No puedo engañarme a mí mismo. Para superar un defecto, algo que me perjudique o perjudica a otro, tengo que reconocerlo para superarlo…
Tengo que hacer desfilar por delante de mí todo lo que compone la trama de mi vida personal: lo que hago como trabajo de subsistencia, sea oficio práctico o profesional; cuáles son las tareas y relaciones que generan; cuáles obligaciones particulares; las personas con quienes me relaciono: familia, amigos, empleados, vecinos, extranjeros, superiores…; lugares que visito; en qué empleo el tiempo libre; identificar las diversiones y ver sus consecuencias, los peligros…
A veces, las prisas, el ajetreo cotidiano, el mismo trabajo responsable, nos impiden la necesaria paz para hacer una pausa, concentrarnos y vernos por dentro con los ojos del alma… La Palabra de Dios es un buen cristal que nos ayuda a ver y precisar con objetividad cómo estamos; también nos ayuda el compartir con una persona amiga o profesional, que me conozca, me quiera y respete.
Tengamos presente que el discernimiento puede ser humano y puede ser cristiano… Concluir dando gracias al Buen Señor, dueño de la vida y dador de vida.
No es solamente catalogar las faltas, sino averiguar también cuál es la fortaleza de mi alma; cuál el punto vulnerable por donde más fácilmente me puede derrotar el enemigo; cuál ha sido la materia más frecuente de mis confesiones; el obstáculo mayor para mi santificación, aquel vicio vencido sin el cual todo lo demás quedaría allanado…
Examinarme para caer en la cuenta de si avanzo o retrocedo…, si va decayendo el temple de mi espíritu…, si mi carácter mejora o voy empeorando…
No puedo contentarme con ver los puntos de este examen: lo importante está en contestar mentalmente a cada pregunta, a cada situación, después de pensar un poco y saber qué hacer.
Fijémonos, si notamos un fallo del cuerpo, sentimos que algo anda mal a nivel fisiológico o psicológico, enseguida corremos donde el especialista… Y a nivel espiritual: ¿a quién acudimos?
Según S. Ignacio, maestro en espiritualidad, nos recomienda que comencemos por nosotros mismos: “Modo de hacer el examen general y contiene en sí cinco puntos:
Primer punto. El primer punto es dar gracias a Dios nuestro Señor por los beneficios recibidos.
Segundo punto. El segundo, pedir gracias para conocer los pecados y lanzarlos.
Tercer punto. Es tercero, demandar cuenta al ánima desde la hora en que se levantó hasta el examen presente, de hora en hora o de tiempo en tiempo, y primero del pensamiento, y después de la palabra, y después de la obra, por la misma orden que se dijeron en el examen particular (n.25).
Cuarto punto. El cuarto, pedir perdón a Dios nuestro Señor por las faltas.
Quinto punto. El quinto, proponer enmienda con su gracia. Pater noster”: Rezar un Padre Nuestro. [EE.43].
La Palabra de Dios es un buen cristal que nos ayuda a ver y precisar con objetividad cómo estamos; también nos ayuda el compartir con una persona amiga o profesional, que me conozca, me quiera y respete
LECTURAS BÍBLICAS, que nos pueden iluminar para caminar en la vida:
· Lc. 13, 5-9: Js. Invita a volver a Dios…
· Mt. 11, 20-24: Js. Reprende a las ciudades…
· Hec. 2, 38-42: Invitación de Pedro a convertirse…
· 1Re 3,9-12 ¿Por qué de la sabiduría de Salomón…?
Siempre es conveniente, ante cualquier turbación personal, a nivel espiritual, acudir a alguien que nos pueda iluminar en un diálogo transparente, sincero…, solo buscando lo mejor para el otro y para mí. Que no se perjudique el otro, ni que yo me perjudique; y si es necesario, aunque yo me perjudique, y que el otro se beneficie. Así lo hizo Jesús de Nazaret. Tengamos presente que el discernimiento puede ser humano y puede ser cristiano… Concluir dando gracias al Buen Señor, dueño de la vida y dador de vida.
Compartir esta nota