Hay ceremonias que, sin proponérselo, revelan el tipo de país que estamos construyendo. En el Palacio Nacional, durante el Premio Nacional Voluntariado Solidario 2025, esa verdad se hizo visible. En esta ocasión, el Salón Verde no era solo el espacio de reconocer trayectorias ejemplares. Era también un escenario para celebrar la fuerza cívica que sostiene silenciosamente a la República Dominicana. Cada nombre premiado iluminaba una historia que encarna algo esencial: que este país avanza cuando su gente decide servir.
La ceremonia reunió a autoridades públicas, organizaciones sociales, entidades internacionales, instituciones estatales, empresas y voluntarios en un mismo espacio. Más allá de los discursos, el ambiente transmitía una convicción compartida. La República Dominicana reconoce el valor de quienes entregan su tiempo y talento a causas que transforman vidas. En un país donde la desconfianza a veces parece dominar las conversaciones, la premiación mostró un rostro distinto. Un país que sabe honrar lo que construye y sostener lo que fortalece.
Tuve el honor de estar presente en este acto y, desde ese lugar, pude apreciar algo que pocas veces se observa con tanta claridad. El reconocimiento al voluntariado no fue un gesto ceremonial. Fue la afirmación de que la cohesión social también se construye celebrando a quienes dedican su vida al servicio de los demás.
El ministro de la Presidencia habló de instituciones sólidas y valores comunes como pilares del desarrollo. La directora del CASFL recordó que la energía voluntaria constituye un recurso público de enorme valor. Las organizaciones de la sociedad civil presentes ratificaron algo que el país necesita asumir con mayor claridad. El voluntariado no es un gesto espontáneo. Es una infraestructura moral que sostiene comunidades y crea cohesión social.
Cuatro vidas que iluminan un país
Entre los galardonados de esta edición hay cuatro personas cuyo trabajo conozco de cerca. Cada una representa una forma distinta de encarnar la vocación de servicio. Juntas componen un retrato poderoso de lo que significa construir país desde la solidaridad.
María de los Ángeles Soto Roa, a quien muchos conocen como Gelen
Gelen merece ser mencionada primero. Su vida es una lección de entrega, constancia y ternura. Aunque no enfrentó el cáncer en su propia historia personal, decidió asumir su prevención como causa de vida. Desde la Fundación Prevención del Cáncer acompaña, educa y sostiene a miles de personas. Gelen es una mujer de energía inagotable, siempre buscando cómo ayudar más, siempre convencida de que cada esfuerzo salva una vida. Su trayectoria es un recordatorio de que la solidaridad no necesita justificación. Solo necesita decisión.
Mildred Minaya
La figura de Mildred irradia serenidad y una elegancia moral pocas veces vistas. Su estilo diplomático, su dulzura y su profundo conocimiento de la historia dominicana le han permitido comprender algo esencial. El éxito de nuestro proyecto de país depende de una ciudadanía cohesionada y activa, como la que se cultiva en las sociedades con fuertes tradiciones de voluntariado. Su labor desde APAP demuestra que el voluntariado corporativo no es un gesto accesorio. Es una vía estratégica para construir comunidad y fortalecer el tejido social. Mildred es una gran dama de servicio. Su ejemplo habla con la misma fuerza que sus palabras.
Alicia Butler Fondeur
Alicia representa la innovación aplicada al servicio. Como fundadora de LeadLab creó una plataforma que conecta voluntarios con acciones sociales, documenta sus contribuciones y facilita el trabajo tanto de quienes desean ayudar como de las organizaciones que necesitan apoyo. LeadLab ha logrado algo que el voluntariado dominicano necesitaba desde hace años. Convertir la voluntad de servir en una ruta clara, organizada y accesible. Su capacidad para unir tecnología y propósito está ampliando las posibilidades del voluntariado como práctica social. Su aporte marca un antes y un después en la forma en que el país gestiona y expande la solidaridad.
Ernesto Ríos
Ernesto es quizá uno de los rostros más visibles del servicio comunitario en la República Dominicana. Lo hemos visto construir casas, levantar letrinas dignas, reparar pisos, apoyar familias en situaciones extremas y movilizar a miles de personas con su ejemplo. Su influencia no se queda en la pantalla. Convoca, transforma y educa a través del servicio. Ernesto nos recuerda que la solidaridad también puede ser una narrativa pública capaz de unir a un país. Quienes seguimos su trabajo somos testigos y admiradores de su capacidad para encender esperanza en lugares donde parecía haberse apagado.
La infraestructura invisible de un país
El voluntariado no suele aparecer en las estadísticas del presupuesto nacional. Sin embargo, sostiene una enorme parte del tejido social. Es infraestructura cívica. Es el hilo que conecta barrios, instituciones, escuelas, hospitales, comunidades rurales y espacios donde el Estado no siempre llega.
El Laboratorio de Innovación del Voluntariado, que ha incubado treinta proyectos con más de quinientos voluntarios, demuestra que la creatividad cívica dominicana no solo existe. Se está organizando, profesionalizando e incorporando metodologías de experimentación social que abren caminos antes impensables.
Esa energía voluntaria también estuvo presente en espacios de alta responsabilidad, como el Diálogo Nacional sobre la crisis haitiana, donde la sociedad civil se integró en un proceso histórico de concertación. El voluntariado no solo responde a necesidades. También fortalece la democracia al ampliar la participación ciudadana y generar confianza entre sectores.
Una ética del reconocimiento
Reconocer públicamente a quienes sirven es una declaración nacional. En un tiempo donde los debates tienden a resaltar el conflicto, elevar al escenario las historias de quienes construyen envía un mensaje potente. Sirve quien quiere un país mejor. Y un país mejora cuando valora a quienes sirven.
La premiación también es un acto pedagógico. Muestra a las nuevas generaciones que la grandeza no siempre está en los titulares. Muchas veces está en las manos que construyen, acompañan, enseñan, sanan, organizan o tienden un puente entre dos vidas.
Lo que revela el Premio
El Premio Nacional Voluntariado Solidario 2025 no fue una ceremonia aislada. Fue un espejo que nos permitió ver una República Dominicana que existe todos los días, pero que no siempre reconocemos con la claridad que merece. Una República Dominicana que tiene en su gente solidaria su capital más valioso.
Los desafíos del país son complejos. Pero la esperanza es concreta. Está en Gelen, en Mildred, en Alicia, en Ernesto y en cientos de voluntarios más. Está en quienes no esperan instrucciones para servir y en quienes descubren cada día que ayudar a otros es también una forma de construir futuro.
Si seguimos fortaleciendo a quienes sirven, acompañando sus causas y reconociendo su labor, estaremos edificando una nación más justa, más humana y más cohesionada. Un país que avanza no solo porque progresa, sino porque se cuida a sí mismo.
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