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Trujillo conversa con Monseñor Pittini, Arzobispo de Santo Domingo entre 1935 y 1961.

1.- Breve perfil biográfico de Monseñor Ricardo Pittini, O.S.B

En Monseñor Ricardo Pittini, de la orden salesiana,  tuvo la iglesia dominicana a uno de los pastores de más dilatado e intenso servicio como Arzobispo de Santo Domingo.

Nacido  en Tricesino, Italia, el 30 de abril de 1876, provenía de una familia “ humilde pero acaudalada de virtudes” como consignara uno de sus principales biógrafos. Ingresó a muy temprana edad en la Orden Salesiana, fundada por San Juan Bosco y tras ordenarse sacerdote fue destinado a Suramérica, específicamente Uruguay y Paraguay. Allí sirvió una encomiable labor como Rector de varias casas de la Orden, pasando luego a los Estados Unidos como superior de un importante colegio.

Fue en 1933 cuando arribó a la República Dominicana con el propósito de fundar una escuela de artes y oficios. Su llegada al país se produjo cuando aún era Administrador Apostólico el ilustre sacerdote y patriota Monseñor Rafael Conrado Castellanos y Martínez, quien aquejado de mortal enfermedad cardíaca vio llegar el final de sus días el 21 de enero,  día de Nuestra Señora de la Altagracia, del año 1934.

Vacante estaba la Sede Arzobispal desde el año 1931 tras la dimisión de Monseñor Adolfo Alejandro Nouel. Por Breve Apostólico del 11 de octubre de 1935 Pittini fue constituído Arzobispo de Santo Domingo, recibiendo la consagración episcopal en nuestra Santa Iglesia Catedral- Basílica de Santa María La Menor el día 8 de diciembre del mismo año, de manos del Excmo. Dr. Joseph Le Gouaze, Arzobispo Metropolitano de Haití, teniendo como Prelados Asistentes a los excelentísimos Monseñor Don Luis Antonio de Mena, Arzobispo Titular de Parios y Coadjutor que había sido de Monseñor Nouel y Monseñor Eduino V. Byrni, Obispo de San Juan de Puerto Rico, siendo Asistente de Honor Monseñor Nouel.

Su obra apostólica fue intensa y fecunda. Prohijó el fortalecimiento de la educación católica a través de la creación de diversos colegios. Cuando asumió el Arzobispado de Santo Domingo apenas tres órdenes religiosas tenían presencia en el país, los Capuchinos, los Agustinos y los Misioneros del Sagrado Corazón, intensificándose la presencia de las mismas durante su gobierno eclesiástico.

Fue, además, propulsor de la creación del Seminario Pontificio Santo Tomás de Aquino en 1948, apoyado por su joven Obispo Coadjutor Monseñor Octavio Antonio  Beras  Rojas, quien al momento de recibir la consagración episcopal era el obispo más joven de la iglesia universal.

Fruto de los empeños de Monseñor Ricardo Pittini fue restablecida la Provincia Eclesiástica de Santo Domingo en el año 1954, la cual había sido suprimida desde 1851, creándose las Sedes Sufragáneas de Santiago de los Caballeros, hoy elevada a la categoría de Sede Arzobispal,  de la Vega, la entonces  Prelatura de San Juan de la Maguana, hoy Diócesis así como la Diócesis de Higuey.

Con Monseñor Pittini readquirió el Arzobispado de Santo Domingo, Primado de América, su antiguo rango de Metropolitano.

2.- Monseñor Pittini y la cercanía con el régimen de Trujillo

Monseñor Pittini mantuvo una relación cercana con el régimen de Trujillo desde su llegada al país y especialmente a partir de asumir el Arzobispado de Santo Domingo en diciembre de 1935. Juzgado a posteriori tal proceder, como el de la iglesia en general a lo largo de tres primeras  décadas de la tiranía, no ha dejado de tener entre estudiosos y opinantes valoraciones contrapuestas y faltan aún muchos estudios y análisis en la tarea de responder con la debida ponderación y rigor a una pregunta esencial: ¿Era posible conducir a la iglesia en aquellos días turbulentos desde la confrontación con un régimen omnímodo que no respetaba vidas ni bienes?

En representación del gobierno dominicano, el Arzobispo Pittini promovió en el continente el faro a Colón y fue un fiel adherente de la política de dominicanización de la frontera, como se manifiesta en la carta que desde Restauración dirigió al país  el 13 de noviembre de 1942, en la cual  expone sus impresiones tras su recorrido por el Noroeste. En la misma  expresa:

Escríbo estas líneas bajo la impresión de las notas del Himno Dominicano, con las cuáles acaban de recibirme en este avanzado puesto de la Patria, frente a Haití.

Las notas del Himno, que aún flotan en el aire, tienen aquí una resonancia y un significado singulares. Es la voz de la Patria Dominicana que afirma con más vigor y firmeza su derecho y su soberanía, consagrada hace un siglo con sangre de héroes venidos de todo el País a fijar para los dominicanos así como a imponer a los no dominicanos fronteras tan sagradas como aquella misma sangre.

