En materia de gobernanza siempre suceden acontecimientos que remueven el engranaje de cualquiera gestión gubernamental. El caso Senasa, indudablemente, es ese que ha tenido un impacto muy profundo en la siquis de la gestión del presidente Abinader, por sus implicaciones para la población y por la figura que protagoniza el escándalo.
Sin embargo, dicen que a veces es tan importante cómo se reacciona ante un hecho, que el hecho mismo. No hay dudas de que para todos aquellos que estamos comprometidos con el discurso y la práctica ética del presidente ha sido un varapalo. Sentimos vergüenza, rabia, impotencia, dolor, pero al mismo tiempo orgullo. Sentimos el orgullo de ver que nuestro presidente no es como los otros, que apañaban, protegían y negaban la corrupción. El camino fácil hubiera sido negar los hechos, manipular el desfalco, lanzar cortinas de humo y esperar que el tiempo se encargara del resto. Como en el pasado reciente.
Luis Abinader es un presidente con agallas, valiente, que desde un principio se propuso impulsar un Ministerio Público independiente, y ese hecho ha creado las herramientas para enfrentar la madre de la corrupción, la impunidad. Pero luchar contra la corrupción es nuestro país es una tarea colosal; luchamos contra un engranaje aceitado desde sus cimientos, contra un sistema articulado desde de los partidos políticos.
El presidente Abinader sabía que la oposición se cebaría con el caso Senasa, que lo utilizaría para argumentar que todos los gobiernos son iguales. La diferencia estriba en el manejo de los casos de corrupción. Desde de sus inicios, de este gobierno tuvieron que salir figuras relevantes que fueron señaladas incluso por acciones inapropiadas cometidas antes de llegar al gobierno; otras saltaron en pocos meses.
Cuando el presidente Abinader concluya su mandato habrá de hablarse de un antes y un después en la lucha contra la impunidad, ese mal que propicia, apadrina y fomenta el robo de los fondos públicos.
En los gobiernos de los otros, los casos de corrupción se sucedían de manera corriente, y el presidente de turno, principalmente Leonel Fernández, hacía todo lo que estaba a su alcance para que la justicia no dirimiera cualquier expediente que involucrara a unos de esos funcionarios. Para evitarlo, tenía un Ministerio Público que obedecía a sus lineamientos de mantener en el cajón de las mil llaves los casos de corrupción. Además, cuando le tocó el turno, llenó la Suprema Corte de Justicia de jueces políticos y parcializados para que contrarrestaran cualquier intento de llevar al banquillo de los acusados a sus socios. Fue una época negra para la sociedad dominicana en materia institucional y en la lucha contra la impunidad.
Todo el mundo sabe que Leonel Fernández estaba rodeado por una gavilla de perversos, entre los que destacan Félix Bautista, Víctor Díaz Rúa, Diandino Peña, entre otros tantos. Los escándalos de corrupción en OISOE, en la OPRET y Obras Públicas, y muchos más, eran constantemente denunciados por los programas de investigación. Y yo pregunto ¿Cuántos casos de esos llegaron a los tribunales en los gobiernos de Leonel Fernández? Ninguno. La impunidad era la norma, la regla, porque ese período de gobierno fue una masacre a nivel de robo al Estado sin recibir ningún tipo de castigo. La corrupción era la moneda de cambio corriente.
En el caso de Danilo Medina, su estrategia era negar la corrupción, con la errónea creencia de que, negándola, no existía. Cuando este gobierno llegó y empezó a investigar, todos vimos que la corrupción asquerosa, vulgar, estaba por todas partes. Y ahí están en los tribunales muchos expedientes en contra de gente de ese gobierno. Los asaltantes de Leonel corrieron con mejor suerte porque ya habían pasado muchos años y rastrear las pruebas de la corrupción es complicado al paso del tiempo.
Senasa llega para que el gobierno nuestro reflexione: llega para recordarnos que los tiempos de la corrupción rampante e impune están llegando a su fin. Es una advertencia. Una advertencia para quienes acompañan al presidente Abinader. Rendir cuentas será una norma a partir de ahora.
Cuando el presidente Abinader concluya su mandato habrá de hablarse de un antes y un después en la lucha contra la impunidad, ese mal que propicia, apadrina y fomenta el robo de los fondos públicos.
Y sí, en nuestro gobierno hay gente que se verá tentada a enriquecerse de manera ilícita, pero es bueno recordarle que Luis Abinader no es como los otros, aunque la oposición haya recibido, a través de Senasa, las municiones que le permite disparar a un gobierno que moralmente le lleva años luz.
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