El derrocamiento de las dictaduras en el Caribe de Rojas Pinilla (Colombia, 1957), Pérez Jiménez (Venezuela, 1958) y Fulgencio Batista (Cuba, 1959), hicieron presagiar al disperso y dividido exilio antitrujillista que el dictador dominicano sería el próximo en la lista.
Tras el triunfo de la Revolución cubana, el comandante Fidel Castro se comprometió con la causa dominicana a los fines de prestar todo tipo de ayuda que contribuyera a derrocar a Trujillo, quien mantenía un férreo control sobre el país.
La historia del Movimiento Clandestino que después devendría en el Movimiento Revolucionario 14 de Junio arrancó con el almuerzo del 6 de enero de 1959 en la casa de Guido D´Alessandro, donde Minerva, conforme al testimonio de Leandro Guzmán, “tocó fuerte en la mesa con el puño cerrado y nos conminó” a convencer a los contactos para organizarse y actuar con el propósito de derrocar la tiranía, siguiendo el ejemplo de Cuba y Venezuela.

Procedentes desde distintas latitudes (Venezuela, Puerto Rico, Estados Unidos, Cuba, España y Guatemala) una serie de militantes de la causa antitrujillista, jóvenes en su mayoría, muchos de ellos estudiantes universitarios y destacados profesionales ya establecidos, enfrentando riesgos extraordinarios y con la única esperanza puesta en liberar al pueblo dominicano.
Es así como el 14 de junio de 1959, la República Dominicana se vio sacudida por la llegada de la expedición aérea que ingresó por Constanza, bajo el mando de Enrique Jiménez Moya, comandante general de la expedición, y el comandante Delio Gómez Ochoa, segundo al mando.
Ciertamente, la infiltración de los agentes al servicio de Trujillo fue una de las causas que contribuyó al fracaso militar, especialmente en los 2 desembarcos marítimos de Maimón y Estero Hondo, dirigidos respectivamente por el Dr. José Horacio Rodríguez Vázquez y Rafael Campos Navarro, quienes alcanzaron las costas puertoplateñas el 20 de junio, es decir, casi una semana de retraso a la fecha que tenían previsto.
El ejército del régimen de Trujillo respondió con ferocidad al desafío. Tal como se refleja en el balance elaborado por el Dr. Cordero Michel, de los “198 expedicionarios que llegaron el 14 y el 20 de junio, menos de la tercera parte (29%) murieron en acciones de guerra; menos de la quinta parte (16%) fueron apresados estando heridos y rematados en el lugar; un poco más de la décima parte (15%) fueron apresados ilesos y fusilados en el lugar de la rendición; casi la mitad (40%) llegaron ilesos a la Base Aérea de San Isidro, luego de ser apresados, y un poco más de la tercera parte (36%) sufrieron las peores torturas. Aquellos que resistieron, fueron finalmente masacrados en el CEFA ante pelotones de ejecución. Quedaron solamente 6 con vida, equivalentes al 3% del total de los expedicionarios”.
En ese sentido, la sangre y el ejemplo de los “universitarios: doctores en medicina, Felipe Maduro Sanabia, Octavio Augusto Mejía Guzmán, Dr. Pascasio Toribio Bencosme García, Rafael Augusto Mella Lara, los doctores en Derecho, Rafael Moore Garrido, alías Fellín, Juan Enrique Puigsubirá Miniño (Johnny), José Horacio Rodríguez Vásquez, José Caonabo Lora Martínez, Antonio Mota Ricart, el doctor en odontología, Miguel Álvarez Fadul, el Ingeniero Leandro Guzmán Abreu, el economista José Cordero Michel más los estudiantes Pedro Pablo y Alejandro Fernández Báez, Carlos Aponte Willard, Antonio Javier Achécar Kalaf, Fernando Moreau” y tantos otros participantes de las expediciones, fue lo que motivó a toda una generación de dominicanos a luchar por la libertad y la justicia social en el país, tal como reza el himno del Movimiento de Liberación Dominicano.
