Toda la sociedad dominicana permanece conmocionada y sumida en un luto colectivo tras los acontecimientos del pasado martes 8 de abril en la discoteca Jet Set, donde el colapso del techo durante un concierto del merenguero Rubby Pérez provocó la muerte de al menos 226 personas y dejó más de 189 heridos.

Más allá de la trágica pérdida de vidas, del impacto en la salud física y mental de los sobrevivientes, y del dolor de miles de familias que hoy lloran a sus seres queridos, es urgente que la sociedad dominicana se una en solidaridad. Pero aún más importante es que reflexionemos sobre las lecciones que debemos aprender de esta tragedia que, con toda probabilidad, pudo haberse evitado.

Lo digo con cuidado, porque no me consta personalmente, pero de acuerdo con los testimonios de empleados, artistas que se habían presentado en fechas anteriores, clientes habituales e incluso ingenieros que trabajaron en el local, la estructura del edificio presentaba señales claras de deterioro que requerían una intervención urgente, posiblemente una demolición y reconstrucción. Sin embargo, quienes tenían la responsabilidad de tomar esa decisión la postergaron o, peor aún, la ignoraron.

Aquí surge la primera gran lección, especialmente para los responsables civiles y penales: una decisión que involucre la seguridad de vidas humanas jamás debe ser aplazada. Cuando el riesgo es la vida de decenas o cientos de personas, la inacción se convierte en crimen por omisión. Y tan grave como eso es el silencio de quienes, al saber lo que ocurría, no alertaron a las autoridades ni a la sociedad.

Hablemos ahora de las consecuencias. Sin extendernos demasiado, el saldo es devastador: 226 muertes confirmadas; 189 heridos que podrían fallecer o quedar con secuelas físicas permanentes; una cantidad aún mayor de víctimas con traumas psicológicos —ya sean sobrevivientes directos, familiares, amigos o testigos—, y una población nacional profundamente afectada en lo emocional y lo anímico. La tragedia también ha tenido repercusiones económicas y reputacionales: posibles cancelaciones de viajes turísticos, cierres de locales para evaluación estructural, temor colectivo a asistir a eventos en lugares cerrados, y un golpe severo a la industria del entretenimiento, al empleo en ese sector y a cientos de familias cuyo sustento depende de él.

Cinco lecciones que debemos aprender como sociedad:

Fortalecimiento de la supervisión estructural: Es imperativo revisar y reforzar los protocolos de inspección y mantenimiento de edificaciones que reciben grandes concentraciones de personas. Debería ser obligatorio contar con seguros de responsabilidad civil, cuyos requisitos incluirían inspecciones estructurales previas.

Transparencia en las investigaciones: La ciudadanía debe exigir informes claros y detallados sobre las causas del colapso, así como sanciones ejemplares para los responsables, conforme a la ley. No puede haber impunidad.

Unidad ante la adversidad: La diversidad de las víctimas demuestra que las tragedias no discriminan. Esta experiencia dolorosa debe servir como llamado a la solidaridad y a la construcción de una sociedad más empática y cohesionada.

Apoyo a las víctimas y sus familias: Es fundamental garantizar asistencia médica, psicológica y económica a los sobrevivientes y a los familiares de los fallecidos. La reparación moral y material es un deber del Estado y de la sociedad.

Revisión de las políticas de seguridad pública: Las normativas de seguridad en espacios públicos y de entretenimiento deben ser actualizadas, aplicadas rigurosamente y supervisadas con responsabilidad.

Esta tragedia nos recuerda lo frágil que es la vida y lo urgente que es asumir una responsabilidad colectiva para garantizar entornos seguros. Que el dolor de hoy no sea en vano. Que se transforme en acciones concretas que construyan un mañana más seguro, justo y solidario para todos.

Juan Ramón Mejía Betances

Economista

Analista Político y Financiero, cursó estudios de Economía en la Universidad Nacional Pedro Henríquez Ureña (UNPHU), laboró en la banca por 19 años, en el Chase Manhattan Bank, el Baninter y el Banco Mercantil, alcanzó el cargo de VP de Sucursales. Se especializa en la preparación y evaluación de proyectos, así como a las consultorías financieras y gestiones de ventas para empresas locales e internacionales.

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