Raíz del caos migratorio
Debemos partir de la siguiente realidad, actualmente la República de Haití ha dejado de existir como un estado funcional, y esta realidad política impone necesariamente un reto existencial para el pueblo dominicano y el estado de la República Dominicana.
Desde las ocupaciones militares del siglo XX por deudas coloniales, hasta las más recientes "misiones de paz" de la ONU, el hermano pueblo de Haití ha sido víctima de una injerencia sistemática del imperialismo occidental (EE.UU y Europa), que ha saqueado sus recursos naturales, empobrecido su economía, y destruido su institucionalidad y soberanía como estado. Las élites extranjeras en conjunto con una oligarquía haitiana indiferente y lacaya, han convertido a Haití en una nación intervenida, arruinada y sin capacidad de autogobierno. La raíz fundamental de la migración masiva de Haití hacia República Dominicana empieza por aquí. La culpa histórica la tiene mayormente imperialismo occidental, por lo tanto, no pueden ser parte de la solución del problema.
Oligarquía y corrupción
La historia de la migración masiva de igual modo está profundamente entrelazada con los intereses económicos y políticos de la oligarquía dominicana. Desde principios del siglo XX, la oligarquía dominicana ha promovido y explotado esta migración para satisfacer la demanda de mano de obra barata en sectores clave de la economía nacional como eran los ingenios azucareros de la época. Esta práctica fue aumentando hasta representar actualmente la mayor mano de obra en nuestras industrias nacionales estratégicas como la construcción, el turismo y la agricultura.
La oligarquía dominicana ha utilizado la migración ilegal haitiana para precarizar el trabajo, reducir salarios y aumentar sus beneficios. En vez de invertir en los trabajadores dominicanos y elevar la calidad de vida de nuestro pueblo, prefieren importar miseria para lucrarse. Esta agravante situación continúa generando un mercado laboral en el que los trabajadores dominicanos deben competir con haitianos dispuestos a trabajar por salarios más bajos, lo que afecta negativamente las condiciones laborales y salariales de la clase obrera dominicana.
De igual forma, es muy conocida la corrupción política-militar y como se lucran de la gestión migratoria. El pueblo dominicano conoce muy bien sobre la existencia de redes paralelas a los consulados dominicanos que gestionan y venden visas. Además, se ha documentado el tráfico ilícito de haitianos, un negocio fronterizo que explota la desesperación de los migrantes. Y ni hablar del poder que ejerce el tráfico de drogas y armas, que fluye libremente por nuestra frontera.
Globalización neoliberal
Debemos denunciar también a la globalización neoliberal como responsable del caos. Este proyecto político-económico es impulsado por las élites transnacionales del imperialismo occidental a través de sus organismos financieros y corporaciones globales (Banco Mundial, FMI, USAID, Foro Económico Mundial).
Este modelo impone a los países del sur global la apertura de sus economías, la liberalización de su mercado laboral, la flexibilización de sus fronteras y la adopción de políticas dictadas desde Washington o Bruselas que buscan eliminar la soberanía de los Estados nacionales en nombre de los “mercados libres”. Otro objetivo principal es reemplazar los estados soberanos por estados transnacionales, dependientes de estos organismos internacionales. Es por eso que se promueve el “derecho humano” para migrar sin restricciones, subordinando las leyes soberanas de cada país al “derecho internacional”.
Bajo este orden internacional, la migración ya no es un fenómeno económico o político que se regula según el interés nacional, sino un “derecho humano” absoluto que debe ser garantizado por los estados, incluso si esto implica saturar sus capacidades institucionales, económicas y culturales. Este falso “derecho” es convertido en arma geopolítica para cambiar sociedades y civilizaciones.
Antiimperialismo y la Patria Grande
No se puede comprender el estado fallido que vive hoy Haití — ni la amenaza que esto representa para la estabilidad de la República Dominicana — sin entender la lógica destructiva del imperialismo. La primera condición para que un pueblo pueda ser libre y determinar su propio destino, es no estar sometido a ninguna potencia extranjera, y esto lo afirma contundentemente el pensamiento Duartiano. El imperialismo occidental liderado por EE.UU, en sus formas militares, económicas, políticas y culturales, ha sido y sigue siendo la principal amenaza para la soberanía dominicana.
Desde principios del siglo XX tanto República Dominicana como Haití han sido y siguen siendo víctimas de la maquinaria guerrerista de EE.UU, que desea seguir imponiendo su control sobre nuestros recursos naturales, mano de obra, mercados, y sometiendo a nuestros pueblos a las reglas de juego de su capital financiero.
La conciencia antiimperialista en América Latina es herencia directa de las luchas republicanas del siglo XIX y de las luchas de liberación nacional del siglo XX. Es la continuidad de las luchas de Bolívar, Duarte, Louverture, Martí, Sandino, Luperón, Fidel, Caamaño, y Chavez. Es esta conciencia antiimperialista que nos permite ver claramente que la solución al estado fallido de Haití no va a venir de quienes la crearon. Haití no será salvado por Washington, ni por Bruselas, ni por la ONU, ni por las ONG. La única esperanza real es la unión de los pueblos latinoamericanos y caribeños en una política regional como Patria Grande.
Queramos o no, la República Dominicana enfrenta el reto histórico de tener que liderar en teoría y práctica esta unión latinoamericana, para poder defender nuestra integridad territorial del caos y estabilizar a Haití. Como país, Haití necesita orden, paz, producción y defensa, y solo la unión de la Patria Grande podrá construir un nuevo estado en Haití.
Intereses Nacionales
Todo poder ejerce su orden, este es un principio universal. Cada estado tiene derecho a controlar la migración que entra por su frontera, bajo qué condiciones y en qué cantidad, para preservar su integridad social, económica y territorial.
Frente al colapso de Haití y el avance de ejércitos paramilitares en su territorio, la República Dominicana tiene el derecho y deber histórico de defender su frontera. Igualmente, la complicidad de sectores políticos corruptos dominicanos que facilitan la migración ilegal en la frontera debe ser erradicada. No necesitamos nuevas leyes para regular la migración, sólo hacer cumplir nuestras leyes ya existentes.
Es importante no olvidar que el verdadero motor de nuestra nación es la clase trabajadora que sostiene a nuestro país con la contribución de sus salarios. Nuestra clase trabajadora no puede seguir siendo marginada y abandonada.
Nuestra oligarquía, súbdita de los intereses imperialistas, ha apostado a la división, la precarización y el debilitamiento de los sindicatos nacionales. Es necesario impulsar un renacimiento del sindicalismo dominicano, con enfoque en los sectores estratégicos de construcción, hotelería, y agricultura, que acompañe las demás reivindicaciones laborales del pueblo dominicano. Necesitamos una clase obrera organizada para crear una democracia participativa y una economía productiva.
Para pensar como nación y civilización libre y soberana, debemos construir nuestro propio sistema de pensamiento, como país y Patria Grande. Esto solo será posible si actuamos con conciencia de nuestros intereses ideológicos y geopolíticos. La existencia de un estado fallido en Haití es una contradicción antagónica, que amenaza la paz y seguridad del estado dominicano y de la Patria Grande.
En conclusión, más allá de las amenazas del caos, Haití también representa una oportunidad natural de alianza económica e integración regional para la Patria Grande, pero esta alianza solo será posible si Haití se reconstruye como Estado viable.
Compartir esta nota