“Era como si Hemingway hubiera muerto un día y Pynchon hubiera nacido al siguiente. Y la ficción cambió de esa manera, abruptamente, de un realismo puro a algo más cósmico”. (Don DeLillo)
El escritor estadounidense Thomas Pynchon es, seguramente, el más subversivo de todos los de su generación en la gran potencia norteamericana. Nacido el 8 de mayo de 1937, en Glen Clove, Long Island, en el estado de Nueva York, este genio de la literatura ha consagrado su obra a una profunda exploración del caos y la alienación de la vida moderna. En novelas como V. (1963), La subasta del lote 49 (1966), Contraluz (2006) y, sobre todo, su obra magna, El arcoíris de gravedad (1973), Pynchon critica y nos sumerge en los abismos que nos hemos construido en nuestras complejas sociedades capitalistas e industriales.
Siguiendo una larga tradición de escritores enigmáticamente reclusos, desde J. D. Salinger (1919-2010) hasta Thomas Ligotti (n. 1953), Pynchon jamás ha concedido una entrevista pública y es muy poco lo que se conoce oficialmente acerca de su vida. El incipiente escritor se graduó del bachillerato a los 16 años e inmediatamente se enroló en la Universidad Cornell, solo para enlistarse en la Armada de los Estados Unidos en el segundo año de sus estudios académicos, donde hizo su servicio militar entre los años 1955 y 1957 en el mar Mediterráneo. Luego de regresar a Cornell, obtuvo su licenciatura en Literatura Inglesa en 1959, tras lo cual se trasladó al barrio neoyorquino de Greenwich Village para trabajar en sus cuentos y novelas. En el año 1960 fue contratado como escritor técnico para la Corporación de Aeronaves Boeing. Pero, dos años después, abandonó ese empleo para dedicarse a la escritura a tiempo completo.
En uno de sus primeros cuentos, Entropía (1960), Pynchon desarrolla la historia de dos apartamentos superpuestos en Washington D. C. durante una fría tarde de febrero. En el piso de arriba, ocurre una fiesta de jazz organizada por uno de los personajes principales del cuento, cuyo nombre es Meatball Mulligan. En el piso de abajo, Saul Shade y su novia Miriam intentan crear un microcosmos aislado y controlado, manteniendo su apartamento herméticamente sellado. De tal modo que el título del cuento alude a aquel concepto de la termodinámica que mide el grado de organización de un sistema dado. Quienes se han dedicado al estudio académico de la obra pynchoniana han señalado siempre la predilección del escritor por este concepto científico, el cual ha buscado incorporar desde un inicio en su producción literaria.
En su gran obra sociológica, Boltanski y Chiapello estudian meticulosamente los textos de administración de empresas que han moldeado la mentalidad de muchos de los empleadores capitalistas de las últimas décadas
Entropía sirve como metáfora literaria de la cosmovisión de su autor: Shade está obsesionado con la teoría de la información, midiendo constantemente la temperatura interior y exterior de su apartamento, en un intento inútil por prevenir el inevitable avance del desorden de la fiesta de Mulligan, quien termina resignándose al destrozo de su hogar por parte de sus invitados. No es ninguna coincidencia que este sea uno de los cuentos juveniles más destacados de la obra pynchoniana, puesto que encapsula genialmente todo el universo chiflado de su autor en un pequeño espacio textual.
En su novela Vicio propio (2009), adaptada al cine por el director y guionista Paul Thomas Anderson, en el año 2014, Pynchon nos sumerge en una aventura cómica y surrealista disfrazada de thriller policíaco. Ambientada en la costa de Los Ángeles, California, en el año 1970, la trama sigue al detective privado y hippie trasnochado Larry “Doc” Sportello, quien, en medio de un estado perpetuo de intoxicación por marihuana, intenta resolver un caso que le es llevado a él por medio de su exnovia, Shasta Fay Hepworth. A lo largo de la historia, la bondad innata de Sportello contrasta con la degeneración moral que le rodea en un microcosmos signado por la disolución de la contracultura de los años sesenta y las conspiraciones tenebrosas de los ricos y poderosos.
En 1999, el dúo de sociólogos franceses, Luc Boltanski (n. 1949) y Éve Chiapello (n. 1965), publicaron su monumental obra, El nuevo espíritu del capitalismo. Acuñando el concepto del “espíritu del capitalismo” para referirse a la ideología que justifica el compromiso de las personas con el capitalismo y que hace de este compromiso parecer atractivo, Boltanski y Chiapello explican con precisión dónde reside el absurdo del sistema capitalista: las personas que dependen de sus salarios para su supervivencia física no poseen los frutos de su trabajo y a la vez no tienen ninguna perspectiva posible de alguna vez lograr trabajar de otra manera que como subordinadas ante otras personas.
Los capitalistas, a su vez, se ven atados a un proceso insaciable sin fin. Para ambos sujetos —los asalariados y los capitalistas— este sistema carece significativamente de toda justificación. Para que en una sociedad capitalista pueda darse la acumulación de capital, se requiere mucha gente comprometida con este sistema, aunque solo muy pocos individuos tienen alguna perspectiva real de obtener ganancias sustanciales. Es aquí donde entraría el espíritu del capitalismo para proveer a los sujetos atrapados en su dinámica con la justificación necesaria para continuar participando en él perpetuamente.
En su gran obra sociológica, Boltanski y Chiapello estudian meticulosamente los textos de administración de empresas que han moldeado la mentalidad de muchos de los empleadores capitalistas de las últimas décadas. Basándose en este análisis, argumentan que el capitalismo neoliberal fue gradualmente abandonando el modelo jerárquico de producción fordista para desarrollar una nueva modalidad de organización reticular fundada sobre la base de la iniciativa personal del empleado y la autonomía en el lugar de trabajo. No obstante, para estos sociólogos, estas transformaciones del capitalismo acarrearon una precarización laboral con su consiguiente pérdida de seguridad material y psicológica.
Cooptando los anhelos románticos y libertarios de la generación de los sesenta, la ideología capitalista absorbió sus demandas para revenderlas bajo la apariencia de “libertad empresarial”. Y he ahí que reside la brillantez real y efectiva de Vicio propio, aquella novela carnavalesca de Thomas Pynchon: la manera en que retrata el punto de bisagra entre las contraculturas radicales en los Estados Unidos de los años sesenta y su posterior derrumbe y degeneración a partir de la década de los setenta. En las chifladas aventuras de Doc Sportello vemos reflejado el momento exacto en que los sueños de libertad de las juventudes libertarias se tornaron en la peor pesadilla deshumanizante y paranoide, mutación de la cual el propio sistema capitalista continuó extrayendo sus incesantes ganancias.
En este sentido, la obra de Pynchon nos recuerda la importancia de la lucha por la autenticidad en un sistema inhumano que todo lo devora y lo convierte en mercancía a ser consumida a cambio de beneficio económico. Pero también resalta continuamente la inevitabilidad del colapso debido al desorden inherente a todo sistema, manteniendo siempre abierta la posibilidad de la esperanza en un futuro mejor. Es así como Pynchon mismo logra encarnar los propios temas recurrentes de su obra en su propia vida: practicando una profunda resistencia cultural y existencial desde la reclusión personal y la observación aguda del obsoleto sistema que gobierna nuestras vidas.
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