Hace un tiempo un senador fue acusado de corrupción en el país, las sumas eran onerosas. En una ocasión él decidió visitar su hijo que estudiaba en Estados Unidos y le preguntó si vendría al país en las vacaciones y el hijo le respondió que no porque era difícil para él asimilar lo que se decía de su padre en los medios de comunicación.
En la semana pasada trascendió que el cuñado de Danilo Medina, Maxi Montilla, había llegado a un cuestionado acuerdo con el ministerio público en donde devolvería al estado 3 mil millones de pesos y de ese dinero 2 mil millones en efectivo.
Sin lugar a duda un duro golpe para Danilo, quien luego afirmó que él no tuvo ningún tipo de relación con su cuñado, más allá de que era medio hermano de su esposa.
Dijo que no tuvo una relación política porque él no era militante del PLD. Tampoco una relación económica porque él era negociante y Danilo político; tampoco una relación de gobierno porque él no fue funcionario de su gobierno. Está bien que él no fuera funcionario del gobierno, ni militante del PLD, ni miembro de ningún órgano, pero era el cuñado del presidente y en este país con eso es suficiente.
A raíz de esta situación y teniendo de precedente la anécdota que les relaté al inicio de este escrito pensaba que debía ser difícil para un hijo ver que a su padre lo acusan de ladrón en todos los medios e incluso para toda una familia a no ser que ellos participen de eso.
Pero también está la otra cara de la moneda: debe ser igual de difícil darle una vida de rico a un hijo y que se acostumbre, sin poder explicar de dónde sale esa riqueza.
Ellos también se acostumbran a la dulce vida, a los carros deportivos, viajes, juergas, casas de lujo, tarjetas de créditos sin límite con lo robado por sus progenitores al Estado.
Es posible que quizá muchos hijos no sepan de dónde sale el dinero de sus padres, pero también hemos sabido de algunos que hasta participan del esquema de corrupción en que participan sus padres porque la buena vida es difícil de abandonar.
Los políticos, incluyendo su familia, debieran pensarlo mejor, aunque siendo objetivos aquí solo se habla de la corrupción de los políticos, pero tenemos una sociedad corrupta porque el contratista que cobra una obra sin haberla realizado también es un corrupto.
Pareciera que Hobbes tenía más razón que Rousseau y Bosch que Fouché.
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