Otra vez me dirigí al cine sin una expectativa clara de lo que vería, sólo anhelaba encontrar un espacio que redujera la intensa jornada de trabajo a la que nos sometemos quienes vivimos en este país y fue cuando en busca de entretenimiento; terminé en la sala donde proyectaban Mickey 17.
Es una extraña y poco convencional historia de ciencia ficción, de las que el director surcoreano Bong Joon-ho nos brinda. (Parásitos en el 2020).
En esta ocasión se trata de Mickey 17, cuyo argumento gira en torno, —otra vez— a un grupo de inadaptados sociales que forman parte de un complejo experimento de manos de un político multimillonario; quien busca poblar el planeta Niflheim con personas socialmente estigmatizadas como desechos o inadaptados sociales.
La pieza cinematográfica desglosa casi de forma profética cómo va el mundo. Por un lado, hace referencia a aspectos como el dominio de las redes sociales, quienes alimentan los medios con toneladas de contenido falso o las multimillonarias corporaciones farmacéuticas que experimentan con humanos.
Del otro lado, la intensa búsqueda de lo desconocido en el espacio; cuando aquí en la tierra no somos capaces de crear soluciones para proteger la biodiversidad ni el equilibrio ecológico del planeta.
Y es cuando nos llega está magistral producción, plagada de surrealismo consciente, que nos ofrece una mirada hacia adentro; para que las sociedades reflexionemos.
Obvio, es una historia ficticia, pero pone el dedo sobre la llaga: la decadencia de las sociedades modernas: Cómo todo gira en torno a patrones sociales, carentes de soluciones pragmáticas, porque operamos mediante inmediatos patrones, donde se ha manipulado el criterio racional que nos define como humanos. Con consecuencias irreversibles.
Y así, nos pasea la producción, al exponer la fascinación del poder en toda su complejidad. Con imágenes casi poéticas por parte de su creador Joon–ho, para llevar al espectador a replantearse ¿ha valido la pena 200,000 años de evolución? Hemos establecido el canibalismo como cultura.
Ver como el director juega con la mente de los telespectadores, al provocar que desde nuestros asientos nos formulemos preguntas que no lleven a ninguna parte. Porque no estamos en capacidad de examinar las graves consecuencias del proceso de autodestrucción de las ideas y los ideales.
Estamos normalizando la segregación, el racismo y la exclusión de grupos en desventaja. Lo que estamos experimentando en la actualidad, lleva años de procesos que han. Desencadenado estos gobiernos con perfiles totalitarios. Y es cuando en adición, Mickey 17 no está lejos de la realidad, aquella que no tolera los racionamientos que parten del pensamiento crítico; porque el mismo está condicionada a razonamientos que provienen de mentes enfermas.
Hace años que analistas veían venir esta ola de gobiernos que se alimentan del caos y se aprovechan de las tensiones sociales. Porque son facinerosos demagogos.
La película muestra una sociedad cansada de los problemas sistémicos y con una profunda polarización de fuerzas antagónicas que empujan a direcciones opuestas.
Pero en muchas ocasiones, aquellos quienes subestimamos; pueden ayudar a encontrar soluciones de bienestar común. Ahora más que nunca, necesitamos que se fomenten diálogos de todos los sectores vetados por el propio sistema.
Esta producción cinematográfica me ayudó a comprender que nada de lo que experimentamos en la actualidad es productor del azar; todo ha sido fríamente calculado por los sectores que han llevado a la sociedad a experimentar este sentimiento de rabia y culpa generalizada.
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