Con Gaza en el corazón
Por el fin del genocidio del pueblo palestino
¿Qué sucede cuando todo es ruido, gritos, quejas… y permanentemente hablamos gritando las injusticias cotidianas? ¿Cuáles son los intereses colectivos en la actualidad? Parece que se centran, por ejemplo, en la sexualización de mujeres y niñas, con la ayuda inestimable de la cirugía para, supuestamente, ayudar a recuperar la “autoestima”.
Es una vanalizacion continua de la violencia de género, negándola, cantándola , haciendo bromas y lo peor aun justificándola, muchas veces escuchamos opiniones que de verdad hacen perder todo tipo de esperanza, continuamos en el ahora.
La realidad estadísticas de los casos es alarmante: índices insoportables, violencia y feminicidios descontrolados, violencia obstétrica en los hospitales ,un tema casi nunca abordado, deficiencias graves en los programas de sensibilización y protección hacia la mujer. Nos educan con la sensibilidad necesaria para entender que existe una violencia consustancial que mata, denigra y es especialmente cruel hacia la Mujer.
¿Cómo es posible que, ante circunstancias tan graves, no gritemos cada día? ¿Se alza la voz para exigir una estrategia real contra la violencia hacia las mujeres? Los temas de preocupación social están presentes pero ¿alguien los escucha? ¿Por qué esta falta de acción para lograr una convivencia más digna?
La debilidad de los colectivos sociales, o la escasa fuerza que tienen, se debe a un modelo político que los asfixia y los hace parecer invisibles. Pero existen, aunque sean silenciados constantemente.
La violencia, en todas sus manifestaciones, está presente en la vida cotidiana de la República Dominicana. Parece como si nos hubiésemos acostumbrado a vivir en esta dinámica de caos que se refleja en el lenguaje, en el tráfico o en el maltrato administrativo. Basta preguntarles a los pensionistas pobres: recibir lo que por ley les corresponde, después de toda una vida de trabajo, muchas veces es un milagro.
Vivimos en un desorden crónico que apenas percibimos. Reclamamos derechos, exigimos sentido común, pero una y otra vez padecemos el mismo maltrato institucional. Pasamos de apagón en apagón y el hecho de que esto aún no tenga solución es casi inconcebible.
En medio de este ruido estructural, el grito se convierte en simple queja, no en reivindicación. Es un lamento inútil, porque seguimos esperando que el poder, que el Estado, nos escuche.
Lamentablemente, los acontecimientos actuales, con leyes de corte medieval recientemente aprobadas a pesar del rechazo de la sociedad civil, resultan desesperanzadores. Y da la impresión de que ya nadie nos escucha.
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