En China y otras culturas del mundo asiático se hizo siempre mucho más hincapié en los deberes de los individuos con la comunidad y la familia que en los derechos individuales. Así como sería una locura para nosotros preferir el control social sobre la libertad, es una locura pretender imponer la democracia occidental allí.
Incluso en un mundo que ya es muy global, el factor antropológico pesa mucho y las particularidades de cada pueblo son a menudo irreductibles. Confucio está ahí, con su legado y su modelo del mundo y esos valores a la hora de tomar decisiones (jerarquía, lealtad, disciplina). Lo mismo que el taoísmo y el budismo. Aun los países menos grandes que fueron inducidos a adoptar la democracia liberal, como Japón, Corea o Singapur, adoptaron una democracia muy dirigida.
El propio relato tiene mucho de propaganda. Una de las cosas más maravillosas de la democracia es la libertad de expresión, pero allí se preguntan, ¿qué hay de bueno en la libertad de expresión cuando esta pasa a ser controlada por una minoría de poderosos, o se presta a la desinformación masiva descontrolada?
Piensan que ahora en EUA quieren hacer creer que la libertad es esencialmente estar libres de normas, de obligaciones legales y libres de cualquier consideración hacia los demás, o es usada para proteger a las industrias de combustibles fósiles, desacreditar el derecho internacional e incitar al odio contra las personas.
También preguntan ¿dónde está el orden jurídico cuando se pueden violar acuerdos o romper a gusto compromisos internacionales?; ¿qué hay de bueno en una justicia independiente si esta solo protege a los ricos?; ¿Qué tiene de bueno una separación de poderes en que estos son secuestrados por grupos de interés?
En Estados Unidos y en China los grandes conglomerados tecnológicos tienen mucho poder. Pero hay una diferencia fundamental. En Estados Unidos ellos controlan el partido y desde ahí controlan al Estado. En China el partido, y por ende el Estado, los controla a ellos.
Al que no lo crea le basta ver la escena en que Trump convirtió los jardines de la Casa Blanca en una especie de dealer de una marca de vehículos, y averigüe lo que le pasó a Jack Ma, dueño de Ali Babá, cuando intentó sacar en bolsa una empresa con un mecanismo de pago que habría amenazado con eludir la regulación financiera. Compare el trato diferente entre el hombre más rico de China versus el hombre más rico de EUA. Y cuando el año pasado, un gran apagón de Microsoft paralizó cientos de aeropuertos, bancos y hospitales de Europa, los chinos se reafirmaron en su razón.
Ahora cada vez que explota en el aire un cohete del Sr. Elon Musk, obligando a paralizar vuelos y cerrar aeropuertos, poniendo en riesgo la vida de seres humanos y especies animales, la Agencia Federal responsable le dice a su empresa que investigue las causas, es decir, que se investigue ella misma.
Yo dudo que Xi Jinping tenga tanto poder personal como el que tiene Donald Trump, pues allá el poder es grupal, colegiado, está sujeto a sesudos y asesorados debates internos (y a veces acalorados), sometido a frenos que impiden que una única persona tome todas las decisiones sin haberlas consensuado con un puñado de líderes fuertes capaces de contradecirla.
Todas las grandes decisiones tienen que ser compartidas por un consejo de siete “venerables ancianos”, como les llaman ellos, en una sociedad en que el respeto y la obediencia a los mayores es como una religión. La otra cosa es cómo esos siete fueron escogidos, pues su elección se somete a un proceso que dura décadas y en el cual participan cientos de millones de personas, más que en cualquier democracia occidental.
Y no hay dudas de que, en el estado demencial en que se encuentra el cuerpo político ruso y estadounidense, más la paranoia guerrerista de Europa, el mundo estaría patas arriba de no ser por la existencia de un liderazgo sobrio por aquel lado.
La misma membresía al Partido Comunista Chino, que es muy poco comunista pero muy chino, tiene poco que ver con ideología, pues los nuevos integrantes se van reclutando entre los jóvenes más sobresalientes en las escuelas y universidades. Y esto es fundamental, porque es de donde, a la larga, irán surgiendo los dirigentes de las instituciones y las empresas estatales, en una sociedad que privilegia la meritocracia sobre la ideología. A los propios altos dirigentes del partido ellos les llaman “los ingenieros políticos “.
El mundo está viendo lo que ocurre a su alrededor y, por si acaso, los chinos se lo van a ir recordando. Cuentan algunas crónicas que, cuando el 6 de enero del 2021, las televisiones de todo el mundo mostraban, atónitas, las imágenes esperpénticas de fanáticos embrutecidos asaltando el Capitolio de los Estados Unidos, rebuscando, armas en manos, a legisladores hasta debajo de sus escritorios y alborotando archivos de alto riesgo, la televisión de China solía terminar sus noticieros con la siguiente coletilla “esas cosas no suceden en China.”
Se dice que cuando en octubre del 2017 un joven, desde una habitación de hotel en Las Vegas disparó a una multitud de 22,000 personas que asistían a un concierto, matando a 59 y dejando más de 500 heridos, los noticieros de toda China reiteraban su coletilla “esas cosas no se ven en China.”
También se cuenta que cuando se presentan imágenes de calles de Pensilvania o San Francisco, atestadas de enfermos que parecen escenas del filme “los muertos vivientes”, por efecto de la epidemia de drogas que mata hasta a 100,000 personas al año, la televisión china al terminar sus noticieros repite “eso no sucede en China.”
Y finalmente, cuando el mundo vio estupefacto como el pueblo norteamericano volvió a elegir presidente al instigador del asalto al Capitolio, indulta a los perpetradores, y más cuando él mismo había sido acusado y declarado culpable de múltiples delitos, incluyendo violaciones, corrupción y evasión impositiva, los noticiarios de China terminaban con su coletilla “esas cosas no suceden en China.”
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