Hoy, en República Dominicana (RD) sentimos un orgullo que no nos cabe en el pecho. Zoé Saldaña se convirtió en la primera estadounidense de ascendencia dominicana en ganar un Oscar. Empiezo por agradecer a Zoé su pronunciamiento (demasiado significativo y además de personal, político) y felicitarla por su gran logro y exitosa carrera, que hemos seguido por años.
Entiendo perfectamente su emoción al mencionar a RD en su discurso. El orgullo de tus raíces es tan grande que necesitas que el mundo sepa de dónde vienes. Y quieres abrir puertas para las futuras generaciones.
Zoé lo dejó claro: “Ojalá no sea la última, eso espero”. Yo también lo espero. Pero no solo en actuación. Merecemos que la infancia y juventud dominicana pueda llegar lejos en dirección, producción, doblaje, diseño de vestuario, edición de sonido…Sin embargo, la industria del cine y las artes sigue siendo un reto enorme para quienes se quedan en RD. Y no es que sea fácil en Hollywood, pero aquí, el camino ni siquiera comienza para muchos.
Hemos avanzado. La inversión privada ha crecido, los incentivos fiscales han impulsado la producción cinematográfica, y cada vez más películas dominicanas tienen presencia en festivales internacionales. Además, la cantidad de producciones en la última década ha aumentado de manera significativa.
Hemos avanzado, sí, pero no lo suficiente. Entre 2020 y 2022, se graduaron 360 personas en cinematografía, impresionante si lo comparamos con los apenas 49 que lograron titularse entre 2006 y 2019. En el 2022 más de 1,000 jóvenes estudiaban cine en el país. En estudios de teatro los números son muy inferiores (cerca de una centena matriculados en 2022), pero también han aumentado ligeramente con el tiempo (Obtenido de la Oficina Nacional de Estadística (ONE), 2022).
Aun así, me pregunto: ¿están ahí contadas todas las personas que alguna vez soñaron con dedicarse a esto? Imagino a una pequeña “Zoé Pérez” en Hondo Valle, con el mismo talento y las mismas ganas. ¿Pudo encontrar el camino? Es muy probable que no. Porque querer no siempre es poder.
En lugares con pocas opciones, muchas veces el camino es migrar a la capital o, si tienes la oportunidad, al extranjero. Y eso, si puede permitírselo, pues la realidad local nos coloca restricciones que nos afectan de forma desigual. Las barreras limitan el desarrollo del talento y dejan fuera a quienes, con apoyo y oportunidades, podrían haber seguido su vocación.
Por ejemplo, es muy probable que “la pequeña Zoé Pérez” tenga que cambiar sus sueños por trabajo en el hogar y de cuidado, que incluye atender a familiares dependientes como niños pequeños, personas mayores y personas con discapacidad. Y esto porque en RD, las mujeres mayores de 15 años dedican en promedio 16.4 horas semanales a trabajos de cuidado no remunerados, mientras que los hombres solo 9.6 (ONE, 2021). Y no es porque ellas tengan más tiempo libre, es porque el sistema las empuja a ser quienes sostienen el hogar, casi exclusivamente, generando mayor carga de trabajo total y limitando el uso que le pueden dar a su tiempo en otras actividades como ocio, estudios o un empleo. De hecho, el 40% de las mujeres que no buscan empleo reporta como razón que están dedicadas a las tareas del hogar. En los hombres, esa cifra es menor al 2% (Banco Central, 2024).
Sin políticas que garanticen que la carga de los cuidados no recaiga desproporcionadamente sobre las mujeres, los sueños de “las Zoé” seguirán viéndose limitados antes incluso de poder intentarlo.
Por otro lado, según la ENHOGAR MICS 2019, casi un 4% de niños, niñas y adolescentes en el país realiza trabajo infantil, y en las zonas rurales y para los varones esa cifra es mayor. Cuando su familia lucha por cubrir lo básico, ¿cómo le decimos a un niño llamado Andy Rodríguez que vive en Miches en situación de pobreza que se puede soñar con la actuación o dirección?
