En 1995, ya realizada mi carrera en la Universidad Autónoma de Santo Domingo, vino al país –invitado por el director de la Escuela de Lenguas Modernas, el doctor Iván Grullón –el poeta, pintor y escritor haitiano, de padre estadounidense  y madre haitiana, Franketienne. De ahí que era “jabao”, casi albino, de ojos azules, pelo blanco, nariz ancha, de barbas canosas, calvo y de pómulos salientes.  Dentro de los que participaron en ese curso, estaba yo (conservo el diploma). Grullón lo trajo para impartir, durante dos días, un Curso de Literatura Haitiana, en la Semana de la Francofonia (si no yerro la ocasión). Dictó su curso, en el salón de profesores de la Facultad de Humanidades, en francés, y le sirvió de traductor, el profesor Grullón. Al final del curso, cantó un par de arias, pues, además de poeta, dramaturgo, actor, guionista y novelista, Franketienne también era cantante lírico. Nacido en 1936, en Ravine-Seche, un campo de Haití, fue además, activista cultural, intelectual, y una figura clave, admirada y querida en Haití. Su nombre de pila era Jean- Pierre Basilic Dantor Franck Etienne d´Argent, y adoptó el apellido de su madre que era Etienne –al ser abandonado por su padre, como hijo bastardo. Fue distinguido con la Orden de Comendador de las Artes y las Letras, y obtuvo los premios Prix Carbet de la Caraibe et du Tout-Monde (2002), el Príncipe Claus (2006) y el Gran Premio de la Francofonia (2021). La UNESCO, le otorgó el título de Artista de la Paz.

Franketienne.

Franketienne volvió al país, en 2009, al II Festival Internacional de Poesía de Santo Domingo, donde tuvimos la ocasión de oírlo leer, cantar y recitar, en compañía de un pequeño tambor. Se confesó ser, un poeta-clow, pues sus lecturas eran un show, un espectáculo, donde era capaz de cantar y hacer un performance, al leer y declamar. Al año siguiente, paseando yo por la Plaza de la Cultura, durante la celebración de una Feria Internacional del Libro, al verme, me identificó y estalló en risa, antes de saludarlo. Así era el poeta: un ser simpático, risueño y cómico.

Volví a verlo, esta vez no aquí sino en Puerto Príncipe. Fue en julio de 2016, en compañía de mi esposa. Nos llevó a su casa el ministro consejero de la Embajada de EEUU en Haití, el amigo, Indran Amirtanayagan, poeta nacido en Siri Lanka y ciudadano americano, a quien conocí en el Festival de Poesía Teatro de la Luna, en Washington, cuya organización —y fundación– corresponde al poeta y académico dominicano, Rei Berroa. Nos tomó bajar de Petion Ville –donde nos hospedamos, en la residencia de la Embajada de EEUU–, cruzar un mercado y vencer los obstáculos del trayecto, guiados por un chofer militar haitiano (quien, en una libreta, anotaba nuestros nombres, cada vez que nos subíamos al auto) en una yipeta blindada, hasta arribar a la residencia de Franketienne, quien había hecho amistad con Indran. Nos mostró una pared agrietada y casi al desplomarse: nos dijo que fueron los estragos que le hizo el terremoto del 2010. Nos presentó a su esposa, una mulata haitiana, que nos miró con mirada suspicaz. Me llamó mucho la atención que ellos vivían en habitaciones separadas. Una vez que nos saludó, se retiró enseguida a su habitación, sin decir una sola palabra. Quizás no hablaba español, pensé. Luego de una amena conversación, le recordé al poeta que había tomado con él un curso de Literatura haitiana en Santo Domingo, y de repente sus ojos se emocionaron. Trató de recordar de inmediato el nombre de Iván Grullón. “Gullón”, repitió e intentó pronunciar–con dificultad– su apellido, emocionado y sonriente. Es increíble que se haya recordado de su nombre. Nos mostró sus cuadros de pintura. Tenía la casa repleta de pinturas. Le dije que le compraba un cuadro; me buscó uno, titulado “Los amorosos”, y nos lo dedicó. Me pidió 100 dólares. “! Ese no es el precio. Es un regalo!”, me dijo, mirándome a los ojos y en alta voz. Raudo, procedí a darle el dinero. Detrás del cuadro escribió: “Para Marta y Basilio, con mi amistad. “El amor, un ardiente fuego”. 3 de julio de 2016. Y puso su firma. Antes de despedirnos, nos dijo, al oír mi apellido, que en Puerto Príncipe hay una panadería Belliard. De regreso la visitamos, y luego entramos a una galería de arte de pintores haitianos, propiedad de una chilena, enamorada de Haití, y quien se quedó desde cuando el golpe de Estado a Salvador Allende, con el pinochetazo, en septiembre de 1973. Allí vimos cuadros de una maestría y una factura mágicas y de un colorido espectacular.

