Así era con nosotras: maestra, amiga, confidente y madre…Jamás, ni con los años que ya sobre nosotras pesan, hemos olvidado esas lecciones. Mercedes Laura Aguiar
Hija de los señores Eugenio Aguiar y María Antonia Mendoza, Mercedes Laura, nació el 16 de febrero de 1872 en la calle Arzobispo Nouel. Sus primeros estudios los realizó en la escuela de primeras letras que regentaba en su hogar la señora Ana Díaz, tía de Salomé Ureña. Al abrir sus puertas el Instituto de Señoritas, pasó a formar parte de su alumnado, conformando el primer grupo de egresadas. Sus compañeras fueron: Luisa Ozema Pellerano, Ana Josefa Puello, Leonor Feltz, Altagracia Henríquez Perdomo y Catalina Pou.
Después de graduarse como maestra normal, el 17 de abril de 1887, se dedicó a la docencia junto a las inseparables hermanas Pellerano Castro, quienes estuvieron a cargo de la institución luego de la muerte de su fundadora. Laura Aguiar posee uno de los testimonios más gráficos y conmovedores del Instituto. Como exalumna de la escuela de primeras letras en la casa materna de Salomé, vecina de la familia Ureña Díaz e integrante del primer grupo de alumnas; había conocido a su fundadora antes de la apertura, lo que la sitúa como testigo excepcional de los acontecimientos que rodearon la vida y la obra de la poetisa nacional.
En el libro titulado Discursos y páginas literarias, impreso en la Editora Caribe y prologado por Argentina Matos en 1972, se presentan veinte textos escritos por Laura Aguiar, algunos publicados en las revistas Letras y Ciencia, así como en Crónicas. Otros discursos pronunciados en actos protocolares, van desde la investidura como maestra a la edad de 15 años, hasta el pronunciado en 1950 cuando, casi octogenaria, recibió el homenaje como “Mujer de América en la República Dominicana”. Estos fueron recopilados, con anterioridad, en un libro mimeografiado por su estudiante Adolfina Henríquez, en un increíble gesto de afecto y atinada atención a la posteridad.[1]
De los veinte textos publicados, cuatro son particularmente valiosos para la historiografía de la educación dominicana: Palabras publicadas al ser investida de maestra normal en la escuela normal de Santo Domingo, Meseniana, Discurso pronunciado en el club nosotras en la velada fúnebre. Homenaje al Dr. Arístides Fiallo Cabral y Labor educadora de Salomé Ureña de Henríquez.
En visitas realizadas a diferentes museos dedicados a la historia de la educación, tanto en América como en Europa, es notable la dedicación museográfica de estos en representar los espacios áulicos en que se han desarrollado las prácticas pedagógicas de sus países. Si en la República Dominicana un museo, tuviese la intención de replicar un aula del Instituto de Señoritas, se podría tomar como fuente indiscutible esta descripción que hace Laura Aguiar sobre el mobiliario del Instituto a su llegada el primer día de clases:
“Dos filas de pupitres de roble, bipersonales, una frente a la otra; a un extremo, entre ambas filas, el gran pupitre de nuestra directora, sentada detrás de él en un sillón giratorio.
Sobre el pupitre un globo celeste, y uno terráqueo, un extraño aparato, muy atractivo, que semejaba el sistema planetario… El pequeño microscopio, que nos fascinaba y posee la señorita Consuelo Nivar, donado por Pedro Henríquez Ureña a esa consagrada maestra, un ábaco, una caja de figuras y cuerpos geométricos, y un timbre grande, completaban el ajuar.
Adornaban las paredes, un mapa de la isla de Santo Domingo, mapas de los continentes, esquemas de Anatomía, estampas grandes de Botánica y de Zoología, y carteles con los siete colores primarios.
A un lado, frente a las discípulas, junto al pizarrón, un compás, un puntero, un borrador y algunas barras de tiza”.[2]
Describe también las clases que tomaba en el hogar materno de la poetisa, antes de pasar al Instituto: “Allí aprendimos a leer, a escribir, hasta donde era posible, a efectuar las operaciones fundamentales de la aritmética, el catecismo, la Doctrina Cristiana y labores que nos enseñaba Manina, como familiarmente llamábamos a Doña Gregoria, la dulce madre de la Poetisa-Educadora”[3].
Haciendo constar que la vocación magisterial de Salomé era, en realidad, un “oficio familiar” pues tanto su madre como sus primas Valentina y Ana Díaz, así como su hermana Ramona, se dedicaban a la enseñanza en el ámbito doméstico. Nos cuenta el cierre de este espacio educativo y los inicios del Instituto, desde el envío de la circular que anunciaba su apertura y el programa de estudios que llevaba anexo, hasta las reacciones que conllevó la noticia:
“Vientos de ignorancia, de maledicencia y de egoísmo, soplaron fuertemente y se levantó la infame polvoreada “¿Cómo es posible que los padres permitieran a sus niñas, andar por las calles todo el día?!¡Qué atrevimiento, arrancarlas a su hogar para darles una enseñanza, que solo a los varones convenía!”.[4]
Describe con detalle el primer día de docencia, las alumnas que estuvieron desde los inicios, Ana Josefa Puello, Leonor Feltz, Luisa y Eva María Pellerano, Altagracia Frier, Altagracia Henríquez Bello y Mercedes Echenique y las que se integraron una semana después: Catalina Pou y Carmen Julia Henríquez Perdomo.
