La vida nos enseña que nuestra corporeidad no es el límite de nuestra personalidad. Nuestras ansias de más no se sacian con la acumulación de cosas ni de bienes materiales porque hasta ahora no ha aparecido “la cosa”, ni los bienes materiales que hayan podido saciar el ansia de Más existente en las personas.

Ahora bien, si nos fijamos en nuestro interior, encontramos un componente de nuestra identidad que no lo tocamos, no lo vemos, no lo olemos, no lo saboreamos, no lo oímos y no lo podemos negar: el pensamiento, la racionalidad, la conciencia. Es tan real como nuestro cuerpo, que vemos, tocamos, olemos, sentimos y oímos. Tanto el cuerpo como el pensamiento, la racionalidad, la conciencia necesitan un cuidado, una atención especial.

Tanto el cuerpo como la conciencia necesitan tiempo y un alimento adecuado… Es por eso que decíamos que necesitamos sacar un tiempo para encontrarnos con el Ser Trascendente y conmigo mismo. Un tiempo exclusivo, sin bulla y que nos lleve a escucharnos. Tenemos que conocer y saber qué hay dentro de mí. Ahí está lo decisivo en la vida de cada persona…

A los funcionarios elegidos y nombrados se les paga para que administren y ofrezcan servicios que la población necesite; no son elegidos ni se les paga para que roben a su antojo.

Aquí, ya estamos en el campo de la espiritualidad: dialogar con Alguien que no se ve, ni se toca, ni se siente, ni se oye; pero nos entendemos, es un Ser muy especial y nos hace especiales a nosotros. Somos un cuerpo espiritual. Y a esa relación con el Ser Espiritual le llamamos Espiritualidad. Esas relaciones repercuten en todo lo que hagamos en la cotidianidad.

Tenemos que descubrir que lo más determinante en la corporeidad de mi vida no es lo que yo pueda acumular en bienes materiales, sino lo que yo pueda compartir y, más aún, lo que yo pueda ofrecer al otro solidariamente, porque así nos beneficiamos los dos a PLENITUD… Aquí está la raíz de la comunidad.

Solo ahí, en el compartir solidario, a nivel personal e institucional, aparece la fuente que sacia al ser humano.

Hemos llegado a la existencia sin pedirlo ni exigirlo. Nuestra vida es una donación, como la fe, y conscientemente tenemos que llegar a Quien nos hace partícipe de la VIDA, que es nuestro fin último: LA PLENITUD, donde viviremos sin tiempo límite como Espíritus Corporales. Ese Estado de Vida lo podemos hacer presente ahora, aquí, viviendo en COMUNIDAD.

La comunidad es el inicio de lo que nos plenifica y sacia nuestra ansia de más, manteniéndola.

El ansia de más no se agota. Ahí está la raíz del infinito humano, que nos diviniza porque estamos hechos a “imagen y semejanza…” del Ser Trascendente. Y no estamos hechos, sino que nos vamos haciendo, porque el “hacerse” continúa en la eternidad…

Fijémonos en las características actuales de la vida comunitaria en la vida consagrada: todos tenemos cubiertas nuestras necesidades vitales y no poseemos nada; pero continúan las limitaciones… Un ejemplo: la Consagración a un “Servicio Financiado” o a “Compartir y Comunicar Vida”.

Otro estilo es la comunidad apostólica, que se puede mantener “viviendo de la Providencia”, radicalidad evangélica de Jesús y los Apóstoles, vivir con lo que la gente da por un “Servicio Solidario”, estilo de vida que hemos dejado “a las aves del cielo y a los lirios del campo”… (Mt. 6,25-30).

Otro estilo de comunidad que hace presente el “Sí, pero no” de la parusía: Evangelizar en “sinodalidad”, en palabras del Papa Francisco, que trasciende el tiempo y las culturas, se puede lograr en la “comunidad eclesial”; es seguir pisando las huellas de Jesús y los apóstoles. Comunidad formada por todos los bautizados continuadores de la obra de salvación de Jesús en la Iglesia Católica. Nuevo Pueblo de Dios (LG. 11).

