Se me esfuma la esperanza de ver a Pedernales convertido en una “tacita de oro”.
Me ha atrapado la metáfora sobre tal envase usada por el presidente Leonel Fernández (1996-2000) cuando se refirió al destino de la provincia al responder nuestra pregunta como director de noticias de Radio Mil Informando (Pedernalense para más señas), durante el primer Diálogo con el presidente, para ejecutivos de medios de comunicación, escenificado en Tele-Antillas en 1997.
Ya su gobierno había comenzado la gran batalla judicial por la recuperación de los 362 millones de metros cuadrados de la parcela 215-A, parque nacional y parte con vocación turística, pero robada bajo la máscara de agrícola por una mafia encabezada por funcionarios balagueristas.
Una litis que se extendería hasta 2018, en la gestión de Danilo Medina, cuando se produjo la sentencia definitiva y funcionarios volvieron a anunciar con más vibras el gran despegue turístico de la provincia y la región Enriquillo con el proyecto en Cabo Rojo al comando.
La ambiciosa iniciativa sería posible en cerca de cuarenta millones de metros cuadrados deslindados de tal parcela ya libre de trabas legales; sin embargo, pronto, en 2020, el Partido de la Liberación Dominicana presidido por Medina perdería las elecciones ante el Partido Revolucionario Moderno (PRM) y su candidato Luis Abinader, cuya gestión ha iniciado las obras y procesos formativos.
La esperanza se me va, sin embargo, no porque la confrontación judicial se haya extendido dos décadas con la connivencia de actores locales, frenando así el arranque turístico esperado por el colectivo, aunque por eso aún “me hierve la sangre”.
Me abruma el letargo sufrido hoy por los municipios de la provincia (Pedernales y Oviedo) y sus respectivos distritos, secciones y parajes respecto de los considerables avances en las obras del proyecto turístico oficial con alianza privada (hoteles, terminal de cruceros, aeropuerto, acueducto, alcantarillado pluvial y sanitario, planta de tratatamiento, vías de acceso), mientras el tiempo se acaba.
Y me entristece el rumbo que lleva el tigueraje del malo con la búsqueda afanosa de imposición de la anarquía, abonada por un ensordecedor silencio de quienes deberían, al menos, gritar a los cuatro vientos: ¡Paremos esta vaina!
La delincuencia en todas sus variantes gana terreno. Narcotráfico, puntos de drogas, “vaqueros” blandiendo armas de fuego y tirando a matar, espacios públicos tomados para francachelas privadas (calles, aceras), robos, asaltos, negocios sexuales con niñas y niños, irrespeto por todos los lados… enrarecen cada vez más la atmósfera. El bandidaje se adueña del pueblo, mientras las personas decentes y honestas ya han sido arrinconadas, están en total indefensión.
En extinción, valores tradicionales como respeto, solidaridad, honestidad, puntualidad y honradez. Perdimos la vieja “competencia” con Baní sobre cuál sería el pueblo más limpio de la región. Cualquiera tira desechos a las vías públicas; los charcos de aguas residuales y matojos están a la vista. No hay alcantarillado pluvial y sanitario ni planta de tratamiento; esperan por Inapa. Los plays semejan potreros; esperan por el Mide.
Callar o negar esa realidad, por conveniencia personal, representa un brutal acto de complicidad. Inaceptable.
Urge la puesta en valor de los municipios para que sirvan de atractivos a los turistas. Ser creativos, para que no los lleven desde Cabo Rojo con el riesgo de desencanto, sino que vayan por decisión propia y “corran la voz”. Volver, volver, la palabra mágica que las autoridades y cada pedernalense deberíamos tener entre ceja y ceja, si queremos turismo de calidad para rato.
La venta de artesanías y alimentos, la oferta de bailes y algún acto de máscaras, están bien, pero otros polos siguen esa rutina y, por experiencia acumulada, nos llevan la milla. Deberíamos pensar, entonces, en ventajas competitivas, en aquello que nos haría singulares, diferentes, como provincia. Y en esa no estamos.
En los municipios es perentorio asumir nuestra responsabilidad construyendo atractivos que provoquen el enamoramiento de turistas y visitantes.
Solo cinco sugerencias:
- El parque central del municipio Pedernales. Debería ser intervenido para convertirlo en una marca provincia. En la actualidad es rutinario y no supera ni siquiera al de la era de Trujillo, que lucía un obelisco. Las palmas real y cana, caobas, guayacanes, robles trasplantados grandes lo convertirían en un bosque encantado. El centenario guayacán que vive en su esquina Antonio Duvergé con Mella sirvió como primera carnicería del pueblo. Algún monumento en homenaje a los músicos y a la música debería ser valorado. Consorcio Cabo Rojo/Grupo Puntacana, nuevo socio del Gobierno en el proyecto de desarrollo turístico, debería apadrinar este proyecto en el marco de la responsabilidad social empresarial.
- Monumento a las familias originarias y fundadoras de la comarca. Si se piensa como obra de arte, no chapuza, sería un excelente atractivo para turistas que buscan más que sol, playa, romo y sexo. Las nuevas generaciones locales también necesitan referentes históricos y culturales. Sin esos pilares y con tantas tentaciones, no hay futuro promisorio.
- Un parquecito con el letrero Pedernales y detalles propios del territorio (jutía, solenodonte, cerdos cimarrones, iguanas, cangrejos, langostas, orquídeas y otras), pensado y diseñado por arquitectos sería sitio ideal para fotografías y distraerse, si previenen la conversión en antro de bebentinas y conflictos.
- Un museo para exhibición de muestras de nuestra fauna, flora y arte rupestre hasta ahora invisibilizado y, de paso, un acuario.
- Un Food Truck o gastroneta. Si buscan un lugar adecuado y lo hacen bien, con detalles singulares y gastronomía local de primera, a precios razonables, sería un boom. Sería factible con una alianza estratégica entre el ayuntamiento y empresarios locales como Rafelín Pérez, Máximo Féliz, Katia Adames/Marino Vilomar y otros podrían asumir este proyecto.
De cara al proceso turístico en curso, cada quien debe asumir su responsabilidad para construir municipios vivibles y saludables más allá de la dinámica de Cabo Rojo. La responsabilidad comienza con las autoridades, que deben garantizar seguridad y orden, sin miedo, sin contemplación. El empoderamiento comunitario es vital en el proceso. Tener presente que hacemos fronteras terrestre y marítima de alto riesgo.
Sobre las obras sugeridas, lo más caro son las ideas, y se las hemos regalado. Si escuchan, si se alejan del sectarismo y tienen voluntad de gestión, en poco tiempo tendríamos otro Pedernales, compatible con el aspiracional de la gran mayoría, no un legado caprichoso de alguien. Aún estamos a tiempo.
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