El equipo docente: “A la derecha doña Salomé, don Pancho. A la izquierda, en primer término, don Federico, el amado maestro centenario, distribuidos a uno y otro lado: Don José Dubeau, don Emilio Prud-Homme, don José Pantaleón Castillo, don José Santiago de castro, Don César Nicolás Penson, la señorita Valentina Díaz y Don Carlos Alberto Zafra, el más joven de la atrevida falange”.[5]
Y, sobre todo, la ceremonia de bienvenida organizada por Salomé, quien, según su testimonio, habiendo escrito en la pizarra Fiat Lux: pasó a “…con palabras que la emoción hacía temblar en sus labios, no con su alma de poetisa, sino con su alma de patriota, nos explicó el significado de aquellas hermosas palabras, que aun brillaban en el pizarrón.[6]”
Nos revela la composición curricular de los inicios de la carrera docente, aportando información valiosa para comprender la evolución del currículo escolar dominicano. “En primer curso teórico: conocimiento de los cinco órdenes arquitectónicos, Geografía Política e Histórica, Cosmografía, Geografía Física, Aritmética y Nociones Fundamentales de Astronomía. En segundo: Algebra y Geometría, Nociones de Física, Química Mineral y Orgánica, Lectura Razonada y Nociones de Lógica, Pedagogía, Historia de la Pedagogía, Ortografía y Prosodia.
En Tercero: Nociones Fundamentales de Prehistoria, e Historia Universal, Retórica y Poética, Gramática Castellana Fundamental, y comenzaba la obligatoriedad de trabajar como maestras. En Cuarto: Elementos de Botánica, Elementos de Zoología, Nociones Patrias, Nociones Fundamentales de Biología y Sociología, Lectura y Crítica Literaria, Moral Individual y Moral social”.[7]
Sobre la enseñanza moral recibida, es interesante que la plantea en términos interdisciplinarios:
“En un ambiente familiar de ternura y de enseñanza, transcurría llena de encantos, la vida de la escuela, por más que el reglamente interior estaba sujeto a inviolable disciplina. La mora surgía a cada instante en las lecciones y los hábitos de educación se enseñaban sin que fuese necesario esperar el sábado, día destinado para esas clases.[8]
Las clases de Urbanidad “eran escenificadas: tres niñas, por ejemplo, representaban la abuela, la madre y la hija en un hogar. Otras dos, iban como visitantes para enseñar hábitos de respeto y cortesía.”[9]
Sobre la forma de educar en valores y mantener el ambiente de disciplina nos dice: “a las alumnas que algunas faltas cometían, las invitaba a esperar, hasta que la escuela se despidiera, para hablarles conforme requería el grado de la falta cometida.” No se utilizaba el castigo físico ni se hacían correcciones en público.”[10]
Sobre las calificaciones explica que se entregaban cada semana y a las mismas se añadía una evaluación formativa. Se entregaban premios en gratificación a los logros académicos obtenidos, los cuales describe como papeles que simulaban ser dinero con una medalla impresa que poseían un valor entre 5 y 500. También se otorgaban estampas y dibujos iluminados de Zoología y de Botánica que eran muy valorados por las alumnas.
Sobre el horario, se disponía que la asistencia al plantel fuera de lunes a viernes de 8 a 11 am y de 1 a 4 pm. Los sábados solo en la mañana y se destinaba a lecciones de Moral, Urbanidad, Historia Sagrada, Lectura y Recitaciones.
Cuando el Instituto se fue dando a conocer fuera del territorio capitalino empezaron a llegar las alumnas del interior: “cundió el entusiasmo y padres que habitaban nuestras provincias, enviaban a sus hijas a estudiar en el colegio de la señora Henriquez. Entre ellos vinieron: Ana Josefa y Amalia Freites de Azua, Teresa y Florinda Rojas del Seibo, Daniel y Carmen Carvajal de Puerto Plata, Lolita y Celeste Ricardo de Santiago, Dolores Deligne de San Pedro de Macorís.”[11]
Nos detalla las actividades organizadas por Salomé cuando había visitas al plantel y las educandas tenían que mostrar las competencias académicas que iban adquiriendo: “y cuando una o varias personas, nacionales o extranjeras, anunciaban su visita, nuestra directora reunía el alumnado en el salón principal y se nos hacía en presencia de ellas, un interesante interrogatorio sobre los conocimientos adquiridos y leíamos o recitábamos, comentándolos, escogidos trozos en prosa y en verso.”[12]
Los textos que leían: El árbol del buen pastor de Rafael Baralt, Mi delirio sobre el Chimbrazo, de Simón Bolívar y la prosa del escritor venezolano Arístides Rojas para la Lectura Explicada y Recitación, materia de la que se encargaban Salomé y Federico. En verso recitaban Alá Alak Back de José Zorrilla, La oración por todos de Víctor Hugo, Oda a la agricultura de la zona tórrida de Andrés Bello, Canto al Niágara de Heredia, y a la Invención de la imprenta por Quintana.
