(Publicado originalmente el viernes, 21 de julio de 2017, en la columna Pancarta del Listín Diario.)
El artículo “Para definir a Ignacio este artículo no basta”, escrito por Raúl Pérez Peña (Bacho), constituye un homenaje entrañable y profundamente político a Ignacio Rodríguez Chiappini, revolucionario íntegro, educador y militante del Movimiento 14 de Junio. A través del relato íntimo del autor —primo-hermano del homenajeado y compañero de lucha—, el texto reconstruye fragmentos de una vida signada por la lealtad, la firmeza ética y la entrega incondicional a los ideales de justicia social.
Bacho hilvana la memoria familiar con la historia del activismo político en la República Dominicana, mostrando cómo la militancia en el 1J4, la lucha por la autonomía universitaria en FRAGUA y la fidelidad a figuras como Manolo Tavárez Justo, marcaron para siempre el itinerario vital de Ignacio Rodríguez Chiappini cuyas coordenadas ideológicas estuvieron siempre del lado de Fidel Castro, Ernesto “Che” Guevara y otras destacadas figuras revolucionarias de Nuestra América.
Para definir a Ignacio este artículo no basta
Comienzo diciendo que Ignacio Rodríguez Chiappini y quien escribe, éramos primos-hermanos de nacimiento.
Desde El Mamey, vine a la capital por vez primera visitando la casa de tía Ángela Chiappini, viuda de tío Pilán Rodríguez (fallecido en 1949), calle Pedro A. Lluberes 9, Gazcue.
Tío Pilán y mi madre, Ana Virginia, eran hijos de Demetrio Rodríguez, orgullo familiar.
Con tía Ángela vivían sus hijos Rodríguez Chiappini: Antonio, Elba, Freddy, Ignacio, Georgina y Wally. También los primos Yudith, Kío, Plutarco y Quirizo.
La comunión de ideas de Ignacio, y quien escribe, entró por el 1J4 (Movimiento Revolucionario 14 de Junio). Ignacio era docente en la Escuela de Odontología de la Universidad (sin autonomía). Mi escenario era la misma Academia en la vertiente de lucha por el fuero y la autonomía, desde Fragua, grupo estudiantil.
Ignacio forjó un liderazgo acompañado de Luis Pérez Espaillat, Tobías Polanco, entre otros.
Llegué a vivir en el apartamento donde Ignacio tenía su consultorio, compartido con Nachi Socías y su taller de mecánica dental: Edificio la Opera -Conde esquina Duarte-.
Me mudé al Barrio Chino del edificio Baquero -Conde esquina Hostos, diagonal al local del “14 de Junio” -. En el Baquero instalamos la sede de Fragua.
Ignacio era un auténtico revolucionario de una sola pieza: una cara, una moral. Admirador de la Revolución Cubana, de Fidel, del Che.
Su gran líder fue Manolo Tavárez, a quien mantuvo su firme lealtad de por vida.
Por eso, en su casa figura una foto de Manolo a gran tamaño.
Era íntegro, sin dobleces. Nunca transigió con sus principios. Ignacio tenía un código único de amistad y de entereza ética.
Nunca se torció al poder, ni registró misiones extrañas, incluidas sugerencias de “prudencia” orientadas a reducirle presión al enemigo palaciego.
Simultáneo al dolor de la familia, el fallecimiento de Ignacio es una pérdida del pueblo dominicano.
*[Esta publicación es parte del Proyecto por la Memoria Histórica Raúl Pérez Peña (Bacho), auspiciado por sus hijos Juan Miguel, Amaury y Amín Pérez Vargas].
Compartir esta nota