Unos cuatro mil dominicanos y dominicanas que viven en Haití, que hacen la vida con los haitianos, que trabajan con ellos y ellas, que hacen vecindad y amistad puerta con puerta con ellos y ellas, que alientan la fraternidad, tienen miedo al escarnio público por hechos ominosos de los que son ajenos y que son el lógico resultado de la ineptitud de una burocracia que no ha sabido hacer leyes migratorias modernas y organizar con inteligencia el control de la extranjería. Y miren quiénes pagan allá las consecuencias. Porque los dominicanos somos también migrantes, en un mundo que, como lo definiera Ciro Alegría, es ancho y ajeno.

Ramón Colombo

Periodista

Soy periodista con licenciatura, maestría y doctorado en unos 17 periódicos de México y Santo Domingo, buen sonero e hijo adoptivo de Toña la Negra. He sido delivery de panadería y farmacia, panadero, vendedor de friquitaquis en el Quisqueya, peón de Obras Públicas, torturador especializado en recitar a Buesa, fabricante clandestino de crema envejeciente y vendedor de libros que nadie compró. Amo a las mujeres de Goya y Cezanne. Cuento granitos de arena sin acelerarme con los espejismos y guardo las vías de un ferrocarril imaginario que siempre está por partir. Soy un soñador incurable.

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