¿Qué es espiritualidad? Es una actividad que me lleva a relacionarme con Dios continua y cotidianamente, a través del Otro y la Naturaleza; me da un estilo de vida y define mi personalidad…

Fijémonos: actividad continua… ¿Es que la persona hace una sola cosa? NO. La persona hace muchas cosas al día…, y en la vida muchísimas… En cada una de esas actividades que haga la persona, puede comunicarse con Dios, puede permanecer unida a Dios… El hilo conductor es la “Voluntad de Dios” y la aguja, “mi Valor Originario”; así vamos tejiendo, definiendo nuestra propia personalidad; en ese sentido, todo lo que yo haga me mantiene unido/a a Dios… si lo hago apoyada/o en lo que le da sentido a mi vida.

Mi valor originario, lo que me sacó de mi casa… Aquí está la raíz de la ESPIRITUALIDAD Y DE LA YOICIDA: Mi Valor Originario lo puedo usar para legitimar mi seguridad personal e institucional en la relación con Dios, el Otro y la Naturaleza; así tengo YOICIDAD…; o puede determinar mi ESPIRITUALIDAD PERSONALIZADA si me sirve para hacer la Voluntad de Dios en la relación con el otro y la Naturaleza, ofreciendo un servicio solidario.

Ese valor originario no lo invento yo, ni nadie me lo impone… Es una invitación, una propuesta, una llamada de Dios, que la siembra en mi corazón y yo lo acepto libremente y determina mi comportamiento… Dios, que me da la Vida y la Fe, me conoce más que yo mismo a mí y quiere que yo me desarrolle a plenitud siendo fiel y creativo a mi Valor Originario en las diferentes etapas de mi vida.

También, para la sociedad civil y la oficialidad, sociedad política, es posible vivir en comunidad, si aceptan vivir los cinco sentidos de lo social, de la convivencia humana:

· Sentido de humanidad: Este sentido tiene su base en la única ley del Reino de Dios: “al otro como a mí mismo”. Amor a Dios y amor al Otro no son dos leyes; es la misma. La vida y la fe son donación igual para todos y todas. Mis relaciones con el Ser Trascendente pasan por el Otro. No puedo decir que amo a Dios si no amo al otro.

· Sentido de fe eclesial: El “yo” no es absoluto porque no se ha dado la vida a sí mismo, sino que la ha recibido de un ser diferente y trascendente… Lo mismo el perdón; lo ha recibido de Jesús, el Mesías, sin que nadie lo haya mandado a buscar. Jesús viene por solidaridad. ¿Crees en Jesús? Si tienes fe, es para continuar la misión salvadora de su obra.

· Sentido de profesionalidad: Los servicios que ofrecemos al Otro empobrecido tienen que ser lo mejor de lo mío y de lo nuestro. Excelencia profesional en servir sin esperar recompensa. Amar es servir.  La subsistencia personal sale de lo que yo sé hacer para vivir, profesión u oficio; con eso me mantengo; mi subsistencia no sale de un trabajo social solidario que yo haga.

· Sentido de gratuidad solidaria: El servicio de opción no tiene precio; es la entrega solidaria desde la debilidad la que hace actuar a la fuerza de Dios, que se hace presente cuando la persona ha hecho todo lo que está a su alcance como un servicio extraordinario, solidario; ese es mi aporte. También los beneficiarios tienen que hacer su aporte solidario, como el Gobierno, que administra los bienes materiales de la ciudadanía. Y Dios pondrá lo que falta…

A los funcionarios elegidos y nombrados se les paga para que administren y ofrezcan servicios que la población necesite; no son elegidos ni se les paga para que roben a su antojo. El servicio es la mejor campaña que el funcionario elegido o nombrado puede hacer.

· Sentido de poder popular: El servicio solidario genera cohesión entre los beneficiarios “unidos y organizados” y la gente de buena fe.

La fuerza de la unión organizada es la fuerza de Dios porque beneficia a todos, a los que sufren la necesidad y a los que no la sufren directamente, porque pueden resolver con sus recursos propios…

Aquí está la raíz de la COMUNIDAD y de la LUCHA NO VIOLENTA. Nadie se puede apropiar de la victoria. La victoria es por el esfuerzo de todos.

El desafío de vivir en comunidad es para la humanidad. El Reino de Dios es inclusivo y cada persona tiene que buscar cuál estilo de comunidad le ajusta.

Regino Martínez S.J.

Sacerdote

El sacerdote Regino Martínez es el coordinador del Servicio Jesuita para los Migrantes Refugiados en Dajabón.

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