Pasamos más horas en el trabajo que en nuestra propia casa. Allí tomamos decisiones, resolvemos problemas y enfrentamos desafíos. Sin embargo, con frecuencia olvidamos que, como en nuestro hogar, el bienestar depende del trato que recibimos y del entorno que nos rodea. El lugar de trabajo puede ser un refugio de respeto y colaboración, o un espacio que desgasta, desmotiva, enferma y fractura relaciones.

Pensemos en ejemplos concretos, un guardia de seguridad que nos saluda con una sonrisa, un compañero que nos pregunta cómo estamos al pasar por el pasillo, una reunión donde cada voz es escuchada y valorada. Son gestos simples, casi cotidianos, pero generan un impacto profundo porque nos recuerdan que somos reconocidos, que importamos, que este espacio puede ser seguro y humano.

Ahora pensemos en lo contrario, críticas frente a otros, indiferencia ante necesidades básicas como agua, café, un espacio limpio y cómodo o tener un lugar donde parquear nuestro vehículo. Un ambiente así no solo afecta la motivación; mina la confianza, reduce la creatividad y dificulta cualquier intento de colaboración. Nadie rinde ni se compromete en un entorno hostil.

Proveer un ambiente laboral digno es también una cuestión de herramientas y recursos. Un computador que funciona, una silla cómoda, espacios comunes que invitan a conversar, a descansar unos minutos, a reconectar. Estos detalles no son lujos o cosas extraordinarias; son la base para que cada persona pueda dar lo mejor de sí misma.

El respeto debe fluir de arriba hacia abajo y de abajo hacia arriba. Cuando los líderes escuchan, reconocen y cuidan, generan equipos resilientes y comprometidos. Cuando los compañeros se apoyan, se saludan y celebran logros, construyen un tejido de confianza que sostiene la institución. Cada palabra amable, cada gesto de consideración, puede transformar un día gris en uno lleno de energía y propósito.

Crear un lugar de trabajo que se sienta como segunda casa no es un detalle superficial, es una inversión en personas, en productividad y en cultura organizacional. Porque, al final, una institución que no se respeta a sí misma no puede exigir respeto a los demás. Pero una institución que cuida a quienes la habitan construye no solo resultados, sino dignidad, compromiso y bienestar. Y eso, al final, transforma la vida de todos.

¿Al llegar a tu trabajo sientes que entras a tu segunda casa, un espacio seguro y humano, o más bien es como si entraras a un ring de boxeo, donde la lucha comienza desde el primer instante?

Si lideramos personas o instituciones, grandes o pequeñas, públicas o privadas, tenemos el deber de crear un ambiente de trabajo que funcione como una verdadera segunda casa para nuestros colaboradores.

Mayrelin García

asesora empresarial

Excandidata a diputada por la circ. 2 del Distrito Nacional y Dirigente del PRM. Licenciada en Administración de Empresas con especialización en Recursos Humanos y Lic. en Mercadeo con Especialización en Inteligencia Competitiva por la Pontificia Universidad Católica Madre & Maestra (PUCMM); Project Management Professional (PMP), Especialización en Negocios Internacionales por Florida International University (FIU), egresada del Programa de Desarrollo Directivo en Barna Management School. Asesora empresarial, charlista y articulista.

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