He llegado aquí, desde Dajabón, por una carretera que viene ascendiendo de loma en loma, con un trabajo técnicamente perfecto y una sorprendente ejecución. Por todas partes la magnificencia del panorama se asocia con la hermosura de una labranza fecundada por puro sudor dominicano.

Por primera vez en la historia de esta frontera se respira aquí un ambiente exclusivamente dominicano, el cual se trasluce en la fisonomía de los habitantes, resuena en la dulzura de la lengua y palpita en el goce de sentirnos todos miembros de una misma familia.

No hubiéramos podido llegar con conciencia tranquila al primer centenario de nuestra independencia si no hubiéramos podido afirmarla plena y total desde la bahía de Manzanillo hasta el espejo de las aguas de Pedernales. Hoy la podemos afirmar.

De un punto a otro la bandera tricolor ondea firme y segura, con la segura protección de la espada de nuestro Ejército y del arado de nuestros agricultores.

El error colonial que consistió en considerar estas remotas tierras fronterizas como tierra de nadie ha sido corregido. La línea fronteriza, consagrada hace siete años por dos firmas solemnes, recibe hoy la consagración definitiva del trabajo, que identifica a la raza dominicana con la tierra que es suya.

Hay en esto una justificación nueva e irrefutable del título de Benefactor que la patria tributa al más esclarecido de sus hijos.

Ayer fui invitado a visitar el nuevo puente macizo que une ambas fronteras sobre el río Masacre, en Dajabón. He contemplado esa obra con el doble placer que produce su importancia comercial y su valor simbólico. Me pareció ver en ese puente el símbolo de un abrazo reciproco y definitivo de paz y concordia entre los dos pueblos.

No puede haber paz, ni cordialidad, si no se fundan en el respeto al derecho. El derecho soberano de la Patria es y será en adelante inviolable y respetado a lo largo de toda la frontera.

Pocas veces envié con más placer un mensaje como el que envío ahora al Honorable Señor Presidente de la República. Dice así: “Desde Restauración, junto a la bandera de la Patria, envío un respetuoso saludo al Benefactor que la plantó aquí definitivamente, garantizada por la espada y el arado”.

Ricardo

Arzobispo.

3.- El final de Monseñor Pittini y sus sinsabores con la tiranía

No obstante los buenos vínculos de colaboración entre Monseñor Pittini y el régimen, ya en los días finales los mismos se agrietaron sensiblemente.

La salud del anciano Arzobispo estaba muy afectada, en gran parte como consecuencia de los fuertes golpes sufridos en la cabeza la noche del 7 de diciembre de 1958, en extrañas circunstancias, los que le mantuvieron inconsciente por muchos días, amén de la pérdida prácticamente total de su salud visual.

Aparecía de vez en cuando en los actos públicos, a decir de Crassweller: “con su rostro pálido y descarnado, semioculto detrás de unos anteojos oscuros, con sus ligeros mechones de cabellos blancos, hirsutos, como si descargaran las últimas chispas eléctricas de su frágil cuerpo”.

Pero otros momentos amargos esperaban a Pittini. En procura de su salud visual perdida había salido a Los Estados Unidos, a principios de septiembre de 1959, acompañado del Padre Sixto Pagani y su fiel enfermera, oriunda de Moca, Hilda Schott Michel.

Hilda era sobrina del ex presidente Horacio Vásquez y prima de José Cordero Michel, uno de los jóvenes expedicionarios del 59, y al encontrarse con sus tíos en los Estados Unidos le había pedido una foto de su primo para traerla a sus familiares, foto que, para evitar fuera descubierta, introdujo en un bolsillo de Pittini. La acción fue denunciada y desde entonces el asedio contra el Arzobispo fue incrementándose.

Como recuerda al respecto el Padre Belza: “le interfirieron el teléfono, le abrieron las cartas, lo observaban desde casas vecinas con catalejos, estacionaban carritos especiales(los cepillos del SIM) en las aceras de la curia, le cortaban la luz y el teléfono y hasta montaron escenas macabras”.

De nada valieron los reclamos realizados por el Arzobispo a la Nunciatura para que se protestara formalmente, haciendo invocación de lo establecido en el Concordato, ante la violación de su domicilio rebuscando documentación que le comprometiera.

Las presiones eran constantes para que despidiera a su fiel enfermera, para lo cual eran enviados como especiales emisarios Don Virgilio Álvarez Pina (Don Cucho) y Rafael Paino Pichardo. Pittini no accedió a tales sugestiones, llegando a afirmar que “…si ellos tienen miedo, me defenderé sólo. Dios me ayudará. De aquí no salgo sino muerto”.

Pesaba contra Hilda, además, un enconado resentimiento del tirano, quien había sido testigo de su temprana rebeldía. Hilda era hija de Estela, sobrina predilecta de Horacio Vásquez, Presidente a quien Trujillo traicionara siendo Jefe del Ejército, orquestando el golpe de estado del 23 de febrero de 1930.

