Mi padre fue un gran hombre: honesto, leal, educado y humilde. Desde pequeño lo admiré por sus conocimientos y su gran cultura.
Recuerdo, en mi infancia, como yo decía: "Como tú sabes, ¿eh?, como tú sabes", a cada respuesta que daba a esas preguntas de niños —sencillas unas, complicadas otras— sobre la vida.
Mi padre me enseñó, queriendo y sin querer, con sus aciertos y desaciertos. No era perfecto, como ninguno de nosotros. Pero su vasto conocimiento sobre historia, lenguaje, biología, ciencia y cultura en general lo convertía, a mis ojos, en una enciclopedia humana. Tuve esa suerte.
Era mi mejor amigo y mi fan número uno. Siempre apoyándome y leyendo mis trabajos, aplaudiéndolos y comentando, constructivamente, cómo mejorarlos.
Nuestras conversaciones eran largas, y creo que, mientras más viejo me puse, más orgulloso estaba de mi forma de pensar y mi sentido crítico. Al final, era él quien me preguntaba sobre diversos temas, políticos o sociales, sin dejar, por supuesto, su comentario y su gota de conocimiento.
Estos últimos años, compartíamos mensajes sobre la familia que permanecía lejos y la de cerca. Siempre fue muy familiar, y para él, tanto los amigos como la familia siempre fueron lo más importante.
No hace mucho, cuando mi cuñado falleció, me dijo: "La vida te dará muchos golpes, mi hijo, pero hay que vivirla". Y me ayudó a sobreponerme una vez más en un momento difícil. Siempre estuvo ahí para mí, con una frase, una enseñanza o un ejemplo. Él era para mí un pilar invaluable.
Papi me enseñó a jugar ajedrez y se puso muy feliz de verme superarlo en nivel. Me enseñaba sus partidas y me decía: "¿Qué te parece? ¿Qué pude haber hecho mejor?". También me apoyó en el fútbol, y seguía con igual pasión tanto el mío como el suyo. Siendo un gran fan del Liverpool, nunca lo celebró ni me discutió.
Por igual, me inculcó la lectura desde pequeño, y sus recomendaciones me ayudaron a aprender inglés sin tomar una sola clase. Estaba muy orgulloso de mi nivel y me consultaba en sus traducciones, a pesar de ser él el filólogo en lengua inglesa.
Mi papá me hizo mejor hombre, padre y amigo. Su partida me duele tanto en la mente como en el corazón y el alma. Espero que, con el tiempo, el dolor disminuya y yo pueda recordar aún más sus enseñanzas, historias y vivencias, contadas por él mismo.
Mientras reviso su biblioteca, más orgullo siento de que, aún en su ausencia, deja tanto a mí como a mi hijo un legado y una base de conocimiento valiosa.
Cuando era muy niño, en esas noches calurosas en nuestro apartamento de Luyanó, en Ciudad de La Habana, jugábamos de mano, y le gustaba rendirse haciéndose pasar por muerto. Solo cuando yo comenzaba a llorar, él reaccionaba y me besaba en la frente, diciendo: "Ya, mi hijito, no llores, que yo estaré aquí por muchos años".Esta vez él no fingió, pero tampoco pudo asegurarme que estaría por muchos años más. Sin embargo, tanto su fe como la mía me aseguran que en unos años estaremos juntos otra vez.
Hasta pronto, papá.
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