Ni hablar del otro gran obstáculo que enfrentan las niñas: las uniones tempranas y los embarazos adolescentes. A pesar de los avances, somos ganadores de ese “Oscar”, lamentablemente.
Definitivamente, necesitamos fortalecer las políticas contra la pobreza y la protección de la infancia de manera real, no solo sobre el papel, para que podamos invitar a soñar de la mano de recursos y oportunidades.
Desconozco las razones exactas por las cuales la abuela de Zoé Saldaña se mudó a Estados Unidos, pero las probabilidades apuntan a la búsqueda de mejores oportunidades. Yo misma me mudé de La Romana a Santo Domingo porque en mi pueblo no había una escuela de teatro.
Y ahí está un punto central: migrar debe ser una elección, no una obligación. Una “elección” no es libre si no hay alternativas reales para desarrollarnos aquí.
Algunos dirán que el éxito no depende de migrar, que ahí está el caso de Marileidy Paulino. Que “se queden en su país” y se “sacrifiquen”. Justamente, mi punto es que los sacrificios que Marileidy, otros deportistas y artistas deben hacer no deberían ser necesarios. El Estado debe garantizar que podamos formar artistas, deportistas y otros profesionales de alto nivel que puedan vivir dignamente de su talento sin tener que abandonar su comunidad—salvo que sea su decisión—y que su éxito dependa de su esfuerzo (el razonable), no de su capacidad de sobrevivir a un sistema adverso.
¿Qué podemos hacer?
La buena noticia es que sí podemos tener más Zoé Saldaña y podemos ser parte de eso. Tú puedes ser parte de eso.
Como ciudadanía, tenemos voz y podemos influir en las decisiones. Cada año, el presupuesto nacional se publica en el portal de transparencia de la Dirección General de Presupuesto, incluyendo una versión ciudadana para facilitar su comprensión. Se organizan encuentros para explicar cómo se gasta el dinero del Estado, nuestros impuestos. Podemos consultar cuánto se invierte en formación artística y cultural, reducción de la pobreza, protección de la infancia. Podemos monitorear las estadísticas que publica la ONE. Podemos opinar cuando se discuten leyes en el Congreso. Podemos exigir mejores condiciones para los artistas. Podemos apoyar a las películas y artistas dominicanos, aquí y en el extranjero.
Estoy feliz y orgullosa de ver el nombre de RD en alto. Pero seríamos hipócritas, si, mientras aplaudimos, ignoramos la falta de oportunidades para quienes vienen detrás y los invitamos a “sobrevivir”.
Ojalá que esta representación y orgullo que Zoé Saldana ha logrado para RD no se quede solo en el nombre de una calle o un mural—que no tienen nada de malo—, pero que también inauguremos más centros de formación artística profesional cerca de las comunidades, fortalezcamos la implementación la Ley de Cine y los planes de desarrollo cultural; pero además de todo eso, que impulsemos políticas de equidad, reducción de la pobreza y protección de la infancia para que efectivamente, quien quiera, pueda tener oportunidades en las artes, en el deporte, en las ciencias.
Hoy, nuestras niñas y niños pueden soñar con ser la próxima Zoé Saldaña al ver un modelo como ella. Pero es nuestra responsabilidad garantizar que tengan las condiciones para lograrlo.
Que llegue el día en que una “Zoé Pérez” criada en Hondo Valle, Provincia Elías Piña o “Andy Rodríguez” criado en Miches, Provincia El Seibo puedan decir, con orgullo y gratitud:
"Gracias, RD, por crear las oportunidades para que yo pueda vivir mi sueño."
Y que usted y yo podamos aplaudir con la satisfacción de haber contribuido como ciudadanía activa a exigir y construir esas oportunidades.
Compartir esta nota