Con apenas nueva años de edad, siendo alumna del colegio Inmaculada Concepción de La Vega, fue seleccionada para entregarle un ramo de flores que, al llegar al lugar donde se encontraba el tirano, arrojó al suelo y pisoteó en su presencia, en señal de desprecio. Herido en su orgullo Trujillo exclamó: “¿Y quién es esta diableja?”.

Conforme relata el Padre Belza: “Álvarez Pina, que lo visitaba diariamente con cualquier excusa, comentó: “Trujillo lo quiere a Pittini como a un padre; pero esta diableja lo está separando de él”.

El resentimiento contra Hilda y Pittini ocupó la atención del impenitente foro público, como lo pone de relieve el titulado “Injustificable empeño”, calzado con la firma de un tal Emilio Bienvenido Fructuoso y el cual señalaba:

Monseñor Pittini ha expresado a un “querido amigo” suyo, el propósito que tiene en mente de viajar al exterior para someter su salud a un chequeo en manos del Dr. Tomarkin, siempre que lo acompañe la apasionada enfermera que parece ser la única que lo cuida y entiende.

Se infiere de tal intención que el Prelado desea desprenderse de los servicios médicos del Doctor López de Haro, no obstante la indiscutible capacidad y el amoroso empeño que dicho galeno le ha mostrado siempre, desvelada y desinteresadamente.

Resulta todavía más chocante el hecho de que habiendo tantas Hermanitas Salesianas y del Colegio Santo Domingo que hablan el inglés perfectamente, y las cuáles podrían servir cristianamente a su Señoría Ilustrísima, insista en viajar con una “ enfermera” como Hilda Schott Michel, tal como si esta fuera la única apropiada para ello.

¿Qué interés se oculta en no tener ahora en cuenta al Dr. López de Haro?

¿Qué interés existe, además, para no utilizar el concurso de una monjita con la capacidad necesaria como enfermera?

De igual manera, y con la misma intención, se publicó el titulado “secretaria subversiva”, como una burda manipulación del régimen, a mediados de junio de 1960. Adviértase el estilo insidioso del mismo, como era lo propio de tan impenitente paredón de honor y de reputaciones.

He leído en EL CARIBE de esta mañana, viernes 17, la propaganda que circula en Puerto Rico de que Máximo López y Andrés Ramos Peguero se han desaparecido después de haber llegado a Ciudad Trujillo.

Si quieren saber la verdad en cuanto a que se desaparecieron o no diríjanse a Gilda Michel(1), secretaria del Arzobispo Monseñor Pittini, que es uno de los contactos más directos y más responsables que tienen estos dos individuos en sus actividades revolucionarias procomunistas. La dirección de Gilda es Palacio del Arzobispado, aposento de Monseñor Pittini.

Esta misma Gilda en conversaciones que cree ella que son privadas en Moca, La Vega y aquí, dijo enfáticamente que ella sabe a ciencia cierta quienes son los sacerdotes que están revolucionando porque ella es el eje de todo en el Arzobispado.

Esto no es un secreto para nadie, quiero decir que no estoy haciendo ninguna denuncia”.

Otra macabra operación orquestada por Johnny Abbes agregaría una nueva dosis de sufrimiento a Monseñor Pittini. El 14 de abril de 1960, noche de Jueves Santo, resultó muerto cuando intentaba penetrar a sus habitaciones, Alberto Calderón Forero, un agente que había estado al servicio del dictador Rojas Pinilla y quien luego de varias peripecias terminó trabajando para el SIM.

Las balas atravesaron la puerta y fueron a parar al armario de su ropa. Se acercaron dos policías y pusieron en sus manos dos granadas de mano. Quedó para siempre la incógnita de si, finalmente, se trataba de una trama en la que se procuraba utilizar a Forero para asesinar a Pittini.

Los días finales de su existencia sobrevinieron a monseñor Pittini a principios de diciembre de 1961 en la Parroquia Santo Domingo Sabio, de la Ciudad de La Vega, donde se había retirado. Cifraba entonces la edad de 85 años, siendo enterrado, como fue su voluntad, en la Iglesia parroquial San Juan Bosco, de esta ciudad de Santo Domingo, donde reposan sus restos.

Notas

(1).- Adviértase el error del forista en la escritura del nombre de Hilda al confundirla con Gilda.

Reynaldo R. Espinal

Embajador

Embajador y Ex. Rector del Instituto de Educación Superior en Formación Diplomática y Consular del Ministerio de Relaciones Exteriores. Psicólogo Clínico. Máster de Especialización en Historia del Mundo Hispánico del Consejo Superior de Investigaciones Científicas de España. Máster en Derecho y Relaciones Internacionales de la Universidad Autónoma de Santo Domingo. Máster en Alta Gestión Universitaria de la Universidad Alcalá de Henares, en España. Catedrático de Postgrado en la Pontificia Universidad Católica Madre y Maestra, La Universidad Nacional Pedro Henríquez Ureña, entre otras Instituciones. Miembro Colaborador de la Academia Dominicana de la Historia. Articulista del Semanario Camino, órgano de la Conferencia del Episcopado Dominicano.

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