En "Dime quién te anuncia y te diré quién eres", un artículo de opinión en este medio, expliqué que la máxima es tan certera como los horóscopos para predecir los análisis de los receptores de publicidad oficial que ejercen el periodismo.

En mi paso por entidades públicas que tienen presupuestos importantes en publicidad conocí la forma en que ejercían estas funciones dos responsables directos en la coordinación de colocación anuncios. En el caso del Banco Central, 1994-2000, una entidad siempre en el ojo del huracán de la opinión pública, el presupuesto de publicidad y afines era relevante y pertinente.

¿Para tratar imponer narrativas con amanuenses en los periódicos, estaciones de radio y televisión? No, el principal objetivo de estos gastos era crear espacios para la difusión y el debate de las informaciones estadísticas sobre República Dominicana que descansaban, casi en su totalidad, sobre el Banco Central.

Era absurdo, caro e ineficaz, confiar simplemente en los espacios pagados, de una o varias páginas, para reproducir resúmenes de los informes trimestrales de la economía, la evolución mensual del IPC, el flujo turístico, remesas, tasas de interés, variables monetarias, financieras; resultados de las encuestas de fuerza laboral y opinión empresarial; informes sobre cambios metodologías en la medición del PIB, las encuestas de ingresos y gastos para configurar la canasta básica y de temas especializados como la Cuenta Satélite de Turismo o, ¡válgame Dios!, la aplicación de la matriz de insumo – producto a las cuentas nacionales.

Desde esos años ya estaban en apogeo los programas radiales de opinión que lograron conectar con un público mucho más amplio que los suscriptores de periódicos impresos. También se multiplicaban programas de entrevistas que fueron dejando atrás los pocos referentes que dominaban ese tipo de espacio. Sea Usted el Jurado, Aeromundo, 4to Poder, La Respuesta, El Pueblo Cuestiona y otros punteros en la preferencia comenzaron a verse hombro con hombro con varias decenas de periodistas que empezaron a alquilar espacios, conseguir anuncios y participar activamente en esta actividad legítima de opinar, comentar noticias y entrevistar expertos.

¿Tenía esa generación que iba surgiendo de periodistas que ofrecer al Banco Central sus servicios gratuitos para comentar las informaciones de la economía? Obviamente que no. En los periódicos las páginas eran “espacios pagados” y con el plan de negocio para su programa de opinión se presentó la oportunidad de una negociación favorable para ambas partes: dar cobertura de noticias, educación y análisis sobre las cifras de la economía como contrapartida a una colocación de anuncios. ¿Dónde está la ilegalidad o falta de ética?

Mantenerse en un Olimpo de simplemente publicar sus informes y ajenos a las tendencias de la opinión pública no era tampoco opción porque el Banco Central siempre ha estado en la mira de los políticos de oposición, principalmente, de los equipos económicos, empecinados en desacreditar todo dato de una variable económica de la que pudiera sacar dividendo el partido de gobierno.

No es de ahora que estamos en la cantaleta de “¿dónde compran los funcionarios y empleados del Banco Central porque la inflación es mucho mayor a la que reportan?” o lo de que “aquí no tenemos cuentas nacionales, todos los trimestres tenemos unos cuentos nacionales”; “la pobreza no es 30%, es 70% porque la medición es con esta encuesta de salud donde se preguntó cuánto ganaba la familia y ésta es más creíble que la centraliana.”; “las tasas de interés afectan la producción por su política irracional de péndulo o represa con la liquidez.”; o el “quieren impulsar medidas prudenciales que están pensadas para países desarrollados por interés de afectar entidades que adversan…”, porque dentro de los críticos también estaban empresas o grupos económicos.

Es eso que explica el origen y el crecimiento de esos gastos de publicidad: buscar visibilidad a las opiniones del Banco Central sobre la economía dominicana y los avances en las metodologías para medir las principales variables.

