Actualmente, en el Caribe y Latinoamérica, el crimen organizado ha cobrado gran relevancia en medio de circunstancias muy complejas y delicadas. En el caso de República Dominicana, la situación se agrava por la crisis del vecino Haití, donde muchos civiles y autoridades imploran clemencia a las pandillas para que cesen las masacres, los asesinatos y quema de vivienda, contra gentes indefensas. Y se quejan porque todavía no han llegado suficientes refuerzos a las tropas destinadas a combatir a las pandillas,  generándose un caos tan peligroso que muchos representantes diplomáticos no viajan a aquel país a realizar sus labores por la inseguridad reinante.

Estos hechos revelan que las situaciones que padece nuestra región por el protagonismo creciente de las organizaciones criminales transnacionales ¡no son pocas cosas!

El consumo de drogas se remonta a miles de años, se le atribuye a pueblos de Asia y de  Suramérica; pero su producción masiva y la globalización del tráfico, son fenómenos recientes.

El consumo y la adicción comienzan en forma individual y voluntaria, pero luego no se sale solo, se requiere la ayuda de los demás, y especialmente de profesionales de la salud mental muy entrenados en la materia. Entre los factores psicológicos y sociales, que se identifican como muy asociados a este terrible hábito se encuentra: la búsqueda de placer momentáneo; la curiosidad por probar algo nuevo; los estados de ansiedad o depresión; las experiencias traumáticas o dolorosas; la presión social del medio ambiente; la desintegración familiar; las crisis emocionales; así como la publicidad y promoción de supuestas bondades o beneficios de las sustancias ilícitas.

En lo económico influyen las altas y rápidas ganancias, y la creciente demanda de los países ricos —especialmente Estados Unidos y Europa— y la pobreza y el desempleo en países productores como Colombia, Perú y México. Sin embargo, muchos involucrados ignoran la situación efímera y transitoria de la posesión de la riqueza acumulada; la corta duración de la vida y la limitada libertad de quienes están atrapados en las redes de las drogas; factores estos que debían desalentar a los participantes en ese negocio. Por ejemplo, al colombiano  Pablo Escobar, lo asesinaron a los 44 años y al mexicano Joaquín  (El Chapo) Guzmán, lo apresaron la primera vez a los 36 y sigue encerrado.

En el aspecto político, el reconocido especialista francés Jean-François Gayraud, estudioso de las organizaciones criminales como mafias, cárteles, bandas o pandillas, plantea en su obra monumental El G-9 de las mafias en el mundo que “la psicología demostró hace mucho tiempo que el ser humano tiene una clara tendencia a rechazar los fenómenos nuevos, molestos, amenazantes y, en apariencia, incontrolables, para centrarse en lo que le resulta familiar, conocido y controlable. Añade que incluso el Estado suele mirar hacia otro lado en cuestiones de crimen organizado, y que esa ceguera instintiva y voluntaria lo protege en un primer momento.

Por tales razones, las organizaciones criminales hacen todo lo posible por ocultarse, y tornarse invisibles, mientras los Estados las persiguen. Y en esa fatal dinámica, o en ese juego del gato y el ratón, las organizaciones criminales se fortalecen, y al disponer de demasiado dinero dañan a la familia, al Estado, la calidad de vida de los pueblos, y la   democracia y soberanía de las naciones.

William Galván

Profesor de psicología y antropología de la Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD). Investigador académico y consultor de empresas.

Ver más