Franketienne, poeta e intelectual haitiano, fallecido

El pasado jueves 20 de febrero, recibí la triste noticia de la muerte de Franketienne, a los 89 años. No se cumplió su propia predicción, pues decía, muerto de la risa, que moriría a los 82. Autor de las célebres novelas Dezafi y La jalousie, como novelista, usaba el francés y el creole, al escribir obras de raigambre fantástica y mítica. Y como pintor, creó una  estética, de factura abstracta y surrealista, con figuras y composiciones cósmicas y oníricas.  Figura simbólica de la cultura, las letras y el arte de Haití, conocido y traducido en Francia, Franketienne llenó la segunda mitad del siglo XX y todo el cuarto del siglo XXI. Al saber de su muerte, le informé al poeta y amigo haitiano, Gashton Saint-Fleure (con quien hice una antología de la poesía haitiana y dominicana, en 2011), y me respondió, desde Zurich: “Se nos ha ido el Hombre, caramba. El cielo necesita cultura y se fue por allá”.

Fue una gloria viviente de las letras haitianas. Escribió más de cuarenta libros, pintó miles de cuadros y ganó  decenas de premios y medallas. En 2006, fue considerado Tesoro Nacional Viviente. Formó parte del grupo Haití Literaire. Resistió la tiranía de los Duvalier, usando la escritura como resistencia. Su obra literaria ahonda en los entresijos de la vida política, cultural y social de su patria, marginada, explotada y subyugada, que refleja la conciencia de su nación. La errancia, la resistencia, el desarraigo interior, el exilio de sus conciudadanos, la esperanza yugulada y el fracaso de su país son los temas que permean su imaginario poético, narrativo y teatral, y aun pictórico. En 1964, inicia su periplo de poeta, al fundar el “movimiento poético y artístico espiralista”, es decir, de escritura en forma de espiral, a la manera de los surrealistas, en el que predomina más el caos que el cálculo: con versos exuberantes e imaginación desbordante, con fecundidad verbal y vocación transgresora.

En una entrevista con Agnes Bardon, del 4 de octubre de 2023, para la UNESCO, afirma:

“Mi vida atormentada ha girado en torno a un misterioso precipicio mientras mi voz emitía gritos densos e intensos, a menudo en medio de un inmenso desierto. Con valor, he asumido hasta el final la estética de la espiral que, a través de una escritura volcánica y turbulenta, me ha permitido explorar la complejidad del universo y su misteriosa energía, en perpetuo movimiento vibratorio, giratorio y gravitacional. En todos los ámbitos (literario, artístico, científico) la autenticidad es primordial. La innovación sigue siendo una apuesta, un reto, una locura que implica una voltereta en el vacío, el salto de la fe. Con los ojos cerrados, sigo saltando en un viaje lleno de incertidumbre, sin plantearme siquiera la posibilidad de que exista un colchón o una red lista para recibirme y atenuar la caída. Y seguiré saltando hasta exhalar mi último aliento”, sentencia.

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Como se ve, su poética semeja una escritura en estado de ebullición volcánica, que pone en vilo el vacío. “Vivimos en un Universo de Energía Misteriosa y que todos los elementos de este extraño UNIVERSO están en permanente interconexión. El UNIVERSO es holístico y, al mismo tiempo, está marcado por la diversidad, la unidad, la simbiosis, la sinergia, la polifonía, la infinitud y, paradójicamente, también por la fragilidad, la vulnerabilidad y lo efímero. Todo está vinculado y conectado en las infinitas pulsiones del Misterio DIVINO, inabarcable, indescifrable e impredecible, dentro de una matriz caótica y fecunda, donde la Luz y las Tinieblas se mezclan y se interpenetran para dar paso al FUTURO en un mundo imprevisible”, continúa.

Para Franketienne, entre poesía y matemática hay un vínculo de afinidades entre signos y símbolos, pues, en el lenguaje matemático y en el lenguaje poético, las metáforas no están desvinculadas. Entre lo concreto y lo intangible, la realidad y la virtualidad, también se reflejan lo tangible y lo intangible, lo visible y lo invisible, las hipótesis y las fantasías, donde se entretejen y entrecruzan. El poeta ve, asimismo, asociaciones entre la música y la poesía, ya que confluyen en ambas la magia, así como vibraciones, ondas sonoras y espirales que gravitan como armonías entre los signos musicales y poéticos. Este poeta haitiano tenía la concepción de que hay poetas visionarios y proféticos, que se alimentan de lo imaginario, y que, a través de su espíritu y de su palabra, pueden vislumbrar, sentir y percibir, los latidos y vibraciones del mundo del porvenir, como creían los antiguos filósofos griegos. Creía que la energía espiritual alimenta el espíritu creador, que trasciende el mundo visible. Franketienne, desde su concepción estética de la espiral, como figura geométrica, visualiza una representación de la totalidad del universo holístico. Para él, lo total encarna el lenguaje global del movimiento de las cosas. Es decir, la espiral es el absoluto del mundo real.

“La estética espiral se alimenta del lenguaje total para explorar las galaxias, los agujeros negros, las estrellas, los planetas, las supernovas, los cometas, los asteroides, el universo infinitamente grande y los corpúsculos infinitamente pequeños. La escritura creativa e innovadora está ligada al lenguaje total. Es una búsqueda poética, espiritual, metafísica y científica”, aduce.

