El panorama actual del sistema de salud en Estados Unidos, reflejado en fenómenos como la publicidad engañosa de medicamentos, la proliferación de desiertos farmacéuticos y la escasez crítica de personal de enfermería, funciona como un espejo que devuelve una imagen inquietante para quienes aspiramos a un modelo sanitario más justo, humano y sostenible. Y sin embargo, como todo espejo roto, sus fragmentos también nos muestran oportunidades escondidas para repensar nuestro propio futuro.
La salud convertida en algoritmo de conversión
En EE. UU., la salud ha entrado en la lógica de la mercadotecnia algorítmica: anuncios de medicamentos para pérdida de peso inundan las redes sociales, disfrazando riesgos con promesas inmediatas. Plataformas como TikTok y Google Ads se han convertido en vitrinas de productos que en muchos casos no están regulados adecuadamente. Según reportes del Partnership for Safe Medicines y la National Association of Boards of Pharmacy, más de 100 sitios web ofrecen medicamentos como semaglutida (GLP-1) sin receta válida, tergiversando incluso su aprobación por la FDA.
La manipulación emocional reemplaza al criterio clínico, mientras las plataformas digitales alimentan una demanda construida artificialmente. El paciente ya no busca salud, busca el ideal que el algoritmo le vendió.
Este fenómeno no está lejos de tocar nuestras puertas. Con la expansión de la publicidad segmentada y el consumo aspiracional, corremos el riesgo de replicar un ecosistema donde la medicina no cura, sino que se vende como estilo de vida. Ante esto, el talento médico dominicano —formado con un fuerte componente ético y una vocación de servicio— tiene la oportunidad de posicionarse como un contrapeso: actores que pueden liderar prácticas clínicas centradas en el paciente, no en la conversión digital.
Cuando la farmacia desaparece y el algoritmo no entrega
Los llamados desiertos farmacéuticos —zonas sin acceso físico a farmacias— afectan ya a más de 48 millones de personas en EE. UU., especialmente en comunidades rurales. Un estudio de GoodRx Health (2022) revela que el 45% de los condados del país tienen acceso limitado o nulo a servicios farmacéuticos. Esta situación se ha agravado con el cierre de más de 1,300 farmacias en los últimos años, en gran parte por reembolsos inadecuados y rentabilidad marginal.
La promesa de la farmacia digital se enfrenta a la brecha de conectividad. No hay Wi-Fi donde más se necesita salud.
Este dilema nos toca doblemente. Primero, porque nuestras zonas rurales ya viven algo similar sin que se le haya puesto nombre: comunidades donde acceder a medicamentos depende de una guagua, una llamada y buena suerte. Segundo, porque estamos en un momento en el que podemos anticipar soluciones antes del colapso: ¿y si los farmacéuticos dominicanos, apoyados por infraestructura tecnológica inteligente, lideran un modelo híbrido físico-digital que cierre esa brecha?
La escasez de enfermeras: una alarma que ya suena aquí
Estados Unidos proyecta una escasez de 295,000 enfermeras registradas para 2025, según el U.S. Bureau of Labor Statistics y datos del National Council of State Boards of Nursing. En 2023, más del 18% de las enfermeras abandonaron sus puestos, citando agotamiento, sobrecarga y falta de apoyo institucional, un legado directo de la pandemia.
En República Dominicana, si bien los números aún no son tan dramáticos, ya sentimos las grietas en el modelo: profesionales de salud sobrecargados, salarios desalineados con el valor real de su labor, y una formación técnica que no siempre se traduce en condiciones laborales dignas.
Pero aquí también hay una ventana: revalorizar la enfermería no solo como pieza operativa, sino como pilar de confianza en el sistema de salud. Invertir en bienestar, liderazgo y desarrollo del personal de enfermería dominicano puede ser una jugada estratégica que nos diferencie regionalmente.
Del espejo roto a la visión estratégica
Las lecciones que deja el sistema estadounidense son claras: la hipermercantilización de la salud, el abandono de comunidades vulnerables y el agotamiento del talento humano son síntomas de un modelo que prioriza eficiencia económica sobre bienestar colectivo. Y sin embargo, ese mismo modelo señala rutas que podemos evitar —y otras que podemos transformar en oportunidades.
Repensar nuestra estrategia de salud no es solo una tarea del Estado, sino también del ecosistema tecnológico, académico y empresarial. En un mundo donde el talento migrará hacia donde se le valore, la República Dominicana tiene la oportunidad de convertirse en un hub de salud humanizada, tecnológicamente asistida y socialmente equitativa.
¿Estaremos listos para vernos en ese otro espejo?
Compartir esta nota