Todos los movimientos sociales tienen detractores, incluso entre quienes se benefician de las conquistas. Se ha visto con los obreros, que se vuelcan contra los sindicatos, o con las mujeres, que se vuelcan contra el feminismo.

El movimiento feminista ha sido crucial en las luchas por el derecho de las mujeres al sufragio, a la educación, al trabajo, a la salud reproductiva y a la participación política, pero muchas denigran el feminismo.

En las cinco décadas que transcurrieron entre 1965 y el 2015, el movimiento feminista fue vanguardia en promover las transformaciones sociales que posicionaron a las mujeres en la esfera pública como sujetos de derechos. Se observa por doquier: muchísimas se benefician de los derechos conquistados y hasta los asumen como naturales, pero se ufanan en declararse antifeministas o no feministas.

Ahora se enfrenta una nueva situación: en la última década ha surgido un fuerte movimiento político conservador que busca reposicionar a los hombres en su rol de supremacía, con muchas mujeres cómplices de ese movimiento por acción u omisión.

No es que los hombres perdieran el predominio, como se quiere hacer creer, sino que, en la medida que las mujeres fueron ocupando posiciones en el mercado laboral y la política, los hombres perdieron el monopolio del poder.

Muchas se resisten a entenderlo, y ni siquiera reconocen por qué han logrado avanzar y cambiar sus vidas.

Por ejemplo, si antes había poquísimas diputadas, ahora hay más y los hombres no tienen ya el monopolio de esas posiciones. El impacto de la cuota para lograr esos cambios es claro: donde no hay cuota, hay poquísimas mujeres: en el gabinete presidencial dominicano hay solo dos ministras de 22 ministerios y en el Senado solo cuatro senadoras de 32 senadurías.

La cuota de representación que promovió el movimiento feminista fue crucial para lograr que más mujeres ocuparan puestos de poder político; sin embargo, muchas mujeres políticas, en campaña o cuando ganan, rechazan el feminismo.

Lo hacen para congraciarse con el poder masculino, porque es más fácil acomodarse desde la subordinación que desafiar la autoridad masculina en el partido, en el congreso o la iglesia.

Actualmente, el mundo vive una conmoción conservadora que tiene como uno de sus objetivos retornar las mujeres a los roles tradicionales y eliminarle derechos, porque la presencia cada vez mayor de mujeres en la economía y la política desafía la supremacía masculina.

En esa cruzada participan muchas mujeres desde los medios de comunicación, las redes sociales y la política. Denigran a las feministas y se proclaman antifeministas, aunque llegaron a las posiciones que tienen porque el feminismo abrió los caminos.

Por décadas, el feminismo ha tratado de ofrecer información y promover el análisis crítico para que las mujeres entiendan la situación de subordinación en la que han vivido. Muchas se resisten a entenderlo, y ni siquiera reconocen por qué han logrado avanzar y cambiar sus vidas.

Ante la avalancha conservadora, el feminismo enfrentará mayores dificultades para avanzar a partir del razonamiento crítico porque muchas mujeres están fanatizadas en su conservadurismo. Tendrán que padecer las consecuencias de sus posturas para quizás comprender cómo se lograron los derechos y quién busca arrebatárselos.

Que luchen ahora las antifeministas.

Rosario Espinal

Socióloga

Autora de los libros “Autoritarismo y Democracia en la Política Dominicana” y “Democracia Epiléptica en la Sociedad del Clic”, y de numerosos artículos sobre política dominicana publicados en revistas académicas en América Latina, Estados Unidos y Europa. Doctora en sociología y profesora en Temple University en Filadelfia, donde también ha sido directora del Departamento de Sociología y del Centro de Estudios Latinoamericanos.

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