Desde esa perspectiva, la impronta que tuvo “la raza inmortal”, como se le conoce a la generación anti-trujillista del 1959, nos lleva de manera directa a la conformación del Movimiento Revolucionario 14 de Junio, que se fue organizando en la clandestinidad a principios de 1959 para convertirse en el mayor esfuerzo de alcance nacional de unidad antitrujillista en los 31 años de dictadura.
En el marco de la Universidad, el análisis del historiador Roberto Cassá nos conduce a visualizar que “en Santo Domingo el 1J4 se nutrió de colectivos de universitarios y otros jóvenes de clase media y alta, algunos de los cuales no hubo tiempo de integrar”. En ese sentido, destaca un grupo conformado por estudiantes universitarios provenientes del interior, “dedicados a distribuir volantes y colocar letreros en la Ciudad Universitaria; participaron en él Bartolomé Gamundy, César Abréu, George Taulé, Eduardo Houellemont, Salvador Jorge y Pedro Gamundy”. Según nos dice Cassá “su propósito consistía en forzar el cierre de la Universidad a nombre del Frente Universitario”.
Agrega que “otro núcleo representativo de jóvenes, también dedicado a la distribución de volantes, se constituyó en el casco colonial, con la participación, entre otros, de Francisco Jiménez Lora, José Julio Sosa, Miguel Cambiaso, Jesús María Valera Benítez, José B. Guerra, Fernando Chalas, Francisco Figueroa Peña y Norge Botello. La congregación de estudiantes universitarios del interior en pensiones y lugares parecidos facilitaba el reclutamiento”. Tal fue el caso de los jóvenes de Salcedo, entre los que destacaba Rafael “Fafa” Taveras, quienes marcharon a la universidad o al seminario ampliando “sus percepciones críticas y se fueron planteando asumir mayores responsabilidades”.
Es sintomático que en el colectivo de San Pedro de Macorís “casi todos los futuros promotores del 14 de Junio pasaron a la Universidad durante la segunda mitad de la década”. En ese orden, “constituían un conglomerado social y generacional compactado por relaciones amistosas, en muchos casos muy sólidas.
En un medio provinciano, en el que mucha gente se conocía, la confianza personal adquiere una dimensión política decisiva”. Desde su perspectiva, actuaban “como parte de los componentes generacionales, estos jóvenes, al igual que en la generalidad del país, en su mayoría eran de hecho izquierdistas, como lo pone de relieve Miguel Feris, en el sentido de cuestionamiento del orden existente”.
Según Roberto Cassá, sobre las corrientes democráticas que iban emergiendo “una parte de estos jóvenes opositores se habían nucleado inicialmente por compartir intereses culturales alrededor de la filosofía existencialista y de autores como Baudelaire y Tolstoi, inclinación que contribuyó a agudizar el sentimiento de rebeldía”. plantea a su vez que “como algunos ingresaron por esta época en la Universidad, en particular en la carrera de ingeniería, se conectaron con estudiantes como Asdrúbal Domínguez y José I. Cuello, pero no pasaron de la conversación alrededor de tópicos culturales y políticos”. Es así como llegamos a la histórica reunión celebrada en Mao, el 10 de enero de 1960, en la cual quedó establecida la directiva del Movimiento Revolucionario 14 de Junio que se había conformado en todo el territorio nacional para combatir la dictadura.
Sobre el liderazgo de Manolo Tavárez Justo, quien en dicha reunión “fue electo presidente a unanimidad” la mejor reflexión ponderativa la formuló Juan José Cruz Segura al expresar que “cuando él emerge como figura destacada al fin de la década de los años 50, no representa la imagen mítica de un aparecido hijo de la providencia, sino la cabal personificación de un hombre del pueblo curtido en las luchas por el pueblo en el transcurso de su joven existencia, durante la cual se expuso de manera permanente. Y producto de esa larga década de experiencia como activista de sólida formación ideológica, es que sobresale como guía en el momento preciso en que el sentimiento nacional, estremecido por el impacto de las repatriaciones de junio de 1959, necesitaba un elemento aglutinante capaz de decisiones trascendentes cuando todo parecía desarticulado”. Ciertamente, en la finca de Charly Bogaert se reunió una pequeña representación de “una generación dispuesta a labrarse su propio destino”, tal como lo dejó escrito Minerva Mirabal con un gancho en las paredes de la cárcel de La Victoria.
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