Estamos trabajando lentamente la obra principal de Heidegger -y para muchos la fundamental del siglo XX- camino de establecer los fundamentos del existencialismo. En esa tarea nos apoyamos en la obra de Edith Stein titulada La filosofía existencial de Martin Heidegger. Muchos docentes universitarios de los Estados Unidos en el campo de la filosofía utilizan esta técnica. La llaman Slow Reading.
Es un esfuerzo de ir a la raíz misma de su preocupación (de Heidegger) por el sentido del ser y superar el olvido que arrastra la filosofía occidental. Heidegger explora a profundidad la cuestión de qué es una pregunta y cómo se articula correctamente. Luego podrá preguntar por el ser.
Preguntar es un acto radical de nuestra humanidad. Si supiéramos todo (la totalidad de las cosas que se pueden conocer) no preguntaríamos. Está presente en prácticamente todos los niños y niñas desde que ganan el uso del lenguaje y lo pierden en la medida de que al amaestrarlos (no educarlos) le matan la curiosidad y los convencen de que reconocer lo que ignoran es algo socialmente indeseable. Así aniquilan el potencial investigador de los niños y niñas y los convierten en tontos dogmáticos, manejables desde el poder, la codicia y la culpa. El éxito de la extrema derecha en la actualidad es uno de los resultados más perversos de esa mala pedagogía.
La filosofía occidental comienza precisamente por el reconocimiento de la ignorancia como motor de la investigación a través del preguntar. Identificamos a Sócrates con ese paso gigantesco que desató las energías de tantas mentes que han iluminado con la ciencia y la filosofía el destino de la humanidad.
Heidegger comienza su aclaración del tema con tres oraciones claves. “Todo preguntar es una búsqueda. Todo buscar está guiado previamente por aquello que se busca. Preguntar es buscar conocer el ente en lo que respecta al hecho de que es y a su ser‐así”. Efectivamente quien pregunta anda buscando. Inicia desde su ignorancia para intentar encontrar lo que des-conoce. Gran parte de la literatura humana y de las experiencias místicas son viajes de búsqueda de algo. Se percibe hondamente que ese algo nos falta y salimos a buscarlo. A menudo lo que impulsó el viaje de búsqueda está anidado en nuestro corazón, nuestra mente, nuestro ser.
El camino que se sigue en esa búsqueda obligatoriamente está guiado por aquello que se busca. Sería una insensatez (lo más común) salir a buscar sin intuir lo que se busca y dónde imaginamos que se encuentra. No hay garantía que al salir, al andar ese camino de búsqueda, orientados por lo que buscamos, encontremos lo que buscamos. Hay más posibilidades de fracaso que de éxito, porque toda búsqueda viene acompañada de una experiencia para templar al buscador frente al fracaso. Varios científicos han señalado que intentando encontrar la cura a una enfermedad han descubierto muchas formas en que no se cura hasta dar con la indicada o para otros fines.
Heidegger hace una precisión importante en el objetivo de la búsqueda que es el preguntar. Se trata de conocer el ente en lo que respecta al hecho de qué es y a su ser‐así. Es decir, aquello que se busca conocer, cualquier entidad, se intenta entender qué es dicha entidad y su manera de ser particular. Conocer cualquier realidad siempre es la delimitación de la misma y lo que la diferencia de las demás. ¡Eso lo sabemos desde Aristóteles!
Hay muchos formas de preguntar y no todas tienen como objetivo llegar a la naturaleza misma del ente que se investiga. “El preguntar puede llevarse a cabo como un “simple preguntar” o como un cuestionamiento explícito”. No porque se formule una pregunta hemos de suponer que quien la plantea busque trascender hacia la tarea que postula. Basta con recordar la cantidad inmensa de preguntas retóricas que escuchamos a diario. Se necesita un talante personal muy especial para asumir radicalmente preguntas acerca de la naturaleza de las cosas o el destino personal, por poner dos extremos. Un buen ejemplo de alguien que preguntó seriamente es Kant. El señaló que existen tres grandes preguntas a contestar: “¿Qué puedo saber?, ¿Qué debo hacer? y ¿Qué puedo esperar si hago lo que debo hacer?" Y sus investigaciones sobre esas tres cuestiones las plasmó en sus tres críticas.
A ese tipo de preguntar es lo que Heidegger llama investigación. “La búsqueda cognoscitiva puede convertirse en “investigación”, es decir, en una determinación descubridora de aquello por lo que se pregunta”. Tarea asumida por muy pocos y que demanda un compromiso existencial en eso que él llama determinación descubridora.
Dejado de lado el preguntar por preguntar y centrado en el preguntar como investigación, nuestro autor señala tres aspectos básicos.
El primero: “Todo preguntar implica, en cuanto preguntar por…, algo puesto en cuestión”.
El segundo: “Todo preguntar por… es de alguna manera un interrogar a… Al preguntar le pertenece, además de lo puesto en cuestión, un interrogado.”
Y el tercero y más específico de la investigación “En la pregunta investigadora, específicamente teorética, lo puesto en cuestión debe ser determinado y llevado a concepto. En lo puesto en cuestión tenemos entonces, como aquello a lo que propiamente se tiende, lo preguntado, aquello donde el preguntar llega a su meta.”
Sobre estos tres aspectos volveremos el viernes que viene.
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