Por primera vez en la historia nos visitó un ministro de Guerra norteamericano, ministerio que hace poco se llamaba ministerio de Defensa, cambio que refleja la actitud del presidente Donald Trump hacia el papel de su país en el mundo. Ni siquiera durante la ocupación militar de 1965 nos visitó un ministro de Defensa, pues el incumbente de entonces, un civil, Robert MacNamara, según documentos históricos, no creía que la misma estuviese justificada.
El ministro de Guerra vino a solicitarnos, según la versión oficial, el poder utilizar el espacio aéreo de la base de San Isidro y del aeropuerto comercial de Las Américas para que puedan llegar allí aviones militares norteamericanos a reabastecer de combustible y otros fines, como parte de la acción militar contra el narcotráfico en la región.
Dicha solicitud nos mueve a hacer varias preguntas:
¿Por qué las Fuerzas Armadas norteamericanas no utilizan para esos fines la recién reabierta base militar de Roosevelt Roads precisamente en territorio norteamericano en Puerto Rico, al este de esa isla y frente a Vieques?
¿Por qué las Fuerzas Armadas norteamericanas no utilizan el aeropuerto de Arecibo en la parte oeste de la isla de Puerto Rico, que algunos dominicanos recordarán como la base aérea militar donde aterrizó más de un avión militar de nuestra Fuerza Aérea, pues sus pilotos huían de Trujillo?
Lo que está ocurriendo con las negociaciones norteamericanas con Rusia y Ucrania evidencia que el equipo negociador de la Casa Blanca, que incluye a un empresario millonario sin experiencia diplomática, está muy dividido
¿Por qué las Fuerzas Armadas norteamericanas no utilizan para los fines citados a su famosa base aérea de Guantánamo, en la parte oriental de Cuba?
Como el grueso del narcotráfico no fluye por el mar Caribe, sino por el Pacífico, ¿por qué no utilizan para esos fines a su base militar en El Salvador?
Algunos consideran que, a la luz de lo anterior, la solicitud del ministro de Guerra norteamericano simplemente forma parte de la guerra sicológica contra el régimen de Maduro y que incluye el traslado al Caribe del más grande portaaviones norteamericano, la declaración de terrorista del “Cartel de los Soles”, supuestamente compuesto por altos militares venezolanos, la utilización de aeropuertos y bases navales en Trinidad y Tobago por parte de las Fuerzas Armadas norteamericanas y el sobrevolar con aviones de guerra la zona comprendida entre Curazao y la costa venezolana.
Algunos piensan que esta guerra sicológica tiene el propósito de lograr que Maduro renuncie, sin tener que atacar o invadir a Venezuela. Un ataque significaría, primero, un aumento en el precio internacional del petróleo y, segundo, una prolongada guerra en Venezuela que incluiría la participación de las guerrillas izquierdistas colombianas. Después de su experiencia en Irak y Afganistán, el pueblo norteamericano creemos que no apoyaría una acción bélica en el país suramericano y, además, distanciaría la posibilidad del presidente Trump de lograr el premio Nobel “de la paz”, no el “de la guerra”.
Si el propósito del ministro de Guerra norteamericano es utilizar las dos bases dominicanas para acciones contra Venezuela, eso perjudicaría mucho a nuestro país. Desconocemos si el gobierno venezolano posee misiles rusos o iraníes y si estos tienen alcance para llegar al Aeropuerto Internacional de las Américas, pero ese objetivo militar luciría más fácil para el gobierno venezolano que tratar de enviar misiles al portaaviones norteamericano o atacar a las bases en el territorio norteamericano de Puerto Rico.
Comprendemos las razones geopolíticas por las cuales el presidente Abinader no pudo negarse a lo solicitado por Washington, pues es una simple cuestión de las fuerzas políticas relativas, pero sí esperamos que nuestro presidente, a cambio, haya solicitado a Estados Unidos, a través del ministro que nos visitó, que provea los recursos necesarios para financiar la acción militar contra los terroristas en Haití, además de proveer elementos de inteligencia desde el aire para ubicar a esos pandilleros. Esto es más urgente aún, dado que en tres meses los Estados Unidos tienen la intención de deportar a Haití a unos 350,000 ciudadanos de ese país cuyo estatus temporal de protección vencerá. Muchos de ellos querrán migrar ilegalmente a nuestro país.
El ministro de Guerra vino a solicitarnos, según la versión oficial, el poder utilizar el espacio aéreo de la base de San Isidro y del aeropuerto comercial de Las Américas
También esperamos que el presidente le haya solicitado al ministro de Guerra quitar el arancel del 10% sobre nuestras exportaciones a los Estados Unidos, amparadas por el DR-CAFTA, para igualarnos con la condición de arancel cero que ya tienen los productos mexicanos cubiertos por ese acuerdo de libre comercio con Estados Unidos y Canadá.
Pero lo que está ocurriendo con las negociaciones norteamericanas con Rusia y Ucrania evidencia que el equipo negociador de la Casa Blanca, que incluye a un empresario millonario sin experiencia diplomática, está muy dividido. Probablemente también lo esté con relación a qué hacer con un Maduro, que piensa que no está lo suficientemente maduro como para gotear de la mata.
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