Aludiendo al ser dominicano como sujeto lleno de existencia pensante, Martínez (2023) hace hincapié en la viabilidad potencial y activa de una filosofía dominicana. Partiendo del hecho de que tenemos cerebro y denominándolo una «perogrullada» (Martínez, 2023), se centra en la necesidad constante de entender que somos parte de un proceso histórico inclinado a reconocer la existencia de una idea que puede ser conocida como propia de un sujeto que se piensa.

Lusitania Martínez

Esta respuesta surge de la pregunta que plantea el filósofo dominicano Alejandro Arvelo: «¿Existe un pensamiento filosófico dominicano?» y que le formula a Martínez. En dicho señalamiento, Martínez pasa a hacer una serie de consideraciones teóricas para demostrar elementos funcionales para el reconocimiento de un quehacer filosófico dominicano.

Yo me situo en la consideración que existe un pensar filosófico dominicano, por supuesto, parto de algo, de una “perogrullada”. Tenemos cerebro. Los dominicanos no somos descerebrados, somos como cualquier ser en el mundo. Somos una conciencia encarnada que vive su proceso histórico, pensamos desde los taínos hasta ahora que estamos aquí (…) (Martínez, 2023)

Con esta afirmación, Martínez reconoce la existencia de un pensamiento filosófico dominicano y subraya que no surge de la nada, sino que responde a un proceso histórico profundamente arraigado. Desde los taínos hasta la actualidad, este pensamiento se ha configurado como una continuidad viva de la conciencia del pueblo dominicano. La aparente sencillez de su declaración —que él mismo califica de perogrullada— encierra, sin embargo, una verdad fundamental: el hecho de que pensar es una condición inherente al ser humano y, por tanto, el pensamiento dominicano posee una legitimidad y una historicidad propias.

Tras estas consideraciones, Martínez (2023) hace hincapié en la importancia de reconocer que los acontecimientos históricos y culturales son eventos significativos, ya que cada uno de ellos contribuye a redefinir nuestra comprensión del mundo y a integrar los procesos que conforman la unidad de la experiencia humana. En este sentido, sostiene que cada individuo constituye una «conciencia emancipadora» y, al mismo tiempo, un ser «situado en el mundo». De ahí se desprende que el pensamiento dominicano no es un simple reflejo externo, sino una creación que expresa nuestra propia forma de filosofar. Así, en su planteamiento subyace una aceptación primordial, una «tesis fundamental», que nos orienta hacia el reconocimiento de la existencia de una filosofía propia capaz de servir como punto de partida para el pensamiento dominicano.

Los dominicanos, lanzados a su historia, han producido pensamientos, claro, pensamientos que se concretan en proyectos, proyectos emancipadores o no. A favor o en contra de nuestro ser nacional, ¿cuál es nuestro ser?, ¿a favor de nuestra dominicanidad, de nuestro pensar? Un pensamiento asentado en la sociología, la filosofía, la literatura y el pensamiento práctico genérico, es decir, la intención de los sexos (…) (Martínez, 2023).

La oración «Los dominicanos, lanzados a su historia, han producido pensamientos…» pone en primer plano la historicidad como condición de posibilidad del pensamiento nacional: no se trata de ideas aisladas, sino de respuestas intelectuales surgidas en procesos sociales concretos. Al afirmar que esos pensamientos «se concretan en proyectos, proyectos emancipadores o no», Martínez indica que el pensamiento tiene una dimensión práctica, ya que se traduce en programas políticos, culturales o cotidianos, y que su valor normativo es discutible (no todo pensamiento es liberador; algunos consolidan las dominaciones). Las preguntas retóricas sobre el «ser nacional» y la «dominicanidad» exponen la tarea filosófica: identificar y problematizar lo que se toma por esencia e interrogar si los proyectos que se formulan favorecen o dañan esa identidad en construcción. Al situar ese pensamiento «asentado en la sociología, la filosofía, la literatura y el pensamiento práctico genérico», el autor subraya su carácter interdisciplinario y difuso: la filosofía dominicana no se limita al aula, sino que atraviesa la literatura, las ciencias sociales y las prácticas colectivas. Es un pensamiento situado que se forma en la intersección entre teoría y praxis. Finalmente, la ambigua frase «la intención de los sexos», dada la obra de Martínez sobre Historia de las ideas filosóficas y de género en la República Dominicana, conviene leerla preferiblemente como una referencia a la centralidad de las relaciones de género y a la forma en que las sexualidades y los roles de género moldean los proyectos nacionales y los discursos sobre la identidad. Esta lectura conecta la reflexión filosófica con los estudios de género y pone de manifiesto que la filosofía local incorpora temas políticos, morales y culturales específicos del país.

