Ya sus grandes portaviones no cruzan por los mares. Ya no se entromete en las cosas europeas. Ya no se mete con China, más allá de los discutibles aranceles. Ya no le teme a Rusia, que sigue siendo una super potencia. Ya América Latina es un subcontinente demasiado lejano, incluyendo a Cuba, Nicaragua y Venezuela. Ya no se mete con sus grandes vecinos, México y Canadá, que no le hacen ni el mínimo caso. Ya no tiene dominio político nacional desde la Casa Blanca. Ya ser presidente de los Estados Unidos es un cargo más en su extensa burocracia… (Definitivamente, con Donald Trump el viejo imperialismo es un rotundo fracaso, casi una potencita).
Soy periodista con licenciatura, maestría y doctorado en unos 17 periódicos de México y Santo Domingo, buen sonero e hijo adoptivo de Toña la Negra. He sido delivery de panadería y farmacia, panadero, vendedor de friquitaquis en el Quisqueya, peón de Obras Públicas, torturador especializado en recitar a Buesa, fabricante clandestino de crema envejeciente y vendedor de libros que nadie compró. Amo a las mujeres de Goya y Cezanne. Cuento granitos de arena sin acelerarme con los espejismos y guardo las vías de un ferrocarril imaginario que siempre está por partir. Soy un soñador incurable.