Hablar de psicoterapia en la población afrodescendiente en Santo Domingo es abordar una realidad incómoda que por mucho tiempo ha sido ignorada. La salud mental, al igual que otros ámbitos, no escapa a las estructuras raciales que han definido el acceso a servicios esenciales en la sociedad dominicana. Una investigación reciente deja en claro que existen múltiples barreras que afectan la calidad de la atención psicológica para las personas negras en el país: la escasez de terapeutas con formación en diversidad cultural, la subrepresentación de afrodescendientes en el campo de la psicoterapia y la persistencia de modelos de intervención eurocéntricos.
El racismo en la psicoterapia no es explícito en la mayoría de los casos, sino que opera de manera sutil a través de sesgos implícitos y la falta de preparación de los profesionales. Es preocupante que menos del 5% de los estudiantes de psicología en universidades dominicanas se identifiquen como afrodescendientes. ¿Cómo se puede esperar una atención adecuada cuando los propios terapeutas no reflejan ni entienden la realidad de sus pacientes? La psicoterapia no solo debe ser un espacio de escucha y sanación, sino también de validación de experiencias, y la identidad racial juega un papel importante en ello.
No es sorprendente que los hallazgos del estudio reflejen que la mayoría de los terapeutas que participaron en el no se sienten preparados para abordar temas de raza en sus sesiones. De hecho, algunos pacientes han reportado microagresiones durante el proceso terapéutico, lo que indica que muchos profesionales aún carecen de herramientas para tratar de manera efectiva las experiencias de discriminación racial de sus clientes. Como bien mencionó un psicólogo con más de 15 años de experiencia: "En mi formación, el tema de raza y cultura fue completamente ignorado. He tenido que aprender sobre la marcha, cometiendo errores en el camino." Este testimonio evidencia el vacío formativo que existe en la psicología dominicana en relación con la afrodescendencia.
Si la psicoterapia tiene como propósito la sanación integral, entonces no puede seguir operando bajo un marco que minimiza o ignora la identidad racial. Es imprescindible que la formación de los psicólogos incluya competencias culturales, perspectivas antirracistas y un enfoque interseccional que les permita comprender la complejidad de la experiencia de las personas racializadas. No basta con adaptar modelos foráneos de psicoterapia a la realidad dominicana; es necesario desarrollar estrategias propias que consideren la historia y el contexto del país. La implementación de modelos terapéuticos afrocentrados, que reconozcan la historia y la espiritualidad afrodescendiente como parte del proceso de sanación, es una alternativa urgente.
Más allá de la teoría, la práctica de la psicoterapia en el país debe evolucionar. No se trata solo de incorporar conceptos como interseccionalidad o trauma racial…
Este entendimiento nos obliga a cuestionarnos el papel de la psicoterapia en una sociedad que ha negado sistemáticamente su herencia africana. ¿Es posible ofrecer una atención psicológica realmente inclusiva si no se reconoce el racismo como un factor determinante en la salud mental? Si la respuesta es no, entonces el cambio debe comenzar ahora. La psicoterapia afrocentrada no es una moda, sino una necesidad.
La psicoterapia debe ser un espacio de transformación tanto individual como colectiva. No podemos hablar de salud mental sin abordar la carga histórica y estructural del racismo. El dolor de generaciones marcadas por la discriminación no se disuelve en el vacío; se perpetúa en el cuerpo y en la mente, se instala en las emociones y se convierte en una herida silenciosa que muchas veces no encuentra eco en las salas de terapia. La falta de representación en el gremio de la psicología contribuye a este vacío, dejando a los pacientes negros sin modelos con los que puedan identificarse o terapeutas que realmente comprendan su experiencia de vida.
Sin embargo, es importante reconocer que el problema no solo radica en la falta de representación o en la preparación de los terapeutas, sino la disociación racial. Un factor clave y muchas veces ignorado es la negación de la identidad afro por parte del mismo de la población dominicana. Durante décadas, el discurso nacional ha promovido la idea de una identidad basada en la hispanofilia, relegando la herencia africana a un plano secundario o incluso inexistente. Esto ha llevado a que muchos afrodescendientes rechacen o minimicen su negritud, utilizando términos como indio claro o trigueño para distanciarse de la categoría racial que históricamente ha sido objeto de discriminación.
La negación de la identidad afrodescendiente no es una simple cuestión de semántica, sino un reflejo de un trauma generacional inducido por siglos de racismo estructural. Muchos afrodominicanos han interiorizado la idea de que identificarse como negro es sinónimo de inferioridad o de carencia de oportunidades, lo que los lleva a evitar la confrontación con su propia herencia. Esta disonancia identitaria puede generar un profundo conflicto interno que afecta la autoestima y la salud mental. ¿Cómo puede alguien sanar psicológicamente si su propia identidad es una fuente de angustia o de rechazo?
El trabajo de los terapeutas no debe limitarse a ayudar a los pacientes afro a sobrellevar el racismo externo, sino también a guiarlos en la reconstrucción de una identidad racial positiva. La autoaceptación y el reconocimiento de la afrodescendencia como un elemento central de la identidad personal son pasos esenciales en el proceso terapéutico. La validación de la experiencia afrodescendiente debe ir acompañada de un esfuerzo consciente por desmontar narrativas racistas internalizadas y fomentar una visión de la negritud basada en el orgullo y la dignidad.
Más allá de la teoría, la práctica de la psicoterapia en el país debe evolucionar. No se trata solo de incorporar conceptos como interseccionalidad o trauma racial en los planes de estudio, sino de generar un cambio estructural en la manera en que se concibe la salud mental en la población negra nacional. Es necesario reconocer que las heridas del racismo no solo afectan la autoestima, sino que también pueden generar síntomas de ansiedad, depresión y trastorno de estrés postraumático. La negación de la identidad racial dentro de la terapia solo perpetúa la invisibilización de estos problemas y refuerza la idea de que el racismo es un fenómeno externo, sin consecuencias en la salud emocional de quienes lo viven.
La transformación de la psicoterapia en toda la República Dominicana depende de la disposición de los profesionales a desaprender, cuestionarse y reconstruir sus enfoques clínicos. Se requiere un cambio profundo, no solo en la práctica diaria, sino en la forma en que concebimos la salud mental y el bienestar en una sociedad racialmente diversa. Mientras mas se rompan las barreras del racismo estructural en la psicología y se fomente un sentido de identidad negra saludable, podremos hablar de una verdadera atención integral. Hasta entonces, la deuda con la comunidad dominicana sigue pendiente.
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