La emigración por medio de navegación y en casos de naufragios en las embravecidas aguas del Mar de las Antillas podrían estar a la parrilla de los muchos problemas comunes en nuestras Antillas Mayores.
Ni los naufragios ni las nuevas políticas migratorias presentan detente a las arriesgadas tramas tras el sueño de una vida más justa, de paz y, en algunos casos, libre de persecuciones políticas.
El riesgo involucra hasta la astronómica suma de $20,000 dólares para la arrojada travesía en casos con mares picados, en endebles embarcaciones tanto como intervenciones en alta mar y deportaciones. Incontables las muertes en el camino.
Muchos lo logran, en casos como cubanos y haitianos en ruta por el Atlántico a Miami e igual dominicanos en ruta a Puerto Rico. De otras nacionalidades como orientales, las autoridades han intervenido en Isla de Mona, al oeste de Puerto Rico.
Unos cinco millones de puertorriqueños se encuentran en EEUU en una emigración que comenzó a principios del siglo pasado y que los llevó a República Dominicana, Hawai y a EEUU por razones económicas, pero travesías seguras.
En otros casos y en imigración arriesgada o segura, se estima en unos 2,4 millones de dominicanos en EEUU, más de un millón de cubanos, mayormente en la Florida. Los emigrantes haitianos se estiman en 73,000 en EEUU y el gobierno dominicano ha iniciado la repatriación-deportación de otros 550.000 haitianos en su territorio nacional.
Pero las Antillas Mayores enfrentan otros problemas comunes que incluyen desastres naturales como huracanes, terremotos y sequías, exacerbados por el cambio climático que provoca la subida del nivel del mar y la erosión costera.
A esto se suman desafíos económicos como la dependencia del turismo, la falta de diversificación económica y el manejo inadecuado de residuos.
La colonización dejó un alto nivel de diversidad étnica y lingüística así como la desaparición de pueblos primigenios y trajo la introducción de mano de obra esclava africana. Ello nos trae los modernos pedidos de restitución por los denominados abusos tras la conquista.
La subida del nivel del mar, la erosión costera y el daño a los arrecifes de coral son amenazas graves para las economías insulares.
La acumulación de basura y la contaminación, incluida la generada por el tráfico marítimo, son problemas significativos en la región.
Aunque los gobiernos apuestan a la industria del turismo como generadora de ingresos, ella puede desplazar recursos de otros sectores vitales y muchos beneficios van a las corporaciones externas. Nuestras economías se fundamentan en un limitado tramado industrial, lo que achican el desarrollo y las oportunidades de empleo.
Y más modernamente, la actividad financiera, a veces relacionada con paraísos fiscales, puede estar asociada con actividades ausentes de ética.
Actualmente la corrupción y el crimen organizado son obstáculos para el desarrollo económico y la estabilidad. Y vemos como la desigualdad social es un problema recurrente por la concentración de riqueza en algunos y la falta de oportunidades para otros.
Es notable en muchos casos una infraestructura débil como embalses y sistemas de agua, a merced de daños severos por fenómenos naturales y sequías. Y a la falta de diversificación económica y en énfasis en el turismo pueden limitar el acceso a empleos estables.
Pero más que un resumen de fracasos, es menester fijar una ruta a reconsiderar por nuestros gobiernos en función de progreso y justicia social en nuestro entorno. Ello porque:“Había aprendido del campo una cosa: que la mejor tierra no se ve porque la cubre la maleza” Juan Bosch.
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