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Pintor y poeta, Franketienne, establece, sin embargo, una diferencia entre el acto de pintar y poetizar, entre la pintura y la poesía. Creía que la pintura permite más libertad técnica, que la poesía, que está más sometida, a las normas y la tradición. En ese sentido, sentencia: “En el acto de pintar, todo es gestual y significativo, por lo que la pintura permite todos los viajes, incluso los más descabellados. A veces sufro mental, psicológica e intelectualmente cuando escribo, mientras que la dimensión lúdica, gozosa y liberal de la pintura es manifiesta, explosiva, luminosa y concreta en el incendio inextinguible de colores y formas polifónicas y “cacofónicas”.

Sobre su vida, nacimiento y origen, en la misma entrevista citada, dice:

“Nací el 12 de abril de 1936 en una zona rural denominada RAVINE-SÈCHE*, donde el vudú era por entonces el culto religioso dominante. Mi abuela, Anne Etienne, y mi madre, Annette Etienne, se pusieron de acuerdo para bautizarme con un rosario de nombres valientes, con resonancias místicas y barrocas, que sirvieran para proteger al “petit blanc” de los daños y maleficios de eventuales hechiceros. No fue tarea difícil, ya que no tuvieron que rendir cuentas a nadie; mi padre biológico, Benjamín Lyles, un millonario estadounidense, nunca se ocupó de mí. Para evitar las burlas malévolas que me dirigían mis condiscípulos, mi madre tomó la decisión de consultar a un funcionario del Registro Civil para poder recortar ese nombre tan largo. Así fue como, a los 17 años, me convertí en Franck Etienne, a secas. Cuando ingresé oficialmente en el ámbito de la creación artística y literaria, me transformé en Frankétiene, todo junto. Mucho más tarde descubrí que “Frankétienne” sonaba de forma muy similar a “Frankenstein”.

La escritura de su poesía funciona como una espiral ascendente. Escritor de dos aguas: navega entre el creole y el francés. Sobreviviente de la miseria y de la tiranía duvalierista, este autor, anti-duvalierista y comunista hasta los 40 años, cuando rompió con el Partido Comunista Haitiano y con el marxismo, se quedó sin credo político-ideológico. “Soy “crístico”, por mi fe en la mitología excepcional de Cristo, que supo trascender humildemente todas las estupideces humanas para acceder a la Sublime y Conmovedora Naturaleza Divina. DIOS, para mí, es la fuente de energía primordial atomizada y presente en la más mínima partícula del UNIVERSO INFINITO. Mi trayectoria actual está determinada por una sensibilidad espiritual que se encuentra en los quarks, los leptones, los hadrones, los cuantos y todas las demás partículas elementales de la psico-materia dotada de una forma de inteligencia”. Y sigue diciendo: “A través de la materia enigmática, caótica y misteriosa de HAITÍ, la inteligencia divina de la energía universal me lo ha dado todo, desde mi oscuro nacimiento hasta el esplendor de mis 87 años. Por suerte, mi padre biológico no nos dejó nada, ni a mi madre, la pequeña campesina, ni a mí, el genial engendro, el escritor-artista atípico escogido por la Luz y el Soplo del Espíritu Absoluto. Si no, no habrían existido los más de 60 libros que he escrito, ni los cinco mil cuadros que he pintado en 60 años de trabajo intenso. Eso hizo de mí un loco original que ha debido irritar a todo un rebaño de gente “normal”, afirma, categóricamente.

Como homenaje, cito un poema, traducido por el amigo Rodolfo Hasler, poeta y traductor catalán, de origen cubano, publicado en la revista Trasdemar:

 Flores de insomnio / flores proféticas

 De lleno en el mutismo, en medio de las tinieblas, la noche

 estalla de silencio.

 Todo puede imaginarse para masacrar el vacío.

 En esos espacios de desamparo, no brota ninguna planta,

 Salvo las flores del insomnio.

 Entonces, todo puede decirse para colmar los desiertos.

 De memoria en el espejo nunca pude ver tantas flores

 de insomnio abrirse en la noche.

 Sin embargo, hace mucho que, en la soledad de un via-

 je atormentado, sufro horriblemente la temida

 enfermedad de los dioses, el mal de los ojos abiertos.

 Tierra salvaje de deslizamientos imprevisibles en la noche

 travestida de máscaras bárbaras donde se trama el juego de las

 cifras malditas para desflorar las horas en la homosexual

 obsesión de los espejos en pánico.

Basilio Belliard

Poeta, crítico

Poeta, ensayista y crítico literario. Doctor en filosofía por la Universidad del País Vasco. Es miembro correspondiente de la Academia Dominicana de la Lengua y Premio Nacional de Poesía, 2002. Tiene más de una docena de libros publicados y más de 20 años como profesor de la UASD. En 2015 fue profesor invitado por la Universidad de Orleans, Francia, donde le fue publicada en edición bilingüe la antología poética Revés insulaires. Fue director-fundador de la revista País Cultural, director del Libro y la Lectura y de Gestión Literaria del Ministerio de Cultura, y director del Centro Cultural de las Telecomunicaciones.

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