Leían así mismo a Santa Teresa de Jesús, San Francisco Xavier, Sor Juana Inés de la cruz, Espronceda y María de Jorge Isaac. A las poetisas dominicanas Josefa Antonia Perdomo y Josefa del Monte. Llama la atención, incluso a la misma Laura Aguiar, que Salomé no presentara su obra para ser leída.
Describe las actividades extracurriculares como la procesión cívica a la catedral:
“La escuela en pleno iba vestida de blanco. Tres alumnas abrían el desfile. La del centro portaba la glorioso enseña de la patria. Las que iban a ambos lados, llevaban sendos estandartes, con el nombre del instituto de señoritas y una frase o un lema en loor de nuestros héroes… A esta procesión cívica concurrían todas las escuelas de nuestra ciudad capital… Regresábamos así a nuestro colegio, donde nos esperaba llena de satisfacción la directora ejemplar para hablarnos de la patria y de sus héroes y darnos las gracias y recompensar con premios de la escuela las alumnas que al asistir al hemos acto, habíamos cumplido un deber de civismo y de amor patrio.”[13]
Llama la atención la deferencia con las que eran tratadas las jóvenes estudiantes, Salomé no daba por sentado que era una obligación el cumplimiento de rendir honor a los valores patrios, sino que les agradecía por hacerlos. Es evidente también que se practicaban ejercicios de metacognición, invitando a las alumnas a comentar sus opiniones sobre lo aprendido.
Describe el ambiente de los exámenes: “una circular invitaba al honorable ayuntamiento de la ciudad, a los miembros de la junta superior de estudios, a los padres y tutores de los alumnos y a cuantas personas desearan presenciarlas… La concurrencia fue espléndida y las alumnas presentamos pruebas altamente satisfactorias en escritura, en lectura, con explicación y respuestas a las preguntas hechas, acerca de lo que habíamos leído.
En aritmética, dominio de las operaciones, conocimiento y manejo del ábaco… en Geometría, conocimiento completo de líneas, figuras y cuerpos…La atención, la observación, la intuición y la inducción, con interés excepcional de maestros y alumnos, dieron el triunfo a estas primeras pruebas.”[14]
Y la ceremonia final de graduación, con su tradicional ritual de madrinas- acompañantes: “Hasta el parque Duarte llegaba el público en apretadas filas. El entusiasmo desbordante, sorprendente de admiración…las distinguidas damas que nos sirvieron de madrinas en la puerta esperaban…En pleno estaba la Junta Superior Directiva de Estudios. Comisiones de la suprema corte de justicia, del honorable ayuntamiento, prominentes hombres de letras y de ciencias. El profesorado de la escuela normal y el del instituto de señoritas, llenaban aquel recinto.”[15]
A ese acto también asistieron: Juan Tomás Mejía, en calidad de superintendente de educación, Gregorio Billini, Alejandro Woss y Gil, Jacinto de Castro, Manuel de Jesús Galván, César Nicolás Penson y Emilio Prud-Homme, entre otras personalidades.
Termina por explicar el cierre del centro escolar y la reapertura, por parte de las hermanas Pellerano Castro, a quien ella llama “Compañeras en mi vida de estudio y de magisterio” por haber estudiado con ellas toda la trayectoria escolar y posteriormente emprendido la labor magisterial.
En resumen, este texto nos muestra una de las imágenes más completas de la discípula de Hostos, de pluma de quien la conoció en todas sus facetas: la de madre, esposa, hija, maestra vecina y poetisa: “A la una de la tarde, después que aquella maestra de indeleble recuerdo, ayudaba a barrer y a limpiar, y ordenaba las aulas de su escuela desde el balcón de la calle Luperón veía llegar al grupo de discípulas que vivíamos en sus inmediaciones y nos reuníamos para entrar juntas al colegio…”[16]
[1] La señora Carmen Adolfina Henríquez nació el 3 de agosto de 1915 en Santo Domingo. Hija de los señores Adolfo y Sebastiana Henríquez. Fundó el Departamento de Servicios Sociales en el país. Obtuvo una maestría en piano y un doctorado en filosofía. Murió en Estados Unidos, a la edad de 86 años.
[2] Aguiar, Mercedes Laura, Discursos y Páginas literarias, Editora del Caribe, Santo Domingo, 1972. página 102.
[3] Ibíd, p. 98.
[4] Ibíd, p. 101.
[5] Ibíd, p. 103.
[6] Ibíd, p.103.
[7] Ibíd, pp. 106-107.
[8] Ibíd, p.104.
[9] Ibíd1, p.12.
[10] Ibíd1, p.13.
[11] Ibíd1, p.08.
[12] Ibíd, p.108.
[13] Ibíd, pp. 113-114.
[14] Ibíd, pp. 120-121.
[15] Ibíd, p. 121.
[16] Ibíd, p. 11
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