Tras realizar estas diferenciaciones, Martínez (2023) continúa aludiendo a los historiadores de la filosofía y prepara el terreno para una reflexión crucial: la necesidad de reconstruir una línea del tiempo que ponga de manifiesto el pensamiento filosófico dominicano. La filósofa utiliza una expresión que provoca cierta conmoción al señalar que, si esto no les produce urticaria a quienes deben pregonar dicha labor, entonces algo anda mal en la conciencia académica del país. Con ello, Martínez invita a una revisión crítica de la historia intelectual dominicana y vincula esta idea con la urgencia de construir una narrativa propia que coloque en su justo lugar las ideas que los dominicanos y las dominicanas han formulado a lo largo del tiempo y que las reconozca como auténtico «pensamiento filosófico dominicano».

Martínez entiende que el proceso histórico que los historiadores podrían reconstruir se podría centrar en una «filosofía social y ontológica», en la que se establezca un hilo conductor capaz de caracterizar tanto la práctica como el pensamiento dominicano. Según la filósofa, esta tarea debe partir de una «conciencia situada, encarnada» (Martínez, 2023), que se remonta —como ella misma destaca— a los taínos, a quienes atribuye el origen de una idea germinal que constituye el punto de partida de la identidad filosófica dominicana. Este reconocimiento no solo rescata la memoria ancestral, sino que también legitima la continuidad histórica del pensamiento propio.

En este sentido, la filósofa emplea el término «terminar» no en el sentido de un cierre o agotamiento de la filosofía en nuestro contexto, sino como una invitación a su constante renovación y proyección. En esa línea que los historiadores deben seguir, Martínez resalta que el pensamiento filosófico dominicano se mantiene vivo en nuevas figuras que continúan ese legado: Alejandro Arvelo, Edickson Minaya, Enerio Rodríguez, el Dr. Flete y, sobre todo, Ingrid Luciano, entre otros. En ellos descansa la continuidad de un proyecto intelectual en formación, un saber que adquiere cada vez más valor gracias a estas propuestas programáticas y novedosas, pero siempre desde una intención situada, consciente de su propio contexto y de su responsabilidad histórica.

En su planteamiento, Martínez (2023) hace hincapié en las características que deben guiar el proceso de construcción del pensamiento filosófico dominicano. Dichas características expresan una visión del mundo que, en su opinión, puede rescatarse si se aborda desde una perspectiva liberadora. La autora concibe esta propuesta como un «pensamiento emancipador» (Martínez, 2023), es decir, una filosofía en movimiento capaz de romper con las estructuras de dominación que históricamente han limitado el pensamiento. Esta noción está vinculada a la idea de una filosofía genérica sexual, ya mencionada, que cuestiona la hegemonía masculina y la exclusión de lo femenino en la historia del pensamiento. Martínez denuncia que muchos pensadores tradicionales han sustentado una racionalidad que no admite la diferencia, proyectando una masculinidad dominante y negando el reconocimiento del «otro» diverso. Desde esta crítica, propone un ejercicio filosófico que contribuya a desmontar el sexismo y el racismo presentes en la tradición del pensamiento occidental.

La propuesta de Martínez (2023) se centra, además, en revalorizar nuestro propio ser filosófico y en reconocer a pensadores dominicanos como Leonardo Díaz, Enerio Rodríguez, Andrés Avelino, José Mármol y Francisco Godoy. Según ella, la falta de valoración de nuestras propias ideas revela una actitud de desdén hacia lo propio: no apreciamos nuestro pensamiento y, por ello, terminamos abandonados por la lupa investigadora, relegados a ser considerados un conjunto de ideas menores o superficiales. No obstante, Martínez sostiene que en el pensamiento dominicano existe una profunda comprensión de la realidad y una gran riqueza reflexiva que merece ser estudiada desde su propio horizonte, con sus categorías, tensiones y búsquedas particulares. En este sentido, su llamada no solo es para reconocer la existencia de una filosofía dominicana, sino para pensarla con orgullo, rigor y sentido de pertenencia.

En el pensamiento filosófico dominicano se manifiesta una notable originalidad, incluso en autores como Andrés Avelino, cuya obra refleja una elaboración conceptual propia y profundamente enraizada en nuestra realidad. Mabel Marta Artidiello parte también de categorías y elementos propios al analizar las ideas de Avelino, lo que refuerza la autenticidad de ambas producciones intelectuales. Si las teorías de Avelino son originales por su carácter creador, con mayor razón lo son las de Artidiello al reinterpretarlas y proyectarlas hacia nuevas dimensiones de análisis. Todo ello confirma que estas reflexiones constituyen un punto de partida legítimo para delinear un pensamiento que pueda ser denominado «emancipador», «auténtico» y «reflexivo» en el contexto nacional. Así, el pensamiento filosófico dominicano se presenta como un campo fértil de categorías propias que nos sitúan, en igualdad de condiciones, junto a los esfuerzos europeos por comprender su propio ser.

