Como movimiento de liberación que lucha contra la ocupación ilegal israelí no solo de Gaza, sino de toda Palestina, los combatientes de Hamás tienen una categoría histórica parecida a los combatientes del Vietcong. Los vietnamistas resistieron décadas, primero contra los franceses y luego contra los norteamericanos, y a los dos vencieron. Los gringos se tuvieron que salir en desbandada de Vietnam, con 53 mil muertos al hombro, y con el rabo entre las piernas. Aquella derrota fue una humillación para el imperio que se creía invencible.
Hoy, en una versión diferente, los combatientes de Hamás y todo el pueblo de Gaza, se enfrentaron a un ejército, como el israelí, altamente tecnificado y criminal, y absolutamente apoyado por un imperio poderoso y despiadado como el norteamericano.
Resistieron dos años de asedio, de aislamiento, de bombardeos, de masacres, de hambre, y al final, ni Hamás fue aniquilada ni Gaza fue sometida.
Tras dos años de genocidio, de holocausto, de limpieza étnica, el Estado terrorista de Israel tuvo que aceptar que no pudo lograr su propósito de aniquilar a Hamás. Apenas 48 horas después del alto el fuego y de la retirada parcial del ejército israelí de Gaza, los combatientes de Hamás salieron de los túneles, desde donde hacían incursiones relámpagas contra el enemigo, y tomaron el control total del territorio gazatí, un hecho que prueba que habían sobrevivido al genocidio, e incluso, que habían mantenido la línea de mando entre toda la organización.
Israel ni siquiera pudo tomar totalmente a Gaza. Su ejército solo pudo tomar una parte de la ciudad, pero hubo barrios a los que no pudieron ni entrar.
Según cálculos de expertos militares, para tomar por completo a Gaza hubieran necesitado dos años más de fieros combates, pero no estaban en condiciones de seguir empantanado en una guerra prolongada. Ni sus soldados ni sus reservas ni el pueblo querían más combates. Ni la economía, bastante lastimada, aguantaba más tiempos de guerra. Todos estaban agotados.
Los palestinos de Gaza demostraron ser indómitos, bravos, guerreros, valientes, e inteligentes. Desmontaron el mito de la invencibilidad de Israel. Hoy, el mundo celebra, con cautela, la victoria de Gaza y le rinde honor y admiración. Y respeto. Gloria a Gaza que resistió sola hasta agotar al enemigo. Solo contó con la solidaridad internacional de los pueblos.
Destruyeron sus hogares, pero no su coraje, ni su patriotismo ni su amor por sus tierras.
Después del cese el fuego, los palestinos están regresando a sus hogares en Gaza, caminando por calles destrozadas, llevando recuerdos rotos y corazones intactos.
Resistieron solos, completamente solos. Ninguna potencia habló por ellos ni acudió en sus auxilios. Hoy regresan a los hogares que ya no existen. Solo encuentran escombros y cadáveres entre los escombros. Regresan abatidos y tristes por los mártires que se fueron, pero también con la cabeza erguida y orgullosos de sus raíces y de no haber sido vencidos.
Resistieron heroicamente. Vieron morir a sus niños, mujeres, ancianos, hijos, madres, padres, pero nunca se rindieron.
Gaza será reconstruida y será hermosa otra vez. La reconstruirán sus hijos que sobrevivieron al holocausto. En cada paso hay un mensaje al mundo: Gaza es nuestra y seguirá siendo nuestra. Eso también es resistencia, y de la mejor.
Destruyeron sus hogares, sus escuelas, los hospitales, los museos, las universidades, las mezquitas y las iglesias, lo destruyeron todo. Querían borrar a Gaza y su historia. No fue posible. El daño fue enorme. El sacrificio fue terrible. Pero no pudieron destruir la determinación de los gazatíes de resistir y luchar por su libertad. Gaza fue destruida, pero no sometida. Gaza renacerá de sus cenizas, se levantará de sus escombros, y será para el mundo un ejemplo de resistencia, un gran símbolo de resistencia contra la ocupación y por la libertad.
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