La Organización Mundial de la Salud (OMS), pilar de la cooperación sanitaria internacional desde 1948, enfrenta un futuro incierto tras la firma del Decreto Ejecutivo 14435 por parte del presidente Donald Trump en enero de 2025, que formaliza la retirada definitiva de Estados Unidos de la organización. Esta decisión, justificada con el lema América Primero en Salud, prioriza la reasignación de fondos a programas nacionales y cuestiona la eficacia del multilateralismo ante crisis sanitarias. La salida de EE. UU., que representa el 15 % del presupuesto bianual de la OMS y el 30 % de los fondos voluntarios, redefine el mapa geopolítico de la salud global.
Contexto histórico: Un ciclo de tensiones, el decreto de 2025, consolida una postura crítica hacia la OMS que comenzó en 2020, cuando Trump suspendió temporalmente la financiación durante la pandemia de COVID-19. Aunque la administración Biden (2021-2025) revirtió esta medida, el regreso del republicano a la Casa Blanca intensificó el escepticismo hacia organismos supranacionales. El texto del decreto exige “reformas profundas en la transparencia y rendición de cuentas” como condición para un eventual retorno, algo que los expertos consideran poco probable a mediano plazo.
Impacto financiero y programas en riesgo. La salida de EE. UU. implica una reducción anual de $600 millones (según cálculos actualizados de la OMS), lo que afectará iniciativas clave:
– COVAX: Este mecanismo de distribución equitativa de vacunas perdería el 25 % de su financiación, poniendo en riesgo las campañas en países de bajos ingresos y dificultando el acceso universal a vacunas esenciales.
– Programa de Emergencias Sanitarias: Los recortes en la vigilancia de epidemias, como el cólera en África y las nuevas variantes de COVID-19, podrían dar como resultado brotes no controlados, afectando la salud pública global.
– Lucha contra el cambio climático: Los proyectos destinados a mitigar enfermedades vinculadas al calentamiento, como la malaria y el dengue, enfrentan incertidumbre, dado que el cambio climático sigue siendo una de las principales amenazas para la salud global.
Nuevos actores y alianzas emergentes ante el vacío dejado por EE. UU., la OMS ha acelerado su estrategia de diversificación, con resultados mixtos:
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Unión Europea: Aumentó su contribución al 22 % del presupuesto total en 2026, liderada por Alemania y Francia. Ursula von der Leyen anunció un Fondo Europeo de Resiliencia Sanitaria con €1.000 millones anuales adicionales para fortalecer la infraestructura de salud en Europa y más allá.
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China: Elevó su aporte al 12 % en 2026, enfocándose en África y Asia Central. Sin embargo, su influencia en normativas sobre pandemias genera tensiones con la UE, complicando la cooperación internacional.
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Alianzas Sur-Sur: India, Brasil y Sudáfrica están promoviendo el Bloque Sanitario Global, fomentando el acceso a medicamentos genéricos y la transferencia tecnológica, lo que podría transformar el enfoque de la salud pública hacia un modelo más equitativo.
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Sector privado: La Gates Foundation contribuye con $300 millones anuales, aunque críticos advierten sobre posibles conflictos de interés en agendas de vacunas, lo que podría afectar la credibilidad de las intervenciones de salud.
Reformas urgentes y fracturas políticas. El director general Tedros Adhanom Ghebreyesus busca aprobar antes de 2027 un Tratado Internacional sobre Pandemias, que incluiría:
– Mecanismos obligatorios de intercambio de patógenos y tecnologías para mejorar la preparación ante emergencias sanitarias.
– Sanciones a países que oculten brotes epidémicos, fundamentales para la transparencia y la respuesta rápida a futuras pandemias.
Sin embargo, el bloqueo de China y Rusia a cláusulas sobre transparencia ha estancado las negociaciones, revelando la dificultad de alcanzar consensos en un entorno geopolítico fragmentado.
Tras la llegada del presidente Trump a la Casa Blanca, se advierte que transitamos hacia un nuevo orden fragmentado. La retirada estadounidense marca un punto de inflexión. Mientras la OMS intenta evitar el colapso con fondos de emergencia, el sistema de salud global se fragmenta en esferas de influencia. Según Ana López-Castro, experta de Chatham House, “el liderazgo colectivo es una utopía: veremos una OMS más débil y redes regionales compitiendo por recursos". En este escenario, países en desarrollo como Nigeria o Bangladesh podrían quedar atrapados en la pugna entre modelos de cooperación, exacerbando las desigualdades en salud.
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