Aquí hay categorías nuevas, por ejemplo, aquí hay categorías de Federico Godoy «identidad» él tiene aquí un nombre a la identidad nuestra. Mella tienen un nombre nuevo a la identidad también: «identidad narrativa» esto siguiendo a Paul Ricoeur. Aquí hay análisis de Pedro Francisco Bono, el congreso extraparlamentario es novedoso. Ramon Leonardo tiene cosas novedosas en su visión y análisis científicos. Enerio Rodríguez de igual manera (…) (Martínez, 2023).

En este sentido, Martínez (2023) sostiene que, como conciencia situada y encarnada, este proceso puede asumir e integrar la conciencia fáctica, de modo que nuestro propio acontecer histórico se configure como una conciencia real capaz de articular la visión filosófica dominicana desde sus dimensiones sociológicas y ontológicas. En otras palabras, nuestra realidad como sujetos en el aquí y el ahora se convierte en un fundamento legítimo de una filosofía que no imita, sino que se piensa y se vive desde sí misma.

La conciencia situada: fundamento del pensamiento filosófico dominicano

Conclusión:

A partir de las reflexiones de Martínez (2023), se reafirma la existencia de un pensamiento filosófico dominicano que se desarrolla desde una conciencia encarnada, histórica y emancipadora. Este pensamiento no es una imitación de modelos externos, sino la expresión de una experiencia nacional que reflexiona sobre su propia realidad. La filosofía dominicana se legitima por su historicidad y por la originalidad de sus categorías, visibles en autores como Avelino, Godoy, Mella o Artidiello, quienes han configurado una forma particular de reflexionar sobre la identidad, la existencia y la sociedad. Esta afirmación sitúa a la filosofía dominicana como un campo intelectual con voz propia, capaz de dialogar de igual a igual con las grandes tradiciones filosóficas universales.

Asimismo, Martínez destaca que corresponde a los historiadores de la filosofía trazar con rigor la línea del tiempo de este pensamiento situado, reconstruyendo sus raíces y transformaciones. No obstante, también advierte de que este proceso debe orientarse hacia una filosofía crítica y liberadora, libre de prejuicios racistas, excluyentes o sexistas, y abierta a la pluralidad de voces que conforman nuestra experiencia nacional. Las nuevas categorías que emergen en este contexto, como las propuestas de identidad narrativa o conciencia situada, revelan la vitalidad y la novedad del pensamiento dominicano, un pensamiento que sigue creciendo desde su propio suelo, consciente de sí mismo y comprometido con la emancipación de todos los sujetos que lo integran.

Referencias

Martínez, L. (2023, agosto 26). Lusitania Martínez/ Archivo de la Voz/Escuela de Filosofía-UASD. YouTube. Retrieved Octibre 06, 2025, from https://www.youtube.com/watch?v=Wgjkpm5-yok&t=3433s

Pedro Cruz

Pedro Alexander Cruz, nacido en 1987 en Santiago de los Caballeros. Es un destacado filósofo y escritor. Su trayectoria literaria incluye títulos como La utopía filosófica como faro de la justicia, El hombre y su profunda agonía por el saber y La maravillosa significancia inicial del libro de Lucas. Manual práctico de introducción a la lógica formal. (Epítome): Manual. La filosofía y la construcción del ser: Manuela de filosofía para niños. Política y Ciudadanía. : Intención de transformación. Estas obras reflejan su interés por temas filosóficos, teológicos y sociales, destacándose por su profundidad analítica. Además de su faceta como autor, Cruz es un apasionado de la enseñanza. Actualmente imparte las asignaturas de Filosofía y Pensamiento Social, así como Ciudadanía y Democracia Participativa, en el Colegio La Salle de Santiago. Su enfoque pedagógico busca formar ciudadanos críticos y conscientes de su rol en la sociedad. Su formación académica incluye estudios en Teología en el Seminario Bíblico de la Gracia y actualmente estudia Filosofía y Letras en la Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD), con cursos realizados en la misma Universidad como: Proética. Tutor Virtual. Taller de verano de Filosofía. Neuroética entre otros. Esta sólida base académica le ha permitido combinar su interés por la filosofía con una comprensión profunda de la espiritualidad y la cultura. Actualmente, Cruz sigue residiendo en Santiago de los Caballeros, donde continúa su labor como docente y escritor, contribuyendo al desarrollo del pensamiento crítico en su comunidad.

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