Analizando conceptos como identidad y nacionalismo, y factores que les atraviesan, Jürgen Habermas[1] reacciona a la cuestión de “cómo pudo ocurrir que toda una población civilizada cerrara los ojos ante asesinatos masivos” ocurridos en la Alemania nazi. Y nos propone una idea de patriotismo de la Constitución, el cual significa, dice:
“entre otras cosas, el orgullo de haber logrado superar duraderamente el fascismo, establecer un Estado de Derecho”.
La noción patriotismo constitucional que desarrolla Habermas -aunque la idea se atribuye al filósofo Dolf Sternberger– combina un Estado democrático limitado por “los postulados de la universalización de la democracia y de los derechos humanos”, elementos que constituyen la “materia dura” de este concepto postnacionalista.
El feminismo -movimiento e ideología social, política, filosófica, cultural, económica, ecológica y humanitaria que parte de la radical idea de que las personas somos iguales y que, vale aclarar, antecede a los horrores de Auschwitz- si bien es crítico de la estructura patriarcal del nacionalismo, ha propugnado históricamente por un estado en donde se garantice el acceso de las mujeres -y de todas las personas- a los espacios de construcción de la democracia, en el que se erradiquen las barreras a la igualdad y en el que se materialicen garanticen, protejan y respeten los derechos humanos de todas las personas.
Si el patriotismo constitucional reconoce “iguales derechos a los otros, a los extraños, con todas sus idiosincrasias y todo lo que en ellos nos resulta difícil de entender”, donde no se excluye o condena, sino que se convive y se tolera, entonces el feminismo también es patriotismo constitucional.
Sin obviar sus diversas formas y la autocrítica necesaria al movimiento, en nuestro país el feminismo ha sido indispensable motor de transformación social, cultural, política y económica, del rol de la mujer y del reconocimiento objetivo de derechos a ser ciudadanas, a votar, a acceder a la educación, a administrar bienes, a acceder al trabajo en igualdad de condiciones, a que se prohíba el matrimonio infantil. Así como a que se reconozcan en la Constitución: medidas afirmativas que protegen a las mujeres políticas, el valor económico del trabajo en el hogar y la condena a toda forma de violencia contra la mujer, entre otros.
El feminismo dominicano se ha ocupado de identificar injusticias y, al mismo tiempo, proponer soluciones sobre cómo construir una República Dominicana más justa, bajo la premisa de que la igualdad, la no discriminación y el respeto de los derechos y libertades de todas las personas, son esenciales para materializar los valores de convivencia pacífica y justicia social consagrados en la Constitución.
Si promover el respeto a la Constitución es patriotismo constitucional, entonces lo es también el feminismo. Como también lo es impulsar transformaciones en las leyes y en la misma Constitución, si en estas se materializan injusticias y desigualdades sociales.
Se hace patritismo constitucional cuando se conmemora el 8 de marzo – Día Internacional de la Mujer- en un espacio público y emblemático en el que, históricamente, se han celebrado actos de reivindicación de derechos y expresiones de la dominicanidad, como el Parque Independencia, desde el cual suena el eco de luchas sociales en defensa de la libertad y la identidad nacional. Al hacerlo, el feminismo dominicano está, a la vez, celebrando la patria: la que dejó de ser, la que es y la que debe ser.
También es patriotismo constitucional denunciar y repudiar el fascismo, la violencia, el discurso y la incitación al odio hacia las personas, impulsados por grupos patrioteros que corroen nuestra democracia.
Ese feminismo -adoptando una expresión habermasiana– “es la única forma posible de patriotismo”.
[1] Identidades Nacionales y Postnacionales. Tr. Manuel Jiménez Redondo. Editorial Tecnos,
3º ed., 2007
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