce una masa en prosa, poblada de mitos y leyendas, en la que se confunden la fantasía y la realidad, el sueño y la vigilia, la memoria y la ensoñación.

La voz poética invoca y suplica, de modo imperativo, a Rosa de Tierra, que la bese, y ve en ella la representación de la madre tierra y del polvo. “Bésame. Busco que brotes de mí como brota el humo de las candeladas.

Eres tierra, polvo de la marina traído aquí por sol y vientos de sequía”, afirma categórico.

Habla con un ser enamorado en una metafísica del amor, cuando se refiere al amor por vez primera en el poema:

“Soy carne en tus pechos. Aunque yazga en el fondo de los mares, habré de calentar tu pecho cuando duermas”, sentencia. La voz es dadora de humo, viento, tierra, mar, luna y estrellas. La tierra es así el doble de Rosa de Tierra. Es el espacio y el tiempo donde viven sus realidades y sus sueños.  Habla con la tierra: dialoga como si fuera una personificación de la mujer o de Rosa de Tierra. Así se expresa: “Te he dado lo que eres: tierra… a ti y a todos los hombres. El futuro fue semilla, para que yo fuese hembra y sombra de árbol y lumbre de luna. Todo queda en mí, y todo corre fuera de mí. Soy cuerpo sólido y sombra de cuerpo sólido”. Como se aprecia, se define y le reclama a la tierra lo que le ha dado, incluso la semilla del porvenir, de donde nació la mujer, la hembra, no así el macho. Rosa de Tierra se convierte en la sombra de los árboles y la luz  de la luna. El ser poético se transforma en panteísta, en dios que todo lo ha sido y lo será: creador de los mares, la luna, el mar, los ríos, las estrellas, y todo lo existente. Rosa de Tierra es, en el fondo, una diosa que habita en la sombra, y que vuela en las alas de los pájaros: vive en el fondo del mar y la órbita de la luna. “He sido nivel para que guarden un mismo nivel los ríos, los mares y la luna.

“—Porque somos cosa idéntica. Tierra, polvo de la marina, y polvo de la luna, y polvo del mar. Vas a donde voy; y quedo yo donde quedas. Somos los sueños y la carne y la sangre de todos los hombres”, dice. Así vemos, una correspondencia entre el polvo, la luna, el mar, y un afán de ser los sueños, la carne y la sangre del ser humano. En efecto, Rosa de Tierra está en todas partes a la vez y es muchas cosas al mismo tiempo: está en los caminos de la tierra y del mar. Es un ser omnímodo y ubicuo, como un dios mitológico: el ser poético se vuelve filosófico y metafísico. El texto se torna un monólogo sobre la mentira y la verdad, los pensamientos y los recuerdos. Es decir, en un soliloquio filosófico sobre la razón. “Cuando la muerte sea mentira, han de sobrar todos los caminos.

–La he inventado yo para que la mentira quedase inventada.

–Y sin inventar la verdad, la mentira ha de ser verdad y la verdad mentira.

–Todo ha de ser recuerdo.

–Sin que nada quede.

—Algo ha de quedar. Han de quedar los pensamientos; porque andando sobre los pensamientos, llegan los recuerdos.

–Y por caminos de pensamientos, llega y asoma la luna.

–Y llegan y asoman las estrellas.

–Y los hombres marchan como si no marchasen, y sueñan como si no soñasen”.

–Todos se empeñan en ignorarme. Se figuran que soy como fruta de árbol, que cae porque ya ha madurado; y que el mar es el mar, y la luna, la luna.

–Y que ellos son hombres, y sus sombras son sombras de hombres”, reflexiona con pesimismo. Quien habla es Rosa de Tierra a través de la voz del poeta.

Sus palabras son palabras de amor, ternura, y acaso de odio. En su mundo, las palabras vuelan como alas de pájaros: de las entrañas de la tierra o del fondo del mar. Pero las palabras también son recuerdos y se vuelven recuerdos en la memoria de los hombres. Asimismo, las palabras son pensamientos, que se marchan como la luna en cada fase o como las estrellas en la galaxia, en el movimiento de la noche al día.  Hay aquí una honda reflexión sobre el hombre, su dilema existencial y su destino ontológico, entre la realidad y el sueño. Así se expresa: “Porque los hombres marchan sobre los mares, y sobre la tierra, y sobre los sueños que sueñan. Golpean los caminos cuando creen haber alcanzado mayor quietud; cuando beben o están en aguardo del fruto de la compañera. Y tú, volando y volando, les darás ilusión de reposo, de quietud hogareña; y yo, de los recuerdos que son como el ganado que ellos gobiernan o como el agua que beben cuando les quema la sed”. Entre los hombres y Rosa de Tierra hay un diálogo secreto, imaginario y fantástico. El reposo y la quietud se enfrentan como espejo que refleja una dialéctica con el movimiento de las cosas. En el texto actúa como leit motiv la frase “realidad y estímulo de recuerdo”: entre la tierra de los muertos y la luz para los que nacerán. Entre las lágrimas que derrama la muerte y la risa que irradia la vida: luz y tierra.

–“Porque decimos callando, y lloramos con que se vean las lágrimas y cantamos con lágrimas lloviendo sobre el júbilo de cantar”, afirma. Las palabras y los sueños representan la verdad de la vida en su mundo poético. Así, los recuerdos se convierten en recuerdos a través de las palabras.

El epílogo del poema semeja un descenso o caída en el abismo del ser. El vuelo del pájaro cae con sus alas desde la luna en el centro del mar y hasta el borde de la tierra, como el pájaro tralalí de Vicente Huidobro, con el vuelo en paracaídas de Altazor (1931). La luna, con su belleza, da luz, y las alas del pájaro, que le cantan a Rosa de Tierra canciones y leyendas del mar, se atraen, se miran y se enamoran. Esa luna que da luz a los caminos, desde su silencio eterno y misterioso. La luna de sangre también es lámpara dadora de luz, con que alumbra las noches de los durmientes y de los enamorados. Cuando se oculta más allá de las nubes, la luna da luz brillante a los vivos y a los muertos. La luna es Rosa de Tierra y Rosa de Tierra es la luna.

Basilio Belliard

Poeta, crítico

Poeta, ensayista y crítico literario. Doctor en filosofía por la Universidad del País Vasco. Es miembro correspondiente de la Academia Dominicana de la Lengua y Premio Nacional de Poesía, 2002. Tiene más de una docena de libros publicados y más de 20 años como profesor de la UASD. En 2015 fue profesor invitado por la Universidad de Orleans, Francia, donde le fue publicada en edición bilingüe la antología poética Revés insulaires. Fue director-fundador de la revista País Cultural, director del Libro y la Lectura y de Gestión Literaria del Ministerio de Cultura, y director del Centro Cultural de las Telecomunicaciones.

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