Yo no acostumbro a escribir en días consecutivos, ni siquiera en la misma semana. Pero en esta ocasión me han llamado varias personas pidiéndome que les explique mejor lo que está ocurriendo con el presupuesto complementario presentado por el nuevo ministro de Hacienda y Economía. Y como sé que este es un tema que a veces parece complicado, decidí “aplatanar” la explicación, para que todo el mundo lo entienda.
El Gobierno ha dicho que este presupuesto complementario no implicará nuevas presiones de deuda, porque se financiará con recursos excedentes no ejecutados en ejercicios anteriores. En otras palabras, que no se necesita salir a buscar más préstamos, porque hay dinero guardado de antes.
A primera vista, suena bien. ¿Quién no quisiera escuchar que tenemos dinero de sobra para cubrir gastos? Pero la verdad es que aquí no hay magia, ni ahorro, ni ingresos extraordinarios. Lo que hay detrás de esa frase es un reconocimiento de que el Estado ha tomado préstamos que no ha sabido o no ha podido ejecutar.
Traduzcamos esto al lenguaje cotidiano. Imagine que usted pide un préstamo al banco para construir su casa. El banco le desembolsa el dinero, usted empieza a pagar intereses de inmediato… pero resulta que no construyó la casa, no compró los materiales, ni levantó una pared. El dinero se quedó guardado, sin producir ningún beneficio.
Pues eso mismo le ha pasado al Estado dominicano: ha tomado préstamos para obras o programas que nunca se ejecutaron, y esos fondos sobrantes ahora aparecen como “excedentes”. Pero ojo: son excedentes de deuda. Dinero que no se invirtió ni en escuelas, ni en hospitales, ni en carreteras, ni en ayudas sociales. Dinero que no generó ningún bien al país, pero que igual hay que pagar con intereses.
Ese es el verdadero costo de la improvisación, la ineficiencia y la incapacidad de gestión.
Este problema no es solo financiero, es también político. Ya lo señalé en artículos anteriores: el nombramiento de Magín Díaz es un reconocimiento implícito de que el presidente Luis Abinader no encontró dentro de su partido, el PRM, personas capaces de manejar la cosa pública.
Ahí están los ejemplos:
- En el Banco Central, se mantiene Valdez Albizu, que no es PRMeísta.
- En Educación y Obras Públicas, dos de los ministerios con mayores presupuestos, tras varios intentos fallidos con cuadros propios, terminaron nombrando funcionarios de partidos aliados.
- En Turismo e Industria y Comercio, ministerios claves por su peso económico, desde el inicio fueron entregados a aliados circunstanciales.
Ahora, con Magín Díaz, un técnico que hasta hace poco era opositor y crítico de la política presupuestaria del Gobierno, se confirma la carencia de cuadros preparados en el PRM.
Lo más irónico de todo es que las propias declaraciones del ministro Díaz se convierten en una confesión pública: el Estado se endeuda más rápido de lo que es capaz de ejecutar. No estamos frente a un logro, sino frente a una admisión de fracaso.
Porque no hay nada que celebrar en decir: “tenemos dinero sobrante para gastar”, cuando ese dinero proviene de préstamos que ya generan intereses y que no sirvieron para mejorar la vida de la gente.
En el fondo, lo que se nos dice es que el país carga con una deuda innecesaria, producto de la improvisación y la incapacidad, y que ahora pretenden vendernos ese error como una virtud.
El presupuesto complementario no es una muestra de eficiencia, ni una política contracíclica digna de aplaudir. Es, más bien, la prueba de que el Gobierno ha estado administrando las finanzas públicas con desorden, con prisas para endeudarse, pero sin capacidad para transformar esos recursos en obras, servicios o beneficios para la sociedad.
Préstamos tomados que no se usan, pero que sí generan intereses: esa es la verdadera fotografía del manejo económico del PRM. Una fotografía que retrata, con toda claridad, la ineficiencia, la improvisación y la falta de capacidad de gestión que hoy padecemos como nación.
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