No se trataba de crear ejército de fundamentalistas o que sus opiniones se aceptaran como dogma. A eso nunca aspiró Ricardo Rojas, ni el gobernador.  Si en los entregables de un receptor de publicidad encuentra evidencias de esa naturaleza, debe cuestionar al periodista o al medio genuflexo, no a la entidad que puede, antes y ahora, presentar evidencias de pluralidad en el universo de sus contratos.

Un dato interesante es que, por tradición, funcionarios del Banco Central no salían a defenderse de ataques en la opinión pública sobre sus informes. Cuando la ofensiva era intensa, por ejemplo con el PIB, era la entidad, no el responsable del área, que enviaba nota de prensa o aclaración para un espacio pagado. Pero ya en los últimos dos años del primer gobierno de Leonel Fernández el asedio llevó a levantar la restricción y permitir que algunos con experiencia en los debates económicos participaran directamente en respuestas a opiniones adversas.

Estuve en esos duelos, recordando los tiempos y el estilo cuando estaba en la Fundación Economía y Desarrollo, con temas sobre las cuentas nacionales, la inflación, tasas de interés y medidas de política monetaria. A partir del 2004 es que la participación de funcionarios y técnicos es más activa, algo que considero es cambio positivo porque debatir es humano y cada espada puede tener una fracción de la verdad.

Años más tarde, como funcionario del banco múltiple estatal del 2005 – 2013, entre mis funciones estaba ser miembro del Comité Administrativo donde se aprobaban las compras y contrataciones de servicios, entre ellos el de publicidad. De nuevo, importante, necesaria y pertinente en uno de los tres bancos más importantes del sistema financiero.

Las notas de prensa sobre los resultados mensuales, las inauguraciones de sucursales, las ferias hipotecarias, de vehículos, los programas de pignoración de arroz o de facilidades especiales para las micro y pequeñas empresas, las acciones del voluntariado, las actividades del centro cultural, las colecciones de Merengues en Reservas y toda noticia relevante de la entidad no se iban a leer ni comentar gratis porque cada periodista dueño de un programa era, al mismo tiempo, un accionista del “banco de todos los dominicanos”.

Al “Coloso”, como llamaba el actual superintendente de bancos al Banreservas en su famosa columna Argentarium, no le quedaba de otra que también gastar en publicidad para que los periodistas y creadores de opinión pública reportaran sobre sus actividades. Ojo, que reportaran, analizaran, compararan y que hicieran críticas constructivas.

Por eso, al igual que en las listas del Banco Central, se puede encontrar en la contratación de publicidad presentaba Orión Mejía una muestra representativa de todo el abanico de comunicadores con calidades de decencia y sensatez, característica común e importante, y de niveles relativos diferenciados de audiencia. Con lo primero se calificaba aunque la audiencia estuviera por descubrirse, en programas nuevos, o fuera menos relevante que otros más populares, pero dominado por díscolos o diletantes. Eso no me lo contaron, mi firma está en las aprobaciones de periodistas preparados y decentes a los que en principio solo veían “familiares y amigos”.

De nuevo, los entregables que provocaban náuseas por el servilismo al estilo “ese el mejor administrador de este hemisferio y cuidado si del planeta” hablan más del periodista que de la entidad.

En conclusión, la publicidad de esas dos instituciones estatales es pertinente. Hay un montón de entidades donde no son pertinentes ni ellas mismas para empezar, pero ese es otro tema.

Considero, por experiencia y por lo que observo, que en ambos casos se otorgan sin el quid pro quo del vasallaje abominable que tanto criticaba Bueyón cuando se presentaba en televisión a finales de los ochenta. Algunos se comportan así, pero son los menos y no validan la generalización del simpático personaje de chacabana blanca con corbatín.

Tampoco comparto la imputación al Banco Central de que comprar conciencias era el objetivo mientras él estuvo como engranaje de contratos de publicidad en esa entidad en los últimos años, una descarga de aguas residuales que no le luce y que, ¡vaya, vaya!, se la publica un medio receptor de publicidad del mismo Banco Central que denigra.

José Alfredo Guerrero

Economista

Economista con experiencia bancos privados, públicos, entidades reguladoras, asociaciones empresariales y centros investigación.

Ver más