En el corazón de la historia dominicana del siglo XIX late la figura del general Pedro José “Perico” Pepín, un hombre que convirtió la lealtad en una forma de vida y la acción en su lenguaje más profundo. Su existencia, recogida en la obra General Perico Pepín, es el retrato vívido de una época en la que la política y la guerra eran inseparables, y en la que el honor personal marcaba la diferencia entre la sombra y la posteridad. A través de estas páginas, la vida de Perico se transforma en un relato de valentía, fidelidad y fuerza interior que trasciende los episodios bélicos para revelarnos la esencia de un liderazgo forjado en el silencio de los campos y en el fragor de la batalla.

Perico Pepín nació en Santiago en 1859, en una República Dominicana que apenas consolidaba su independencia y que estaba atravesada por luchas internas, caudillismos y revoluciones. Hijo de Pedro Pablo Pepín e Ignacia Batista, su niñez transcurrió lejos de la educación académica; su verdadero maestro fue el campo, con su ritmo de cosechas y tormentas. La rudeza de la vida rural lo templó en el trabajo y en la resistencia, dándole un carácter firme y un sentido del honor que nunca abandonaría. Era un hombre que mascaba el cigarro con la misma serenidad con que enfrentaba el peligro: su valentía no era arrebatada, sino reflexiva, y por eso inspiraba respeto sin necesidad de levantar la voz.
Su carrera militar comenzó en la adolescencia, cuando la República se debatía en revoluciones y golpes de Estado. En la llamada Revolución de Los Pinos, en 1877, su arrojo lo hizo destacar entre quienes se rebelaban contra el gobierno de Buenaventura Báez. Desde entonces, su destino quedó ligado al de Ulises Heureaux, el temido Lilís, a quien acompañó en múltiples campañas y en la consolidación de su poder. Perico no fue un estratega de gabinete ni un ideólogo de discursos; fue un hombre de acción, un guerrero que, a fuerza de machete y coraje, se ganó un lugar en la historia. Su fidelidad hacia Lilís se convirtió en un símbolo de su vida: cuando el dictador fue asesinado en 1899, Perico, al frente de dieciocho hombres, cabalgó hasta Moca para rescatar su cadáver y darle sepultura digna en Santiago. “Los que tengan pantalones, que me acompañen”, dijo entonces, resumido en una frase su sentido de amistad y honor.
Pero su lealtad no fue ciega ni su mano sanguinaria. Se opuso a fusilamientos injustos, defendió la propiedad ajena incluso en tiempos de guerra y escogió con cuidado a los hombres que lo acompañaban. Gobernador de Santiago y luego de Puerto Plata, supo imponer orden sin alardes ni crueldad, más con el peso de su ejemplo que con amenazas. Para Heureaux, Perico era más que un subalterno: era un hombre “colgado de su corazón”, un compañero inseparable en la turbulencia política de la época.
La muerte de Lilís no apagó su fuego. Continuó participando en las agitadas revueltas que siguieron al vacío de poder y encontró la suya en 1903, abatido en la acción de San Carlos. Con él murió no solo un soldado valiente, sino también un modelo de fidelidad que hoy parece casi mítico. Los testimonios recogidos en la obra de Méndez y Almonte rescatan no solo al guerrero, sino al ser humano que amaba la tierra, los gallos y las amistades verdaderas, que supo ser campesino y comandante, hombre de campo y de armas, sin traicionar nunca su esencia.
La historia de Perico Pepín es, en última instancia, una lección sobre la grandeza callada. En tiempos donde el liderazgo suele medirse en ruido y popularidad, su vida nos recuerda que el honor y la lealtad son valores que se demuestran con hechos. Su machete, su silencio y su ejemplo siguen hablándonos desde el siglo XIX, invitándonos a mirar la historia dominicana no solo a través de sus grandes discursos, sino también de aquellos hombres cuya firmeza y valentía hicieron posible la continuidad de la nación.
Conclusión
Leer General Perico Pepín es adentrarse en una parte vibrante y poco explorada de la historia dominicana del siglo XIX. Humberto Méndez y Anthony Almonte, sus dos autores, logran algo más que narrar la biografía de un militar: convierten a Perico en un símbolo vivo de lealtad, valentía y sentido del honor. Su prosa combina la rigurosidad de la investigación histórica con la fuerza narrativa de un relato que atrapa desde las primeras páginas. En sus manos, Perico Pepín deja de ser solo un personaje militar para convertirse en un espejo de los valores que forjaron la identidad de un país en medio de revoluciones y tensiones políticas.
Esta obra resulta especialmente interesante porque rescata del olvido a un héroe no convencional, un hombre de acción cuyo liderazgo silencioso y fidelidad inquebrantable a Ulises Heureaux revelan la complejidad de los caudillos y sus seguidores. Además, la cuidadosa reconstrucción de las intrigas y batallas de su tiempo permite al lector comprender mejor cómo se tejió el destino de la República Dominicana en aquellos años turbulentos. La escritura de Méndez y Almonte, a la vez precisa y apasionante, convierte la lectura en una experiencia tan instructiva como emocionante.
Quien busque comprender los matices de la política, la guerra y la amistad en el siglo XIX dominicano encontrará en General Perico Pepín una lectura imprescindible. Esta obra, disponible en Amazon.com, invita a reencontrarse con una memoria histórica que sigue siendo clave para entender la identidad y los valores de la nación.
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