A pesar de la magnitud del caso Jet Set —con 235 muertes confirmadas, un 27.9% de la población dominicana afectada psicológicamente con síntomas depresivos y apenas 68 acciones legales interpuestas y registradas antes de que venza el plazo legal de seis meses para constituirse en actor civil— el país se sumerge en un silencio que desconcierta. ¿Por qué no hay más acciones legales si el daño es tan profundo y evidente? En este artículo analizamos cómo la memoria, la emoción, el lenguaje del dolor y los mecanismos de defensa cerebral pueden inhibir la acción jurídica en contextos de impunidad sistémica.
El trauma colectivo y la parálisis de la acción
En situaciones de tragedia masiva como el desplome del techo del Jet Set, el cerebro humano activa mecanismos ancestrales de supervivencia. Uno de ellos es la respuesta de congelamiento (“freeze”), en la que el individuo, ante una amenaza que no puede controlar ni evitar, entra en una especie de inmovilidad tónica. Desde el punto de vista neurobiológico, esta respuesta implica una desregulación del eje hipotálamo-hipófisis-adrenal, y una hiperactivación de la amígdala (centro del miedo), inhibiendo áreas de la corteza prefrontal responsables del juicio y la planificación.
Las víctimas y los testigos quedan paralizados emocional y conductualmente. Aunque saben que algo debe hacerse, su sistema nervioso les dice que quedarse quietos es más seguro que actuar.
La indefensión aprendida o cuando el cerebro se rinde
El pueblo dominicano ha sido expuesto históricamente a episodios de impunidad, negligencia estatal y falta de justicia. En términos neuropsicológicos, esta repetición de injusticias sin reparación crea una forma de condicionamiento negativo llamada “indefensión aprendida” (Seligman, 1975).
Cuando una persona, tras múltiples intentos de buscar justicia, no recibe respuesta, el cerebro adapta su conducta, aprende a no intentarlo más. El estriado ventral y el circuito dopaminérgico, encargados de la motivación para actuar, se deprimen. La esperanza se apaga.
Incluso aquellos con razones válidas para demandar sienten que no vale la pena. “¿Para qué? Eso no va a cambiar nada”.
La memoria afectiva y la dificultad para narrar el daño
La neurociencia ha demostrado que los traumas graves alteran el funcionamiento del hipocampo (memoria episódica) y del circuito fronto-límbico (procesamiento emocional y verbal). Esto genera la fragmentación del recuerdo, dificultad para organizar el discurso y desconexión entre lo vivido y su expresión en palabras o acciones.
En el contexto legal, esto se traduce en que muchas víctimas no pueden convertir su dolor en una narrativa jurídica porque no saben cómo explicar lo que vivieron ni cómo formalizar una denuncia.
El trauma queda atrapado en el cuerpo y la mente, no en el expediente.
Entorno social inhibidor y la censura emocional
La respuesta de una sociedad ante un evento traumático colectivo también influye en el comportamiento individual. En el caso Jet Set, el entorno comunicacional ha oscilado entre el espectáculo, la banalización y el silencio institucional. Esto tiene efectos neurosociales:
- Se activa el circuito de amenaza social, y las personas sienten que hablar puede traer represalias, rechazo o inutilidad.
- Se inhibe la corteza dorsolateral prefrontal, que es clave para la toma de decisiones racionales.
Las redes sociales, lejos de facilitar la denuncia, muchas veces refuerzan el miedo, la confusión o la desinformación.
De ahí que, la inhibición del entorno refuerza la pasividad individual. El silencio se normaliza.
La trampa del plazo legal, el derecho que ignora al cerebro
La ley dominicana otorga seis meses desde el 8 de abril de 2025 para que las víctimas o familiares se constituyan en actor civil en una demanda. Sin embargo, los estudios sobre neurobiología del duelo y la resiliencia emocional indican que:
- El tiempo necesario para que el cerebro elabore un trauma complejo y esté listo para actuar racionalmente supera los 12 meses.
- Durante ese periodo, domina la confusión, la tristeza, la disociación y el miedo.
Así, el plazo legal es simplemente incongruente con la cronobiología del trauma. La justicia exige velocidad cuando el alma apenas sobrevive.
La parálisis no es indiferencia, es dolor no procesado
La baja cantidad de demandas no es señal de apatía, sino de una sociedad traumatizada, emocionalmente colapsada y neuropsicológicamente bloqueada. El sistema judicial, al imponer plazos sin reconocer el ritmo del dolor humano, se vuelve excluyente.
No basta con exigir justicia, hay que crear condiciones emocionales, sociales y legales para que las víctimas puedan, neurológicamente, construir esa demanda.
Epílogo
La justicia no es solo tribunales y plazos. También es neurobiología, lenguaje, memoria y reparación emocional. Si no lo entendemos así, el caso Jet Set pasará al archivo muerto de las tragedias no resueltas, donde el dolor se recicla, la verdad se disuelve y el pueblo se entrena —otra vez— en el arte de callar.
Compartir esta nota