La vida afectiva de hombres y mujeres en nuestra sociedad presenta cotidianamente contradicciones en las que los besos, abrazos y caricias (las cuales no se pueden presentar públicamente por las sanciones sociales existentes) están en desventajas frente a los insultos, celos, amenazas, persecución, control, golpes y maltrato hacia las mujeres que terminan en varios casos en feminicidios.
La violencia de género afecta el flujo de las expresiones de cariño y convierte las relaciones de pareja para muchas mujeres en un infierno impregnado de miedo e incertidumbre, siendo ellas las víctimas de múltiples circuitos de violencia.
Muchos hombres tienen un rol protagónico en el fenómeno de la violencia de género con dificultades para mirarse en el espejo, reconocer su participación y las razones por las que pasan de ser “el enamorado” al “agresor”. Estos dos roles muchas veces se confunden en el imaginario de agresores, desde sus justificaciones a ambos hechos. (Vargas//Profamilia 2019)
La existencia de patrones desiguales en las conductas que “deben desempeñar” mujeres y hombres en las relaciones de pareja provoca esta confusión. A las mujeres les toca “complacer” a su pareja obviando sus deseos, necesidades y libertades. Sus libertades están sujetas a la voluntad y decisión de sus parejas. El hombre por el contrario, tiene permiso para acceder a deseos, necesidades y libertades y sin consultar ni complacer a su pareja.
Estas desigualdades generan muchos conflictos y los hombres responden de forma violenta, entendiendo que están “castigando” para lograr que las mujeres “corrijan” su conducta. Reproduciendo así el modelo de crianza que vivieron en su niñez. (IBIDEM).
Las diferencias entre hombres agresores y aquellos que promueven equidad de género desde su vida cotidiana abren una perspectiva de prevención y erradicación de la violencia desde la promoción de nuevos modelos de masculinidades
La justificación de la violencia de género trasciende a los agresores. Está presente en nuestro imaginario cultural que se plasma en expresiones como “ella se lo buscó” “ella provocó que el le diera, el estaba muy tranquilo” “Ese hombre en las mujeres, no aparece este juicio con respecto a comportamientos similares en los hombres.
La complicidad entre hombres fortalece a la violencia de género creando un velo de ocultamiento y normalización. Los feminicidas informan a sus amigos del hecho, pero estos no los denuncian. El silencio para no delatar al amigo que cometió un crimen se convierte en el enclave principal de un sistema de ocultamiento del feminicidio favoreciendo su reproducción y expansión. (IBIDEM)
En muchos casos de feminicidios grupos de pares, amigos del agresor se percatan del hecho antes o después del mismo y no intervienen para salvar a la víctima o hacer la denuncia para frenar el hecho. Esta complicidad sirve de sostén a la violencia y favorece su permanencia.
En contraposición a estos patrones de conducta de violencia de género se encuentran casos de hombres que rechazan el uso de la violencia en las relaciones de pareja y favorecen el diálogo y las prácticas de resolución de conflictos de forma pacífica. (IBIDEM). Estos hombres logran romper con estos patrones por su inmersión en círculos artísticos sea como parte de grupos musicales, danza-baile, teatro, cine, artes plásticas. En estas incursiones cuentan con relaciones cooperativas con otros hombres y mujeres y aprendizajes de trabajo en equipo.
En este mismo sentido se encuentran hombres que forman parte de grupos sociales en los que se han sensibilizado con respecto a derechos humanos, equidad de género y respeto a las orientaciones sexuales diversas.
Las diferencias entre hombres agresores y aquellos que promueven equidad de género desde su vida cotidiana abren una perspectiva de prevención y erradicación de la violencia desde la promoción de nuevos modelos de masculinidades hacia niños, jóvenes y hombres en distintos estratos sociales.
La difusión y fortalecimiento de la educación artística y musical, así como de prácticas cooperativas, derechos humanos, equidad de género y respeto hacia la diversidad sexual debe ser parte integral de la educación en aula y de las campañas mediáticas desde las redes sociales.
Este artículo fue publicado originalmente en el periódico HOY
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